30 - Un soplo de vida en mis abismos.

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Viernes, 10 de mayo de 2030, Madrid.

El teléfono empezó a sonarle de manera tan insistente mientras bajaba corriendo las escaleras que creyó que las terminaría bajando de culo.

- Me cago en la madre que parió al niño este no puede ser más puntual.

Flavio había insistido en pasar a recogerla.

Cargada con una caja enorme que le dificultaba la visión de los escalones, Samantha llegó a la calle con las dos manos ocupadas y no supo cómo abrir la pesada puerta que daba acceso a su edificio. Soltó la caja en el suelo, el teléfono siguió sonando, abrió la puerta con una mano, metió el pie para impedir que se cerrara y se golpeó el hombro al tratar de salir rápidamente a la calle. Y ahí estaba el flamante Audi rojo, con las luces de emergencia y una cola de coches esperando que el gilipollas del Audi dejara de cortar la calle.

Flavio vio la cabeza de la chica aparecer por la ventanilla y le abrió la puerta por dentro porque ella no podía.

- ¿Dónde vas sin caja? - le preguntó.

La caja no cabía por la puerta del asiento del copiloto.

- Me cago en la puta.

- Mételo en el maletero Samantha por Dios llevo dos minutos aquí parado.

Samantha salió del coche sin ni siquiera haber entrado y al dirigirse al maletero, el conductor del coche que estaba justo detrás sacó la cabeza por la ventanilla.

- Venga por Dios SEÑORA, ¡¡que la calle no es suya!!

Se volvió a mirarle, con la caja todavía en las manos y pensó en morderse la lengua, pero luego pensó que mejor no.

- Váyase usted a la mierda.

El conductor miró a su copiloto con cara de indignación y volvió a sacar el cuello por la ventanilla mientras la valenciana se apresuraba en colocar el regalo. Cerró el maletero escuchando al energúmeno gritar:

- ¡Te voy a denunciar, payasa! ¡Me voy a apuntar tu matrícula!

Samantha le enseñó el dedo corazón y se metió rápidamente, ahora sí, en el coche de su novio.

- Luego soy yo el lento...- murmuró Flavio, arrancando y saliendo de allí quemando rueda. - Menos mal que te he avisado al salir de casa para que no me tuvieras esperando...

- Insististe tú en que fuéramos juntos.

- Ahora la culpa va a ser mía.

- Ponle voz al GPS, que la casa de Mai no tiene buena zona de parking, no te vayas a confundir.

Aún no era el cumpleaños de Mai, faltaban tres días, pero la Chica Sobresalto sacaba disco esa misma noche. Lo había hecho de tal manera que el cd y el cumpleaños coincidieran lo máximo posible pero no le parecía bonito ni una buena estrategia de marketing sacar un CD en lunes, así que había decidido celebrar el cumpleaños el viernes e invitar a unas pocas de las personas más importantes para ella en Madrid. Y ellos no podían faltar.

La cuestión que les llevaba a conducir por Madrid un viernes a las nueve y media de la noche en un silencio sepulcral sólo roto por la voz del navegador era que, efectivamente, Flavio había insistido en pasar por su casa a recogerla.

Después de aquella pesadilla que había tenido a Samantha rehilando desde las primeras horas del día, con una presión en el pecho muy fea y la sensación de que constantemente le faltaba el aire, habían pasado la mañana entre las sábanas haciendo el vago. Era viernes y era día laboral como el que más, pero la valenciana no tenía clase de canto hasta las cinco de la tarde, por lo que fueron incapaces de salir de la cama hasta la hora de comer. A ratos hablando, con un Flavio no sólo preocupado sino un poco emparanoyado, tratando de que le contara qué había soñado, hasta que ella cedió ante su insistencia.

UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora