Encarar

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CINCUENTA Y UNO

El frío viento del otoño traía consigo ese típico aroma a bizcochos de zanahoria, ralladura de naranja y pulpa de calabaza. Las calles de la zona alta de Karmaland gozaban con la alegría típica de estar cada vez más cerca de las festividades invernales, mientras se disfrutaba de los árboles con tonos rojizos y los abrigos largos de lana o algodón.

El príncipe más dócil y apacible caminaba con su sonrisa radiante y amable, dando los buenos días a todo aquel noble que se le atravesara e incluso intercambiando unas pocas palabras con algunos de ellos; preguntaban por la súbita ausencia del rey, el estado de los demás príncipes o sobre el matrimonio de Vegetta.

Luzu se limitaba a dar poca información, internamente incómodo, pero con la imagen externa de ser realmente demasiado inocente y recatado como para hablar de más. El pueblo, acostumbrado a tan encantadora personalidad, caería rendido ante él y le dejarían el camino libre, sin hostigarle ni retrasarlo en sus actividades.

El corazón de Luzu cada día se sentía más pesado; dolía ver a tantas personas alegres disfrutar de sus vidas mientras él traicionaba toda esa devoción que le ofrecían.

Se detuvo un momento antes de seguir caminando, observando la energía que desprendían los pueblerinos. Pero eso solo se trataba de una cara de la moneda; por otro lado, vivían en un limite que no permitía espacio para pensar en la felicidad de las fiestas invernales o de disfrutar del precioso ambiente otoñal. Un lado que Luzu desconocía completamente.

La zona media de Karmaland, especialmente la más cercana a la zona alta, todavía mantenía esa energía reconfortante de la calidad media alta de la sociedad. El príncipe esperó poco menos de cinco minutos antes de que un joven abriera la puerta de una linda casa simple pero refinada. No podía compararse con las viviendas de la zona alta, aunque tampoco tenía demasiado que envidiar. Nadie se negaría a vivir ahí.

-¿Debería sorprenderme por tu visita?

-Lo siento, el palacio es un desastre en este momento.

-Ya, se nota. Te ves más delgado y con ojeras en los ojos -Auron cruzó los brazos, se recargó en el marco de la puerta. -Luzu, planeas cuidar a los demás, pero ¿cuándo aprenderás a cuidarte a ti mismo?

-No necesito que me reprendas, suficiente tengo con todo lo que estoy pasando.

-¿Y viniste a desahogarte con sexo?

-Sinceramente, Auron, ¿qué tipo de persona crees que soy?

-Pues en este punto, no lo sé. No soy del tipo que se moleste por que hables con alguien más o incluso si te metes con otros, pero sí soy del tipo que se molesta por sentirse tratado como una basura por la persona a la que más aprecio le tiene.

El príncipe no respondió. Habían pasado meses desde la ultima vez que habló con Auron, había recibido cartas del sastre que nunca contestó. Se sentía como una horrorosa persona pues el motivo de su indiferencia no fue otro más que no quería hacerlo; no quería hablar con Auron, ni verle, ni tener ningún tipo de contacto con él.

-No eres una basura para mí -dijo Luzu, aunque no se sintió del todo sincero.

Auron se quedó pensando un momento, Luzu siempre fue su punto débil, quería abrazarle y decirle que contaba con él, pero incluso el príncipe merecía un poco de Karma. -¿Qué es lo que quieres, Luzu?

-Hablar.

-Creo que entre tú y yo no hay nada de qué hablar.

-Puede que tenga el nombre de la persona que ha estado enviando las cartas con "amenazas".

Auron no mostraba interés en lo que Luzu tenía para decirle, hasta que este mencionó el tema que había estado atormentado a ambos desde hace un tiempo, tal vez a uno más que a otro, pero que de alguna forma se relacionaba con los dos.

-¿Qué tan seguro estás? -de repente, el semblante de Auron se había transformado en total seriedad e incluso inquietud.

-No vendría hasta aquí si no estuviera lo suficientemente seguro.

Cuando Luzu terminó la oración, como si se tratara de otra persona, su rostro mostraba una expresión completamente diferente al Luzu dócil y apacible; sus ojos carmesíes emanando un brío que Auron jamás había visto, las cejas fruncidas, postura adusta, todo él se sentía feroz e intimidante.

-Entra -ordenó Auron importándole poco que Luzu fuera un príncipe.

***

-Así que el rey enfermó -concluyó Maximus con las manos cruzadas a la altura de la barbilla. -¿No es la nobleza quien goza de los mayores privilegios incluyendo temas de salud?

-Si estoy aquí, debe sopesar la gravedad del asunto -el menor de los príncipes no rogaría, al menos no tan fácilmente.

-Ni siquiera te has presentado, ¿tan podrida está la clase alta?

-Casi me mata, creo que la clase media tampoco puede presumir de educación.

-No soy yo quien viajó hasta aquí por ayuda, cuida tus palabras -Maximus le dio la espalda al príncipe, observando por la ventana la lluvia del exterior mientras pensaba en un Mangel enfermo. Aunque parecía inalterable al tema, en realidad su corazón dolía.

Estúpido Mangel, tienes prohibido morir antes que yo.

Mangel no solo era el rey que gobernaba toda una nación, también fue su más cercano amigo antes de que las responsabilidades del heredero los obligaran a separarse. Pasaron su adolescencia juntos, disfrutando de la juventud mientras jugaban en el campo y perdían tiempo charlando, hasta que la escolta del rey los encontraba y el descanso se convertía en una persecución, que la mayoría de las veces acababa en Mangel siendo atrapado y obligado a regresar al palacio.

Mangel nunca deseó ser rey. Ambos hablaban de huir para abrir un negocio en otro país. Maximus seguiría la profesión de sus padres y estudiaría medicina, mientras que Mangel robaría joyas del palacio, compraría un rebaño de ovejas y vendería la lana o la carne de ellas.

Una vida sencilla, lejos de tantas personas, solo dos amigos disfrutando de la magnífica simpleza de la vida que muchos ignoraban, pero que para ellos significaba la felicidad...

No fue posible.

-Soy Alexby, el menor de los hijos del rey de Karmaland -dijo Alex sacando a Maximus de sus pensamientos.

-¿Hijo del rey? Largo de mi casa.

-...

Without a Crown KARMALAND AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora