◁El último partido▷

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Todos los móviles sonaron a la vez, indicando la hora de despertarse de un sueño que les pareció demasiado corto. Se miraron entre ellas sin decir palabra, no hacía falta ni una para saber que todas se encontraban nerviosas, no eran unos nervios normales, eran tan fuertes que les causaban dolores en el estómago y sin embargo se levantaron, ordenaron el lugar donde habían dormido y comenzaron a moverse por el lugar. Las que no se habían duchado en la noche aprovechaban ahora, Akane fue mandada a despertar a los chicos, que como predecían únicamente el Manager se había despertado por su alarma. Los otros tres seguían durmiendo a pierna suelta, (nombre del manager) trataba de despertar a Kuro, pero sin molestarle mucho, lo que era casi imposible, a ese señor se el debía gritar al oído, pues la sordera le había llegado. 

Akane carraspeó un poco y con la sartén y la cuchara que previamente había tomado de la cocina gritó con toda la fuerza que sus pulmones pudieron darle de buena llamada.— ¡Ha despertar gandules! —Aporreó la sartén con espero y atisbó como se levantaban asustados, entre risas salió despedida hacia abajo.

— ¡Niña del demonio! ¡¿Acaso querías matarme de un infarto!? —Koko y Hatsune pasaron corriendo de largo llorando de la risa.— ¡Malagradecidas! ¡Con lo que este viejo ha hecho pro vosotras! —Vociferaba el entrenador.

El señor bajó poniéndose unas sandalias, no se molestó en ponerse algo y bajo con su pantaloneta azul con rayas y la camiseta blanca de tirantes.

— ¡Entrenador, póngase algo! —Ai desvío la mirada.

— ¡Nunca habéis visto a un señor en pijama o qué!? —Kuroro subió a cambiarse.

Bakugo y Aizawa habían aprovechado para ducharse, la noche anterior tuvieron que hacer un poco de oídos sordos. Las chicas no paraban de parlotear en los baños mientras se duchaban. No querían pasar por allí y ver algo o escuchar algo que no deberían.

Bakugo se visito allí mismo envuelto como pudo en una toalla. No era lo mismo vestirse junto a sus compañeros, que vestirse junto a un proheroe. El mayor esperó hasta que se fuera y allí salió y se visitó colocando encima de su camisa (obviamente negra) una toalla para detener las gotas y así no mojar su ropa. Improvisó una coleta baja y buscó con la mirada a su pareja. La encontró divertida, quizás un poco excitada. Hablaba con Koko y entre comentarios angustiosos se les escapaba alguna que otra risa. Añoraría hacer eso si al menos de joven lo hubiera hecho, pero siempre fue así, más apartado. Akane no parecía serlo, se dejaba llevar por la corriente y no le molestaba demostrar lo nerviosa que estaba, remarcando todos sus defectos entre risas "ya veras como me choco con alguien" "uff, como me caiga intentando levantar una bola..." "¿Te imaginas que nos ganen por mucho" todo entre risas de Koko y de ella misma. Shota conocía aquello, reírse de los nervios, como si en realidad no te estuvieras carcomiendo por ello, como si en realidad a Akane no le diera pavor caerse en medio del campo, chocarse con una compañera o fallar en un movimiento. Las risas siempre apaciguaban todo, al menos a ojos exteriores, porque en el fondo, Akane no tenía muchas ganas de reír. Lo notaba en su desigualada risa y en el repiqueteo de su pulgar, sujetaba una espátula con ella y toqueteaba una y otra y otra vez el mango plastificado. 

El desayuno preparado por ambas dejó mucho que desear a quienes no participarían en el partido. Constaba de un huevo, una ensalada, nueces y un zumo de procedencia extraña, con tal de ver cerca a Reikido o a Fujimoto cerca de una batidora, era suficiente como para no tomar ningún zumo que tuvieran delante. Ellos se quedaron con hambre, y para que mentir, ellas también, pero con lo dos litros que tomaron de agua y del zumo anaranjado que además de naranja tendría mil cosas más, terminaron llenándose. 

Viviendo con mi Sensei. 【SHOTA AIZAWA × OC】「PARTE I.」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora