XXXI

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— Si. — Dije sin dudarlo con mi corazón acelerado.

Marco puso una sonrisa preciosa y se acercó a darme un tierno beso.

Cuando nos separamos me dió un beso en la coronilla de la cabeza y me tomo de la mano para guiarme a la mesa.

— Tiene que ser una broma, ¿Es Carin León? — Pregunté asombrada.

— Así es, nos debía un favor. — Dijo Marco mirándolo de reojo.

— pechuga rellena. — Dije riendo mirando el plato. — Como es posible. Si prácticamente te lo dije hace un momento.

— Asi me traes. — Dijo riendo. — me esforcé.

— Todo esto es precioso.

— Te lo mereces. — Dijo tomando el vino para abrirlo. — Ahora, — Dijo sirviendonos. — Propongo un brindis.  Por que este amor... — algo interrumpió a Marco un chillido de emoción. Giramos hacia la casa y se miraban varias personas que estában asomadas por la ventana.

Yo sonreí divertida y marco las miro mal.

— Lo único que les pedí es que no anduvieran de metiches.

Rei y estiré mi mano sobre la mesa para ponerla sobre la suya. — No importa, amor. — Dije tranquila volteando a ver nuevamente a las personitas asomadas en la ventana.

Cuando gire mi rostro de vuelta a Marco el me miraba embobado.

— ¿Que paso?

— Me dijiste amor.

Quería reír y decirle que aveces también le decía así a Fer, pero lo mejor fue guardar silencio.

— pues si,¿No?¿ O no eres mi amor?

— Como diría el poeta Sergio Vega. Soy tu esclavo, soy tu mandadero soy, tu gato, soy tu pistolero soy, lo que a ti se te antoje, pero no me dejes jamás.

— A ver pues, mi mandadero. Termine su brindis. — Dije alzando mi copa.

— Pues...

— o déjame hacerlo primero.

— Primero las damas. — Dijo haciendo una reverencia.

— Quiero hacer un brindis por el día que nos conocimos, por todas la subidas y altibajos que tuvimos. Por las risas, las peleas y los buenos momentos. Por qué fueron los que nos trajeron a este momento y puedes estar seguro que no cambiaría nada solo por llegar a dónde estamos ahora.

— Salud. — Dijo con una sonrisa chocando su copa con la mía y dando un pequeño trago.

— Ahora que lo mencionas, quiero confesarte, no sé si lo recuerdes. Pero en esa fiesta no fue la primera vez que nos vimos.

Frunció un poco mi ceño, — ¿ah, no?

— La primera vez que nos vimos fue en tu primer año de prepa. Enrique había ido a ver a Fernanda y estábamos dentro del salón... Recuerdo que te vi entrar, te mirabas preciosa, tenías el cabello un poco más largo, traías el uniforme, y entraste sería buscando un lugar. Te sentaste en la butaca alado de dónde estaba yo. Recuerdo lo nervioso que estaba, y como Enrique tuvo que golpearme en el hombro para que te dejará de ver.

Enrique y yo fingimos ir en esa clase solo para quedarnos. Y yo me giraba cada 5 segundos a verte. Estabas tan tranquila, poniendo atención, apuntando todo. De vez en cuando asentias o sonreias a la profesora y recuerdo sentir envidia. Quería que me sonrieras a mi. Quería hacerte reír. Que me vieras, me notarás.
También recuerdo que me moría por acariciar tu cabello.

— ¿Eras tú? — Pregunté asombrada. — Recuerdo al niño que no paraba de verme el primer día de clase. Estaba muy nerviosa y solo pensaba "no voltees"

— después sentí coraje cuando todos los demás empezaron a platicar de lo bonita que eras y que te querían hablar. Enrique se quería ir pero yo no sabía que hacer. Y derrepente lo dije, sin malicia ni deseo, sin egoísmo y paciencia. "Algún día ella será mi novia" obviamente Enrique se burlo de mi. Primero por lo buena niña que te miras y eres y por lo bonita.

— No puedo creer que eras tu.

— Quería salir contigo, volver, pero aparte de que me sentía muy intimidado, sabía que serías para algo bien, y no sabía si estaba listo para eso. No quería hacerte daño así que ese mismo día durante la noche te deje ir. A veces te recordaba, y me preguntaba que había Sido de ti, pensaba en buscarte. Y al final resulta que tú me encontraste.

— ¿Como puedes recordar aún todo eso?

— me dejaste fascinado. Y quería contarlo, pero me daba vergüenza.

— Había olvidado ese día.

En ese momento sentí una melancolía enorme,¿ así sería siempre?,¿Olvidaría cada uno de nuestros recuerdos? En ese momento mi rostro cambio a una inmensa tristeza y él lo noto.

— Marco, estoy condenada.

No me olvides Markitos Toys -Terminada- Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora