Diferencias

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DOS

Vegetta había hecho justo lo que Rubius dijo; discretamente buscaba a Lolito entre los pasillos del lugar. No estaba funcionando. Si quería encontrar a Lolito debía buscar en los lugares menos concurridos. Fue así como llegó a los establos donde guardaban los caballos para las clases de equitación.

El lugar parecía tranquilo y sin señales de personas rondando, pero mientras más profundo llegaba, más audible era el sonido húmedo de besos desenfrenados.

La imagen era justo lo que imaginaba: el pelirrojo estaba con la espalda pegada a la pared, sus manos alrededor del cuello de un sujeto más alto y fuerte que él, con la piel bronceada y que desprendía un olor a sudor y almizcle. Los ruidos indecentes producto de sus lenguas jugando solo eran el pináculo de lo que realmente estaba sucediendo.

Vegetta tomó el hombro del sujeto más alto y lo alejó de su hermano, ambos estaban igual de sorprendidos, pero Lolito rápidamente volvió a su serenidad al ver de quien se trataba.

-Pri, prin, príncipe –habló el sujeto.

-Vete de aquí antes de que haga que te despidan –el chico salió corriendo de los establos, dejando solos a los dos príncipes. –Las clases comenzaron hace más de media hora.

-Oh, ¿en serio? Entonces, ¿qué haces aquí? –Lolito ató de nuevo su largo cabello naranja, intentando darle un aspecto decente.

-Deja de jugar ¿qué es lo que planeabas hacer? –Vegetta aprendió su antebrazo, jalándole un poco y ejerciendo fuerza. Sin embargo, Lolito estaba bastante acostumbrado a los "malos tratos" algo como eso no serviría para aplacarle.

-Ya deberías saber qué planeaba hacer, creo que es bastante obvio. De hecho me siento un poco molesto, no dejaste que termináramos.

Vegetta odiaba trata mal a sus hermanos, pero Lolito se volvía cada vez más indómito. Las palabras duras ya no eran suficientes para causarle miedo.

Pero Vegetta nunca recurriría a la violencia. Sus ojos cárdenos luchaban con los ojos verde intenso de Lolito, ninguno dispuesto a ceder. Derrotado, Vegetta aflojó el agarre en el antebrazo del pelirrojo. –Regresemos a clases ahora.

-De acurdo, hermano –la sonrisa de Lolito estaba llena de soberbia y victoria, cual niño consiguiendo lo que quería después de un berrinche.

***

Por otro lado, Luzu y Alex se las habían arreglado para sobrevivir en clases "aburridas", ninguna de las cosas que había visto estaban a su nivel. Después de que la clase de música terminara, todos los hijos de familias nobles se acercaron alrededor del menor de los hermanos, mirándole con ilusión y admiración.

-Eeeh, ¿pasa algo? –preguntó fastidiado el príncipe.

-Hemos escuchado que usted es muy bueno tocando el piano. Nosotros... queríamos saber si sería tan amable de deleitarnos con su talento.

Alex los miro con detenimiento, en verdad parecían entusiasmados y expectantes. Si bien se sentía fastidiado y aburrido, sus modales le impedían mostrar su verdadero ser. Con una sonrisa delicada (y fingida), que flechó a más de uno, aceptó interpretar algunas canciones.

***

-¿Escuchas eso? -preguntó Rubius a su amigo cuando pasaban frente al salón de música y a sus oídos llegó una suave y dulce melodía.

-Sí, parece que de nuevo vino algún músico famoso –contestó el chico quedando momentáneamente hipnotizado.

-Te aseguro que esa persona es mucho más que un simple músico famoso. Ven, sígueme Fargan.

Fargan siguió a Rubius, ambos se hicieron un espacio para poder observar a la persona del centro: un chico de cabellos brunos, piel lívida y ojos de distinto color. Tantas peculiaridades solo podían venir de alguien con la sangre más pura.

Fargan lo reconoció al instante. -¿¡Ese es el príncipe de Karmaland!?

-Ssh, sí, es él, el menor de los cuatro –respondió Rubius con una sonrisa ambigua.

-¿Alexby? –Fargan estaba realmente sorprendido. Hace un año había tenido el placer de conocer al mayor de los cuatro, Vegetta, también había visto a Lolito a lo lejos, ambos con apariencias dignas de la realeza. Pero en cuanto a sus intereses, ciertamente Alex había despertado su curiosidad desde el momento en que lo vio por primera vez en algún retrato de exhibición. -¡Es mucho más bonito en persona!

-Puff –rió Rubius observando a su amigo. -¿Has quedado flechado?

-Cualquiera quedaría flechado ante alguien así. Sé que te ocurrió lo mismo cuando viste por primera vez a Vegetta.

-¡OYE! Eso no es verdad.

-Como sea, no estoy flechado en el sentido que piensas, alguien al nivel de los cuatro príncipes está definitivamente lejos de nuestro alcance.

Rubius se sentía irritado. A pesar de que no gustaba de ninguno de los príncipes, el saber que si lo estuviera, ni siquiera tendría oportunidad, le fastidiaba muchísimo. Como si compitieras en una carrera sin caballo, o estar en un duelo sin un arma.

De repente sintió un pequeño odio ante la jerarquía de las clases sociales.

-Wow, el príncipe es realmente bueno tocando –continuó alagando Fargan. -Hace que todos esos músicos que he escuchado parezcan simples principiantes.

-¿Estás impresionado? –preguntó el peliblanco. –Tú también eres un príncipe, entre él y tú no hay diferencia. De hecho creo que podrías decirle algunas cuantas palabras (insultos) sin que te asesinen.

-No juegues con eso, solo soy el príncipe de un país pequeño, nada comparado con Karmaland; en cuanto a estatus, tú y yo no somos tan diferentes.

Mierda, lo sé. Pensó Rubius con enojo. A pesar de que su título no era malo, el no poder cruzar la raya con los príncipes le fastidiaba demasiado; claro que el favoritismo también era evidente.

El estar sometido a alguien, lo hacía sentir frustrado.

-Doblas, apártate del camino –esa voz en particular le hacía hervir la sangre.

Rápidamente recuperó su actitud juguetona y desafiante. –¡De Luque! ¿Pudiste encontrar a tu preciado hermano?

-Eso no tiene nada que ver contigo –no hizo falta mucho más que decir para que Rubius se hiciera a un lado.

El peliblanco mordió su lengua intentando contener todo lo que realmente quería decirle al príncipe mayor. Si tan solo estuviéramos en igualdad de condiciones...

Vegetta llegó al lado de su hermano, quien por instinto dejó de tocar. Debían cuidar su apariencia, así que Vegetta sonrió a los espectadores antes de mirar a su hermano y susurrarle lo suficientemente bajo para que solo Alex escuchara.

-¿Qué haces tocando para estás personas?

-Ellos me lo pidieron –contestó Alex sin entender cuál era el problema.

-¿Escuchas lo que dices? Ellos no deben pedirte cosas, son solo unos monos sin modales, justo ahora pareces un payaso dando un espectáculo. Alexby, no debes tocar para otras personas, mucho menos para quienes están por debajo de ti.

Alex no podía creer lo que estaba escuchando. Todo su rostro se pintó de un lindo color rosa pensando que había hecho el ridículo frente a tantas personas. Vegetta tenía razón, él era un príncipe, él era quien se quedaba sentado escuchando la interpretación de alguien, él debía ser quien solicitara cosas, no de otra manera. Si el tocaba música era para el mismo y tal vez para sus hermanos y el rey, no para nadie más.

Muy internamente, sintió un poco de odio hacía todaslas personas que lo observaban. 

Without a Crown KARMALAND AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora