Las razones

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VEINTITRÉS

Los siguientes días fueron extrañamente tranquilos después de que Alexby tuviera que salir a aclarar todos los rumores respecto a su repentina -y totalmente desconcertante- huida.

Fue de hecho bastante fácil, nadie en el reino se atrevería a dudar de las palabras de un príncipe, mucho menos de las del menor. Con todo eso, Alex se sentía como si estuviese traicionando al reino, ya era la segunda vez que mentía para encubrir las acciones de la realeza; la primera para ayudar a escapar a Luzu, y esta vez para encubrirse a sí mismo.

Espero que no se convierta en una costumbre. Pensó.

Excluyendo ese escándalo ya aclarado, todo volvió a ser estable, aunque esa tranquilidad se sentía asfixiante. Era claro que algo había cambiado y que las cosas no estaban bien para nadie.

Alexby dejó las prácticas de piano, Luzu se notaba alerta todo el tiempo, Vegetta le daba vueltas a la entrada del palacio y Lolito... A pesar de que no tenía problemas serios, le afectaba que sus hermanos no estuvieran bien.

El fin de semana estaba próximo, y Reborn llegó al palacio solo dos días después de que Vegetta envió su carta confirmando estar de acuerdo con todo lo planeado. De alguna forma, Reborn ayudó a que el ambiente en el palacio se aligerase un poco: a Reborn le gustaba molestar al menor y Alexby no tenía otra opción más que soportar, Luzu le pedía al castaño que le ayudara a escoger trajes y a hacer moños extraños con los listones y Lolito disfrutaba platicar con el otro príncipe sobre los paisajes en países cercanos.

Al ver una pequeña luz regresar al palacio, Vegetta pensó que todos sus caprichos respecto a su matrimonio con Reborn eran una tontería y que probablemente encontraría felicidad con ese hombre.

Sin embargo, su felicidad momentánea desaparecía cuando se quedaba solo con Reborn. Odiaba no poder obligarse a enamorarse de alguien tan perfecto.

-Perdón por apresurar tanto las cosas –dijo Reborn.

-No tienes que disculparte, debes tener tus razones –lo único que podía hacer Vegetta era mantenerse al margen de todo y actuar correctamente para evitar otra controversia que involucrara a la familia real.

-Las tengo –Reborn tenía ese tono de voz firme y confiado, pero por primera vez se sentía como si sus palabras flaquearan. –Las cosas no están bien en Egoland.

-¿A qué te refieres? –Vegetta tenía una idea de lo que podría estar pasando, pero necesitaba oír la confirmación.

-Los países que rodean Egoland han entrado en guerra.

Ninguno de los dos habló.

Los rumores de las guerras eran en realidad hechos, el país de Krone ganada cada vez más territorios y buscaba expandirse más. Esa situación se sentía lejana cuando Krone solo había conseguido un par de islas pequeñas muy al norte de Karmaland y Egoland, pero solo bastaron seis meses para que las conquistas se expandieran casi al 20 % del continente.

La decadencia en el comercio y la baja en la economía nacional eran una clara señal de lo cerca que estaba la guerra. Y esa guerra estaba a punto de llegar a Egoland. Si Egoland caía, el siguiente en caer sería Karmaland.

-Entiendo –dijo Vegetta terminando con el silencio. –El convenio de matrimonio no solo abarca tratados comerciales y dependencia económica, también incluye soporte militar. Eso es lo que deseas, ¿cierto?

-Así es.

-De acuerdo, entonces hagamos el anuncio este fin de semana, le pediré a alguien que redacte las cartas y que las envíe a las familias de la zona.

Vegetta estaba a punto de salir cuando la mano de Reborn lo detuvo.

-¿Estás seguro? –los ojos lóbregos de Reborn mostraban inseguridad, Vegetta nunca imaginó presenciar algo como eso.

-¿Me estás dando la opción de elegir?

No hubo respuesta.

Eso imaginé. Pensó Vegetta mientras apartaba la mano de Reborn y caminaba hacia la puerta.

-Siempre se trató de elegir –contestó antes de que el mayor de los príncipes saliera.

El príncipe se quedó quieto, su mano firme en la manilla. Sus palabras fueron claras y cargadas de convicción. Cualquiera que fueran sus sentimientos por Rubius, desaparecieron en ese momento.

-Y yo elijo a mi pueblo. 

***

-¿Cuál crees que sea el motivo del día de campo? –preguntó Rubius.

-Mmm, no lo sé, es muy repentino, la temporada de anuncios relevantes terminó hace casi dos semanas. Si la realeza quisiera anunciar algo grande, lo habría hecho en el baile de primavera –Fargan examinaba la carta tratando de encontrar alguna pista en el contenido, pero la carta era demasiado enigmática y breve, con solo los datos del lugar, la fecha y la hora. En cuanto al asunto... "Un ameno convite con las familias más importantes de todo Karmaland para convivir y estrechar lazos."

¿Qué rayos significaba eso?

-Tal vez están usando esto para tratar de desviar la atención del asunto del príncipe Alex.

-No lo creo, la realeza no suele recurrir a encubrimientos. Pensando detenidamente, la última vez que la familia real hizo un día de campo fue cuando anunciaron el compromiso del rey Mangel.

Las manos de Rubius temblaron por unos segundos. -¿Quieres decir que alguien va a casarse?

-Es solo una suposición, además, ¿quién podría casarse? Ninguno de los príncipes ha anunciado una relación, imposible hablar de matrimonio -contestó Fargan. 

Aunque Alex y yo tenemos un compromiso arreglado.

-Tienes razón, imposible que los príncipes se casen, no me imagino a alguien casándose con Alexby, mucho menos con Vegetta, JAJAJA –Rubius no podía parar de reír, Fargan tuvo que tomarlo del brazo para que no cayera de la barda donde estaban sentados.

-¿Qué es tan divertido?

-Lo siento –Rubius intentaba detenerse sin éxito. –Es solo que no puedo imaginar a Vegetta casado, escucha, Fargan, el día que Vegetta se case, yo mismo me enlistaré en el ejército de Karmaland para hacer servicio por todo un año.

-Preferiría que te ordenaras como monje y dieras tu voto de silencio por seis meses.

Rubius le lanzó una mirada de muerte a Fargan, con un empujón, Fargan cayó de la barda. 

Without a Crown KARMALAND AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora