54 - En unos años nos reiremos de todo esto.

3.1K 182 170
                                    

Sábado, 23 de agosto de 2031, Madrid.

Nada hizo que el sábado llegara antes. Ni dormir ocho horas, ni hablar cada día por teléfono con Flavio, ni verse el catálogo entero de Netflix, ni nada. Tan lento le pasó el tiempo, que hasta vio como lícita la idea de dejarse caer por casa antes del sábado y pasar un rato con su familia política, pero no supo si podría seguirles el ritmo.

Flavio había dicho que se limitarían a usar la piscina y cocinar en la barbacoa, pero lo cierto era que sus hermanos pequeños tenían otros planes y los escasos tres días que estuvieron en Madrid con él, no dejaron de hacer actividades fuera de la capital. Aprovechando lo centralizado geográficamente que estaba Madrid, cogieron los coches para hacer excursiones de día a lugares pequeños donde poder disfrutar como familias normales, aunque no lo fueran. Así, a cada rato, Samantha recibía un par de fotos que Flavio le iba mandando para que viera lo que se estaba perdiendo. Dedicaron un día a la Sierra de Gredos y a algunos de sus pueblos. Otro, a visitar Aranjuez y sus jardines como buenos turistas...

Disfrutó de verle disfrutar. Disfrutó de las miles de fotografías que le envió posando con Chris en los hombros, cargando su peso como si no hiciera seis meses que le habían operado de la espalda. Disfrutó de su ilusión con cada plato de comida que podía ir incorporando a su dieta, con cada kilómetro que podía conducir por sí mismo.

Pero cuando el sábado llegó, no pudo alegrarse más.

Sentía la noticia que tenía que darle como una losa que pendía de sus hombros y convertía respirar en una tarea difícil. Hacía una semana que lo sabía y todavía no había reunido el valor para decírselo. Pero ahora sentía que no podía callárselo más tiempo. Aquellos días sin verle en persona pero viéndole hacer una vida completa, le sirvieron como un punto de inflexión. Seguía segura de que no quería tener hijos, pero la cuestión era que ya estaba embarazada. Y ya no se sentía capaz de deshacerse de ese bebé. Y sabía, al cien por cien, que en el momento en que se lo dijera a Flavio, sería totalmente imposible hacerlo. Sabía cómo iba a encajar él la noticia: primero, con desconcierto. Tendría que explicarle algo que ni siquiera ella entendía todavía, cómo era posible haberse quedado en estado después de tener una regla no-regla y de meterse un pastillote anticonceptivo entre pecho y espalda. Pasado ese momento de confusión, llegaría la preocupación: ¿pero tú quieres tenerlo?, ¿cómo te sientes?, ¿te ves preparada para ser madre?, a la que seguirían un par de reproches tales como: "te avisé de que me iba a correr", "esto nos pasa por inconscientes". Para después, y finalmente, intentar buscar una solución, juntos, a ese papelón: ¿qué hacemos ahora?

Y ella le escucharía con paciencia, porque no podría negarle que su reacción era la más lógica.

Cuando salió de la ducha, a las 18:32 de la tarde, preparándose para la cita que tenían en algo más de una hora, se miró al espejo y encontró todas las respuestas.

No sabía qué sentía, pero sabía que quería tenerlo. No en general, no quería cualquier bebé. Quería ese, y sólo ese en concreto. Y lo quería porque ya lo tenía, no porque de verdad lo quisiera, pero ya no quería perderlo. Sabía que Flavio apostaría todo lo que hiciera falta por tenerlo, y que su relación cambiaría para siempre. Y también estaba preparada para ello.

- ¿Tienes ibuprofeno? – le dijo Flavio en un mensaje. – Llevo toda la tarde limpiando y no me he dado cuenta de que me he quedado sin.

- Sí. ¿Sigues con los dolores en la espalda?

- Sí, el lunes tengo que ir al médico. Tráeme unos cuantos así me ahorro ir a la farmacia.

- Ok.

UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora