Tres lunas

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CINCUENTA Y SIETE

Alexby había estado en los barrios bajos de noche solo una vez, y casi muere, pero con la compañía de Fargan y Willy, el ambiente era totalmente diferentes. Willy los había guiado a una zona animada de los barrios, con tabernas donde se vendía alcohol y desde donde se escuchaba música simple: canciones de feria con palabras vulgares pero que incitaban a bailar.

-Vengan, por aquí.

El peliblanco entró a una de esas tabernas, pero a diferencia de las otras esta estaba mucho más calmada, con música muy sutil y hombres con expresiones serias.

-¿Comenzó? -preguntó Willy a uno de los sujetos.

-Hace diez minutos.

Willy asintió, giró en dirección de los príncipes y les indicó que lo siguieran. El bar solo era una fachada; bajando unas escaleras, que podrían guiar a un ático, se llegaba a una especie de guarida secreta que Alex solo había leído en novelas de misterio. El olor a humedad picaba la nariz, se sentía mucho más frío que en la parte superior, no había demasiados pasillos, pero sería fácil perderse pues todo se veía igual.

Mientras más se acercaban al lugar de la reunión, más ruido había. Voces masculinas entusiastas discutiendo con euforia sin parar. Fue difícil para Alex entender lo que decían, pero cuando pudo descifrarlo, se detuvo en seco.

***

-¿Podrías explicarme qué fue ese beso? -preguntó Rubius sentado en la esquina de la cama.

Su espalda nívea lucía como jade, los omoplatos sobresaliendo hermosamente, al igual que las vertebras en su columna. Su complexión delgada dejaba a la vista esos detalles, que resaltaban como una pieza de arte; como si alguien se hubiera tomado el tiempo de moldearlo detalladamente teniendo en mente el concepto de representar la delicadeza del cuerpo humano.

Rubius no tenía una estructura vigorosa, como se esperaba de los hombres nobles, pero tampoco lucía frágil. Su apariencia estaba entre la línea de lo feroz y de lo etéreo. Vegetta titubeó antes de contestar.

-Interprétalo como quieras -se dejó caer de nuevo en la almohada, con los brazos detrás de su cabeza, Rubius lejos de su línea de visión.

-¿Es este el punto para seguir con ambigüedades? Siempre fuiste directo, en especial con tus sentimientos hacia mí, ¿qué te hizo cambiar ahora?

Tú, tú me hiciste cambiar. Pensó.

-Es divertido verte quebrarte la cabeza tratando de entender qué es lo que siento por ti, ¿te importa tanto?

Todo el rostro de Rubius se cubrió de un velo rojo. Sus ojos irradiaban. Por lo bajo susurró: -Me importa, claro que me importa, pero no hasta el punto de perder la cabeza por ti. No seas tan egocéntrico.

Vegetta lo había escuchado claramente. Con la misma ambigüedad de hace un momento, también contestó: -Digamos que ya no importa dónde o frente a quien besarte. Si quiero, lo haré.

-¿Y si yo no quiero?

-¿Irás en mi contra? -la voz de Vegetta salió con un rastro de recelo. Rubius se sintió superior.

-No me atrevería, pero... -Rubius se dio la vuelta, de nuevo se acercó a Vegetta, ambos brazos apoyados a los lados de la cabeza de Vegetta. Contra luz, su silueta parecía estar rodeada de un resplandor áureo, su piel pálida brillando; Vegetta quería extender su mano y tocarlo nuevamente. -Tampoco estoy dispuesto a obedecerte en todo.

Había seducción en su voz al igual que rabia.

Un escalofrío recorrió el cuerpo del príncipe. Todo su autocontrol se perdió. Desesperado, tomó a Rubius por la cintura y lo hizo quedar debajo de él, con sus cuerpos desnudos, la mitad del trabajo ya estaba hecho.

-¿Estás seguro? -preguntó el mayor. -Mañana tienes que encargarte de gobernar todo un reino.

-Preguntas como si no fuese doloroso ya -Rubius lo besó antes de continuar. -Un poco de cansancio extra, vale la pena.

***

Un chico rubio deambulaba por el palacio, comiendo semillas de melón sin nada más que hacer. Ser familiar del duque tenía sus privilegios.

-¿Qué...

-Detrás de él escuchó una voz aguda, sonrió al saber de quien se trataba.

-¿Qué haces aquí? Creí haberles dicho a los guardias que te sacaran de aquí.

-Mmmm, no recuerdo eso, ellos buscaban a una rata blonda. Los ayudé a buscar, pero no logramos encontrarla.

Los ojos de Jesuss brillaban en rabia. -Era obvio que me refería a ti, ¿tan torpe eres para captar indirectas?

Obviamente que Herny sabía que se refería a él, pero le gustaba molestar a Jesuss; con mucho tiempo libre y con los demás príncipes ocupados todo el tiempo, solo quedaba Jesuss para encontrar diversión.

-Sí, de hecho soy muy torpe, tanto que me perdí en tan amplio palacio -Herny se acercó peligrosamente a Jesuss. Su mirada similar a la de un cachorro triste.

-Estamos justo frente a la entrada, ¿podrías al menos esforzarte más?

El menor estaba irritado, ya estaba lo suficientemente molesto por no haber conseguido encontrar la carta de Alexby, con Herny frente a él solo tenía más ganas de atarse una soga al cuello.

-Príncipe Jesuss -fue cuestión de segundos para que el marqués recuperara su típico tono alegre y sonrisa resplandeciente. -Déjeme darle un consejo.

-No lo quiero.

-Creo entender la razón de su pésimo carácter -continuó el rubio ignorando al menor. -Si bien es cierto que usted es uno de los miembros reales más importantes de todo el continente, que su fortuna atrae a cualquiera, sus habilidades aristócratas no son cuestionables y que su apariencia no es tan mala...

-¡¿Qué...

-Es su personalidad lo que arruina todo. Por eso no tiene a ningún pretendiente decente. La nobleza no es estúpida, claro que les atrae todo lo material, pero tampoco están dispuestos a soportar tanto por un beneficio monetario.

-¿Estás diciendo que prefieren vivir en su "miseria" a tener que pasar su vida conmigo?

-¿Tenemos que poner en consideración su inteligencia? -Herny no le dio tiempo de responder, rápidamente continuó. -Aquí mi consejo: baje sus estándares en TODO, no sea tan exigente y disfrute más la vida. Es aburrido tener que lidiar todo el tiempo con alguien que parece vivir enojado con su existencia misma.

Jesuss bajó la mirada, su cabello cubriendo la expresión en su rostro. Herny pensó que tal vez se había pasado un poco, con delicadeza tomó el hombro del menor. -¿Estás bien? No quise ser tan duro, en realidad solo estaba molestand...

El puño de Jesuss terminó en una de las mejillas de Herny. El golpe no fue suficiente para derribar al rubio, pero sí para alejarlo unos cuantos pasos atrás.

-¡¿Quién te crees que eres para darme consejos tan estúpidos?! ¡Una total pérdida de tiempo! -el conejito marrón se transformó en un lobo irascible; con llamas en los ojos y el cabello alborotado.

Herny siempre quiso conocer el limite de Jesuss, y al parecer lo había conseguido.

Desde el lugar del impacto, hasta la punta de sus dedos, una corriente cálida se extendió causando hormigueos similares a la adrenalina.

Jesuss tenía la intención de seguir gritando maldiciones para Herny, pero en ese momento la puerta principal del palacio se abrió. Mensajeros agitados con «preocupación» escrito en el rostro se acercaron corriendo hasta ellos.

-La ciudad... la ciudad se incendia. 

Without a Crown KARMALAND AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora