Viernes, 27 de septiembre de 2030, Madrid.
Samantha cerró la puerta del coche y miró la fachada del hospital entornando los ojos.
Hacía un día espléndido, tan bueno, tan radiante, que daba un poco de asco. Era el típico día de coger el coche, coger a tu pareja, tus amigos, a quien fuera, y marchar a la playa. Uno de esos últimos días buenos de verano. El sol en lo alto irradiaba todavía un calor genuino e impregnaba las calles de una luz dorada preciosa, una luz cargada de esperanza. En días como ese uno se ve capaz de comerse el mundo.
- Sam, ¿vamos?
Salió de su ensimismamiento y asintió en silencio. Apagó el coche, guardó las llaves y siguió a su suegra al interior del hospital.
La enfermedad de Flavio la había unido a Lola muchísimo más de lo que lo estuvieron ocho años atrás. Había encontrado en ella una nueva madre, aunque todavía tuviera a la suya, pero tenerla allí en Madrid unos días estaba consiguiendo quitarle mucho peso de encima. Poder delegar en alguien que además sabe lo que se hace te da un respiro merecido entre tantos días oscuros.
Fue Lola la que informó en recepción de qué planta y qué habitación querían visitar, y entraron a las instalaciones sin problema. Todo lo que hizo Samantha fue mirarse en el espejo del ascensor a medida que éste iba subiendo piso por piso para comprobar que su aspecto era bueno. Se había coloreado un poco las mejillas, había pintado la raya del ojo y se había permitido el lujo de ir a un centro de estética a que le hicieran las uñas. Con respecto al pelo prefería no decir nada, sólo que daba gracias a Dios de tenerlo liso y que fuera fácil de moldear pese a tenerlo tan corto. Se veía bien, pero no se sentía bien. Se dio la vuelta y miró las puertas metálicas abrirse en la planta cuarta. Lola salió del ascensor la primera, con la mirada al frente y la espalda erguida, fuerte y decidida como ella sola.
El pasillo que se abrió ante ellas era largo y la habitación donde se encontraba Flavio se hallaba justo al final. Recorrer esas paredes en tonos pastel con esa cenefa triste le quitaba las ganas de vivir, era absolutamente la peor parte de las visitas. En los ciento veinte metros que tenía ese pasillo le daba tiempo a imaginarse mil escenarios, a cada cual peor. Imaginaba que llegarían un día y la cama estaría hecha y Flavio no estaría. Imaginaba médicos y enfermeras entrar y salir a toda velocidad de esa habitación intentando salvarle la vida. Se consumía con su propia imaginación mientras recorría ese pasillo, y siempre lo hacía en silencio.
Aquel día, Lola la tomó de la mano con fuerza. Su mano estaba caliente, y Sam no pudo evitar pensar que hasta en eso Flavio se parecía a ella. La miró a los ojos y encontró en ellos una valentía que ella no tenía ni siquiera después de tantos meses. Lola simplemente asintió con la cabeza y apretó los labios, suficiente para transmitirle toda su fuerza.
La puerta estaba entornada cuando llegaron a ella, y quizás Sam hubiera exagerado diciendo que atravesar ese pasillo era lo peor, porque lo peor era abrir la hoja de madera blanca y ver a un Flavio completamente calvo y sin cejas, delgado y paliducho, sentado en esa cama con el catéter perennemente conectado en el brazo izquierdo. Por más veces que encontrara esa estampa ante ella, jamás iba a conseguir que no se le revolviera el estómago.
Sin embargo, ese día fue distinto.
- Pero bueno – exclamó Lola, sorprendida. - ¿Ahora eres Jesucristo?
Flavio elevó la mirada y la posó en ellas, y todo en él se iluminó como el sol que brillaba en el exterior. Para Sam verle así era el peor momento del día, pero para él verla aparecer era el mejor con diferencia.
Las dos mujeres entraron a la habitación pero no pudieron acceder mucho más porque media docena de niños pequeños se amontonaban encima de la cama, sentados por el suelo e incluso en el alfeizar de la ventana, riendo por algo que ni Lola ni Sam habían llegado a escuchar.
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UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.
FanfictionHan pasado diez años desde que finalizó la edición más surrealista de Operación Triunfo y la vida no ha sido igual de dulce para unos que para otros. Diez años después del boom que supuso su paso por el programa, Samantha se reencuentra con un Flavi...