Por una serie de problemas Akane se ve obligada a vivir con su maestro. Un hombre de 31 años, Aizawa Shota, algo cascarrabias, dormilón y serio, en cambio ella es despreocupada, bromista y muy juguetona.
¿Qué pasará en esa casa con esta curiosa pare...
Shota seguía al enfadado, molesto. Era demasiado incómodo por que igualmente quería dormir conmigo. Me abrazaba con tanto énfasis que parecía que no me quisiera soltar.
Era verano y yo no salía mucho. Sentía que si volvía a salir al regresar Shota estaría más enfadado. Entonces me di cuenta.
Shota no era Dabi. Era un hombre adulto, amable y protector. No tenía que preocuparme sobre esas cosas, lo más importante ahora era reforzar lo que sea que tengamos entre los dos. Shota no es de salir mucho. Eso está claro. En cambio a mi me encanta salir de fiestas pero no conozco mucho. Algunas cafeterías y todas las malditas discotecas de la zona.
— Sho... ¿Te apetece salir? —Arqueó una ceja con cara de gruñón, era demasiado mono.— No te puedes pasar todo el verano en casa y solo salir para patrullar.
Se lo pensó por unos momentos y asintió. Sonreí y le dijo un fugaz Beso mientras me levantaba para vestirme. Seguía teniendo las marcas de Shota así que me puse una bufanda granate que no daba mucho calor.
Sabía que Shota no era de los que se arregla, menos para ir reuniones, pero yo adoro arreglarme. Me puse unos jeans de tiro alto y unas deportivas blancas.
Lave mis dientes y me puse un poco de glosh. Volví a la habitación donde Aizawa había terminado de cambiarse. Colocándose bien una camisa básica de manga larga y por primera vez en mi vida ví que se colocaba unos jeans negros. Aviso de que tengo un fetiche extraño con las piernas de los hombres más concretamente por las pantorrillas y esos jeans se le ajustaban a la perfección.
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— Estas muy bien —Sonreí mirando la hermosa escultura que habían tallado los mismos dioses a la que yo llamaba Shota.
El me dio un beso en la frente y cogió las llaves de casa.— Vamos.
Asentí y me despedí del pequeño minino.— Ya volvemos...
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Me gustaría poder darle la mano en público. Pero había demasiada gente. Normalmente me confundían con una chica mayor de edad pero por si acaso no me arriesgué.
Pero la ganas de poder acercarme a él me sobrepasaron. Lo conduje a un parque apartado. Lo solía transitar con Dabi para que no pudieran reconocerlo. Respiré hondo y agarré la mano de Shota mientras miraba al suelo. Rezando por que no me apartara.
Sentí su mirada desconcertada, me sonrió con una delgada curvatura y entrelazó nuestras manos.— Aquí hay muchas parejas... —Buscó un adjetivo con el que identificarlas.— ¿diferentes?
Reí— es un parque un tanto especial. Para no ganarse miradas raras de otros caminantes, todo el mundo sabe cómo es este. Vienen parejas de distintas edades, del mismo sexo o por el estilo. Solo quería agarrarte de la mano...
