Un besito nomás

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Salí prácticamente temblando de lo helada que puse el agua, apesar de que ya se me había bajado la calentura me apenaba un poco que volviera. Lo que menos quería era ponerla incómoda.

Cuando salí el baño mi maleta estaba en el cuarto. La mire extrañado.

Baje en toalla y la encontré viendo la tele. — ¿Tu subiste la maleta?Está bien pesada.

— Siii. Apenas la pude. — Dijo ella apenada. — Es que creí que si vas a dormir ahí. Deberías tener tu ropa ahí.

— ¿Me vas a dejar dormir ahí?

— Si, te mirabas algo incómodo en el sillón. Y pues... La cama es muy grande.

Yo sonreí. — Gracias.

Subí contento la escaleras pensando cómo decirle la mentira de la"Luna de miel". Pero para ser sincero creo que lo que más me asustaba era la idea que me dijera que no. O que me diera a entender que jamás volvería a actuar cariñosa conmigo.

Me puse algo cómodo y baje las escaleras nervioso.

Ella miraba la tele tranquila.

— oye...

— ¿Que pasa? ¿A dónde iremos? — Dijo apagando la tele.

— a dónde tú quieras. Pero antes, escúchame... Es que... Mira, realmente no se me cayó el debate, yo lo tire...

Le expliqué la situación a Elena y la idea de kevin. Ella me miró atenta toda la explicación hasta que termine. Trague saliva nervioso y ella no respondía.

— No puedo creer hasta donde es capaz de llegar mi padre.

— Pues si, pero... Tenemos la solución.

— ¿Pero que pasará al volver? La luna de miel aquí y cuando volvamos todos te verán salir con diferente muchacha cada noche y quedaré como la cornuda del año.

— Noo. Mira, por qué no preocuparnos por el ahora. Quiero que lo pienses y me digas que piensas al respecto. Yo respetaré tu decisión.

Ella frunció un poco el ceño.

— No me besaras, solo abrazos si acaso o tomar la mano, y aveces.

— Está bien. — dije intentando sonar lo más neutral posible intentando no dejar en evidencia mi emoción.

Ella tomó su bolso, y me estiró su mano.

Me sentía como niño pequeño al cual le estaban dando un dulce. Con una sonrisa notable tome su mano y salimos de la cabaña. Había gente afuera, rápido empezaron a susurrar. Ella se miraba tranquila, mantenía el porte apesar de que eran obvias las miradas y habladurías.

Caminamos entre los árboles hasta llegar como a un pueblito. Caminamos entre el lugar y mirábamos las artesanias, todo era precioso. Debes en cuando ella apretaba mi mano ligeramente para llamar mi atención lo cual me encantaba.

Le tome un par de fotos en un lugar pintoresco y luego ella a mi, para luego pedir que alguien más nos tomara una a los dos.

Caminábamos maravillados, la verdad es que el lugar era precioso, pero no voy a mentir el 90% de mi felicidad era caminar de su mano y verla tan feliz.

Llegamos a comer a un restaurante muy pintoresco, el mesero no paraba de verla y sonreírle, quería besarla en ese momento o hacer algo pero no quería verme como lo que estaba, celoso.

— Todos nos miran. — Susurré mirando la carta.

Ella sin pudor alguno giro a todos lados.

— Solo hay como tres persona aquí Marco. Y una de ellas es un adolescente. — Dijo mirando al joven pegado a su teléfono.

— Por eso, debemos vernos más enamorados, capaz nos toma una foto. Y aparte más, están los meseros.

— Estás loco. — Dijo ella pensando que pedir.

— Solo dame un pequeño beso. — Dije bajando la carta para recargarme en la mesa hacia ella.

— No.

— Uno pequeño.

— Eduardo, nadie nos está poniendo atención. — Dijo ella bajando la carta acercándose a mi. Yo me acerque de inmediato y junte nuestros labios dándole un beso un poco largo y algo tronado. Provocando la que las personas voltearan.

— Ahora si. — Dije recargandome en el respaldo de la silla orgulloso.

El mesero dejo de coquetearle, gracias a Dios, antes de que yo perdiera la compostura.

Después del beso pensé que pelearia conmigo pero no, ella pareció no importarle y solo miraba a todos lados con una sonrisita.

Después de seguir recorriendo cuando estaba atardeciendo llegamos a un baresito, tomamos varios shots y bebidas  con alcohol. Cuando notamos que había escurecido pagamos la cuenta y pedimos un taxi a la cabaña. Ella recargo su cabeza en mi hombro. Estaba a unos centímetros de su boca. Todo lo que pensaba era en girarme y besarla cuando el taxista anuncio que habíamos llegado. Ella se bajó rápido y yo pagué el taxi. Cuando llegue a la puerta mire su blusa tirada. La mire extrañado. Cerré la puerta con llave y más delante en las escaleras su pantalón, yo estaba nervioso. No sabía si subir o no.

Cuando subí, buscaba torpemente su pijama en ropa interior, solo trague en seco y le dije que se acostara. Busque su pijama y se la di, ni podía atinarle al hoyo para el pie. Con paciencia me acerque y la ayude a ponerse el shorts y la blusa.

Quedamos muy cerca, estaba a unos centímetros de su cara y no pude evitar darle un beso, el cuál ella correspondió abrazándome. Luego de unos segundos agachó su cara apenada pero sin separar su cuerpo del mío.

— Tu... ¿Aún me quieres?

Yo puse mis mano izquierda en su cintura y la derecha en su brazo subiendo y bajando lentamente, sintiendo el roce de su piel.

Hice un pequeño silencio buscando las palabras adecuadas. — Yo nunca, escúchame bien, nunca deje de quererte. — Dije Susurrando sintiendo demasiadas emociones dentro de mi.

Ella puso su mano en mi pecho y subí nuevamente su rostro para juntar nuestros labios.

La cargue hasta la cama y la seguí besando, poco a poco le hice el amor como tanta había deseado. Lento, quería demostrarle que la quería, sabía que esto solo era una parte de como demostrarle mi amor, la otra parte tocaría todos los días, cada mañana, cuando la levantará con un café y un cumplido, cuando tuviera paciencia ante sus inseguridades, compartir sus alegrías y disfrutar de las ideas locas de su cabeza, y sobre todo amar esas pequeñas cosas que ella suele llamar defectos. Sabía que quería abrazarlos hasta hacerla sentir que esas cosas, exactamente esas cosas eran las que me hacían amarla aún más.


No me olvides Markitos Toys -Terminada- Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora