La sensación de estar vivo

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QUINCE

-Tengo que regresar a mi reino –dijo el castaño dejando el té de lado y acercándose al alféizar de la ventana, donde el mayor de los príncipes miraba al exterior. –Yo mismo me encargaré de todos los preparativos, no necesitas preocuparte por nada, tampoco el rey Mangel, sé que ahora mismo se encuentran en una situación complicada.

Vegetta volteó a mirarlo. –Nunca podré agradecerte lo suficiente por lo que estás haciendo.

-No tienes que hacerlo –Reborn mantenía su mirada fija, nunca cortó con el contacto. –Esto también beneficia a mí reino, sería un estúpido si aceptara sin ningún beneficio de por medio.

-¿El beneficio es suficiente como para sacrificar tu felicidad?

-Estás haciendo lo mismo que yo, creo que conoces perfectamente la respuesta. –Reborn le dio una sonrisa impasible y continuó. –Además, no estoy sacrificando toda mi felicidad, sé que esto nunca será verdadero, pero en estas situaciones, la estabilidad es suficiente para hacerme feliz.

Vegetta aguantó la mirada unos segundos más, hasta que ya no pudo; se dio la vuelta y volvió a mirar por la ventana.

Reborn seguía mirándolo, el príncipe emanaba un aura fatigosa llena de suplicio y pena. Reborn comprendió al instante qué es lo que ocurría. –Pero veo que tú no eres así de conformista –habló. –Príncipe Vegetta, pensé que su madurez estaba a la altura de cualquier rey viejo y sabio, pero ahora solo compruebo que aún conserva un toque de sentimientos joviales nada propios de un líder. Le daré un consejo, deshágase de esos sentimientos románticos a los que se aferra con esperanza.

El castaño se dio la vuelta, cuando estaba a punto de salir, se detuvo en el marco de la puerta. –Le enviaré una carta con el día de la boda, el anuncio del compromiso se hará un mes antes.

Vegetta estaba a punto de decir algo más, pero Reborn ya se había ido.

Al quedarse solo, cientos de pensamientos invadieron su cabeza.

Vegetta siempre había sido el niño perfecto en el que todos mantenían sus expectativas, recordaba perfectamente que desde pequeño tuvo que sacrificar bastantes cosas; mientras sus hermanos jugaban y discutían por juguetes, él tenía que aprender caligrafía y equitación; mientras los niños de su edad recibían cachorros y dulces de regalo, el recibía libros de historia y arte.

Pasaba las noches estudiando y perfeccionando todos los aspectos en los que se suponía debía destacar. Lloraba a solas cuando algo no salía bien y después se reprendía a sí mismo por haber llorado.

Llegó un punto en el que no recordaba la última vez que había llorado, la última vez que había reído en serio y la última vez que había sentido algo real por alguien.

El reino entero había convertido al mayor de los príncipes en un caparazón vacío, carente de sentimientos e incapaz de tomar sus propias decisiones, un títere del pueblo que solo estaba para cumplir expectativas.

Y era por ese reino, por el que estaba sacrificando su única esperanza para poder recuperar un poco de felicidad.

Como había dicho Reborn (el joven que ejemplificaba a un próximo rey perfecto), para poder continuar sin caer en depresión, debía deshacerse de esos sentimientos molestos y románticos que solo interferían en sus planes.

Tocó sutilmente la esquina de sus labios, la herida casi había desaparecido, así como cualquiera que fueran los sentimientos que tuviera por esa persona

***

Vegetta no era el único con cientos de pensamientos fastidiando en su mente. Alex había pasado toda la tarde intentando encontrar una solución a algo que ya estaba determinado. Era como forzar a que el resultado de 1 + 1 fuera tres cuando claramente era dos.

Así de estúpido se sentía.

A la hora de la cena decidió no bajar. Tomando ese tiempo como una oportunidad para seguir pensando a solas de nuevo leyó el periódico que su padre le había permitido tomar. La textura del papel picaba en la yema de sus dedos, muestra de la baja calidad de este; la tinta se corría manchando el papel y dificultando el leer el contenido, así que debía ser en extremo cuidadoso; la tipografía era la misma, sin títulos adornados ni detalles en los bordes de la hoja, incluso el papel se veía ajado y extrañamente desprendía un olor a humedad.

El contenido de la página principal ya era lo suficientemente sugerente como para incitarle a seguir leyendo:

"El otro pueblo que siempre ha estado en guerra

Los rumores más preocupantes en los barrios altos son respecto a las guerras en países cercanos, para nuestra parte de la población, no hay diferencia alguna en que Karmaland entre en guerra y lo que debemos vivir día a día.

Si bien la situación no es tan desesperante todavía, cada día mueren al menos dos personas por hambre, en peleas clandestinas financiadas por la clase alta donde el premio son unas pocas monedas o por suicidios al perder toda esperanza.

[...]

Esa es la realidad de los barrios bajos, donde se vive en una guerra contra la vida día a día."

Cuando Alex terminó de leer todo el periódico de nuevo, pasaban de las 12:30 de la madrugada. Los únicos pensamientos en su cabeza eran respecto a los barrios bajos.

Tenía que confirmar esa información él mismo.

Se acercó a su ropero, tomó una capa gruesa color añil, una daga pequeña y una talega donde guardó el periódico. Salió silenciosamente de su habitación, rodeó el palacio para evitar a los guardias de la entrada, trepó un árbol y finalmente saltó fuera del muro.

Nunca había hecho eso antes, sorprendentemente se le daba bien. Llegar a los barrios bajos no sería fácil, solo había estado cerca de ahí una vez, ni siquiera había entrado a esa zona, todo sería nuevo, corría con el riesgo de perderse e incluso de ser asesinado, pero él estaba determinado a descubrir la realidad de las cosas por sí mismo.

Si moría, sería sabiendo la verdad que la clase alta busca ocultar.

Mientras más se alejaba de las calles limpias y las casas elegantes, su corazón palpitaba más rápido; no era miedo, era un sentimiento diferente, similar a la emoción y a la adrenalina.

Nunca se sintió tan vivo.

***

La adrenalina que sentía se vio fastidiada por unos momentos cuando sitió que alguien lo seguía. Bruscamente se detuvo a mirar hacia atrás. Miró en las esquinas de las calles, a los lados de los buzones de correos e incluso se escondió unos minutos para confundir a su "persecutor", pero nada pasó.

¿Algún guardia me vio salir? No, imposible. Pensó.

Tal vez solo estoy siendo demasiado paranoico.

Intentando ignorar esa incomodidad que seguía persistiendo aun cuando había confirmado que "nadie lo seguía", continuó corriendo hasta llegar a la parte media de Karmaland, donde los ladridos de perros, la basura en las calles y los sonidos extraños comenzaron a afectar su valentía.

No había vuelta atrás, estaba a menos de dos horas de entrar en los barrios bajos. 


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Nong C.: Siguiente capítulo aparece un nuevo personaje. Disculpen el mucho texto de este capítulo, necesitaba aclarar algunas cosas de las que se han estado hablando ambiguamente en capítulos anteriores como el contenido del periódico de Alex o la extrañeza en la actitud de Vegetta. 


Without a Crown KARMALAND AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora