Lirio

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TREINTA Y NUEVE

¿Es un error? Se preguntó Rubius cuando al ver por primera vez su traje de boda se dio cuenta de que el pañuelo en la parte izquierda del pecho era de color morado, el color predestinado a Vegetta. No quería darle más vueltas al asunto, pero la idea de que no se trataba de un error seguía rondando en su cabeza. Pero si no se trataba de un error, solo quería decir que alguien intencionalmente lo había confeccionado de esa manera, y la única persona que tenía la autoridad para hacer eso era Vegetta.

¿Está tratando de fastidiarme? Mientras más miraba el pañuelo, más furioso se sentía.

¡Qué ridículo!

Pasó más tiempo del que debía pensando en esa tontería, cuando se dio cuenta, estaba retrasado para la ceremonia.

***

-¿Imaginas que te dejen plantado en el altar? –picó Alexby cuando solo habían pasado cinco minutos de retraso.

Vegetta lo miró desafiante, pero no le dijo nada, siempre había sido débil ante el menor, no podía regañarlo solo por un comentario demasiado fuera de lugar.

Aunque permaneció inmutable, Alexby lo hizo pensar y llegó a un pensamiento bastante alarmante.

Creo que estaría bien que Rubius se arrepintiera. Estaría bien que decida no casarse conmigo.

Por favor, envía a todos a la mierda y no vengas, me encargaré de los rumores, solo no aparezcas.

Cuando sus pensamientos se volvían más y más distorsionados, como si se tratara de un martillo haciendo pedazos un espejo, esas ideas desaparecieron al escuchar como todos a su alrededor suspiraban y dirigían su atención a la puerta de entrada en la sala privada de la catedral, donde un chico de cabello desordenado color nevado, mejillas sonrojadas y respiración agitada aparecía en el marco de la puerta.

Envuelto por la luz del exterior, con esa imagen sofocada y desarreglada, signos de haber corrido hasta el lugar, bien podía interpretarse como que el chico había pasado hasta el último momento pensando en qué hacer, pero al final, como un ser magnánimo celestial, había abierto la puerta del cielo para bajar a la tierra con el único propósito de salvar a todas esas personas que no habían hecho nada por él más que insultarlo y subvalorarlo, aunque esperaban que él se sacrificara por el resto de su vida.

Sonaba como algo demasiado injusto.

Pero ¿qué era una vida contra un pueblo entero?

Al levantar la mirada, además de encontrarse con muchos pares de ojos viéndolo con sorpresa, también estaba la mirada malva del hombre con el que compartiría su pesar. Diferente a la sorpresa de las otras personas, Vegetta lo miraba más bien con decepción.

Volvió a doler.

Y deseó no estar ahí.

Deseó volver a sus días de colegio cuando se pasaba molestando a Vegetta con comentarios vulgares, provocándolo para que se enfadara y mostrara un nuevo nivel de fastidio, días riendo y jugando a su alrededor.

O tal vez sería mejor no haberlo conocido.

Pero ¿qué eran dos vidas contra un pueblo entero?

Nada, no eran nada, y a la vez lo eran todo.

-¡Príncipe Vegetta! ¡Rey Mangel!

Detrás del peliblanco, en una promoción de dos chicos guapos por el precio de uno, apareció el marqués Harny. Un chico que si bien no era tan conocido como algunos otros miembros de la nobleza, se había ganado un lugar en el recuerdo de la realeza por ser el familiar más cercano a Rubius y por ser alguien tan radiante como el color dorado de su cabello.

Without a Crown KARMALAND AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora