ONCE
Los pasos de Fargan eran algo torpes e inestables, afortunadamente se compensaban bastante bien con la delicadeza y destreza de Alexby, quien a pesar de ser el que debía ser dirigido, daba algunas señales de giros o de cambios para que Fargan pudiera interpretarlos y así disimular a la perfección pequeños errores.
"Son realmente bellos", "y que lo digas, tal vez este año no solo tengamos la boda del príncipe Vegetta y el príncipe Luzu, si somos afortunados tendremos también la boda del menor", "sigo pensando que ese joven no es lo suficiente para Alex", "da igual, solo míralos, son como dos ángeles de mundos diferentes congeniando en la misma paz".
Todos esos comentarios llegaban a oídos del menor.
Así que esta es la presión social que soporta Vegetta todos los días; ya veo porque siempre parece tan perfecto. Ser hijo del pueblo es agotador. Se lamentó Alexby dándole una mirada de soslayo a Vegetta, quien miraba fijamente a algún punto del otro extremo del salón, entonces caminó discretamente hacia afuera, aprovechando que todas las miradas estaban puestas en Fargan y Alex.
El menor sonrió pensando que tal vez inconscientemente había sido de ayuda para su hermano mayor. Los tres hijos de la corona merecían un descanso en un baile tan agobiante, incluso aquel con el espíritu inquebrantable y el mejor acto de todos.
-Príncipe Alexby –llamó Fargan un tanto nervioso y sin mirarle a los ojos. –Perdone que sea tan inoportuno, pero ¿puedo preguntar de qué quería hablar conmigo?
El sonrojo de Fargan era encantador, como si hubiera hecho el acto más vergonzoso al hacerle una pregunta "inoportuna" al príncipe de Karmaland. Alex sintió un poco de ternura surgiendo en su interior. Pocas veces era consciente de los efectos que causaba en las personas por el simple hecho de llevar el título de "príncipe heredero", y pocas veces era agradable. La mayoría de las ocasiones la gente huía de él para evitar cometer errores, en otras ocasiones sobreactuaban amablemente, tanto que se notaba a distancia la hipocresía; pero con Fargan era muy distinto y cautivador, a veces, cuando no estaban en público, hablaba con un poco más de confianza y soltura, otras veces (como en un baile donde es el centro de atención) vacilaba y se ponía nervioso.
Alex rio tratando de aligerar el ambiente. –No se te da muy bien bailar, ¿crees poder hacer dos cosas al mismo tiempo?
Los ojos de Fargan se abrieron sorprendidos, desprendiendo un brillo que solo se quedaba en cordial. Eso de alguna forma lastimó un poco al pequeño, sabiendo que ese era el destino que tendría: un matrimonio basado en la cordialidad y el respeto, tal vez, y si tenía mucha suerte, podría obtener con el tiempo una dependencia de comodidad.
-Entonces solo me centraré en escucharle y después de esta pieza daré mis comentarios, si es que los solicita.
-De acuerdo –contestó Alex junto con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Fargan pudo notar la amargura junto al desasosiego que albergaba el corazón del menor.
Alguien joven, con la vida arreglada y perfecta, símbolo de nobleza, con todo a su alcance, ¿qué es aquello que tanto te lastima? El moreno no quería pensar en la respuesta, porque sabía que tenía culpa de ello.
***
A las afueras del salón, en el laberíntico jardín de rosas y setos de laurel, dos siluetas parecían ser protagonistas de una danza de persecución; adentrándose cada vez más sin miedo a perderse.
El que tomaba la delantera se detuvo hasta llegar a la salida de aquel "laberinto", donde se extendía un llano de césped verde justo detrás del salón, un escondrijo al que sería imposible acceder de alguna otra forma.
-¿Cómo sabes de este rincón? –preguntó el 'persecutor' con un rastro de recelo.
-Alguien me lo mostró –contestó descaradamente el otro, sin perder su característico tono serio.
-Me repugna imaginar los actos desvergonzados que sucedieron aquí –dijo el peliblanco con los ojos llenos de una furia casi incontrolable. No fue más allá a pesar de que quería, pues no estaba en la posición de reclamar, pero si podía hacer ciertas preguntas. -¿Por qué me trajiste hasta aquí?
El mayor de los príncipes recargó la mitad de su cuerpo en la pared, los brazos cruzados y sin darle una mirada a Rubius.
-Yo no te traje aquí, tú decidiste seguirme, de hecho, quiero saber por qué.
En realidad no le interesaba la respuesta, solo quería fastidiarlo un poco, como si aparentar ser amable y respetuoso con él debía equilibrarse cada cierto tiempo.
Si el príncipe pregunta algo, el cien por ciento de las veces obtendría una respuesta. Rubius se mordió el labio inferior antes de contestar. –No dejabas de mirarme allá dentro, pero ahora ni siquiera me das un vistazo, ¿qué es lo que intentas?
Vegetta sonrió complacido con el cambio de tono en la voz de Rubius; le divertía bastante escuchar esa urgencia de explicaciones mezclada con rabia.
Entonces, en un movimiento rápido, empujó a Rubius contra la pared, el peliblanco no tuvo tiempo de reaccionar, sintió un dolor soportable en toda su espalda acompañado con la sensación fría del concreto, que se expandió sobre su espalda incluso si había una gruesa capa de ropa en medio.
El tener al mayor de los príncipes así de cerca causaba que todas sus sensaciones, emociones y su cuerpo fueran más sensibles, tanto que sus piernas comenzaban a temblar y su corazón a latir más rápido.
-¿Qué haces? -contrario a lo que sentía, su voz salió firme e incluso con un rastro de furia, similar al gruñido de advertencia de alguna bestia que se siente amenazada pero que no está dispuesta a ceder.
-Querías venir al baile conmigo ¿cierto? -era una pregunta, pero en realidad Vegetta ya sabía la respuesta.
-¡¿QUÉ DICES?! -los ojos de Rubius brillaron de ira; su color verde enebro pareció cambiar a uno esmeralda. En la lobreguez de la noche lucía tan atractivo, incluso el rojo de sus mejillas pareció brillar con mucha más intensidad; cual caramelo rojizo cubriendo las fresas o manzanas ya de por si rojas que se vendían en las ferias.
-¿Por qué mientes? -Vegetta acercó su rostro justo al lado de la oreja de Rubius, sus alturas no eran tan diferentes, pero en esa posición, el duque se veía considerablemente más pequeño; tal vez opacado por el estatus diferente al que pertenecían, tal vez por la presión de estar siendo sometido, o tal vez por lo endebles que se encontraban sus rodillas ante el aire cálido y el hormigueo en toda la parte derecha de su rostro.
Rubius también sabía jugar sucio.
Una de sus manos se deslizó lascivamente desde el pecho hasta la barbilla del príncipe, obligándole a verle directo a los ojos.
-¿Dónde dejaste a tu príncipe Egoliano?
-¿Acaso importa?
-No.
Sus bocas se unieron con urgencia y necesidad, de forma violenta y dejando aberturas para que la lengua de uno se deslizara sobre la cavidad del otro, haciendo de algo descrito tan bellamente en los escritos de la época como era un beso, en una lucha vehemente para determinar quién tenía el control y para reclamar lo que no podían decir en voz alta.
Cada pequeña mordida en la carnosidad del labio inferior se podía interpretar como un reclamo.
"¿Por qué aceptaste ir con ese payaso?"
"No me diste una propuesta"
"¿Por qué no lo hiciste tú"
"¿Yo? ¿Un príncipe proponiendo a un duque?"
Otra mordida más, esta vez con mucha más ímpetu, causando un ligero corte en los labios del príncipe.
-Bastardo -susurró Rubius entre cortadas respiraciones y sin deshacer el beso.
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Without a Crown KARMALAND AU
FantasyLos cuatro príncipes de Karmaland no son solo caras bonitas y modales impecables. Detrás de tanta perfección, se ocultan secretos cada vez más escandalosos que los anteriores. El reino sufrirá las consecuencias de las guerras en reinos cercanos. El...