◁Desempolvando▷

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Hay algo atrayente, casi poético en repetir los mismo errores, una y otra vez. Más si no se sabe que se está cometiendo uno.

Cuando un cuerpo no pone límites a nada, ¿como sabes si se obra mal? ¿Como siendo una persona tan testaruda puede aceptar que incluso ella tiene un tope? Akane tiene el pensamiento joven de que uno es prácticamente indestructible, que los efectos secundarios vendrán luego. Una marca temporal muy sucestible al cambio.

Ese día no se siente bien, desde el incidente en la sala común lleva sin sentirse bien. Ha tenido pesadillas, demasiado vividas. Casi no ha dormido, son las cuatro de la madrugada y horas más tarde tendrá que levantar el culo de la cama y asistir a sus clases. Vaga entre sus recuerdos, realmente algo escasos. Se entristece pensando en Yuri. Si no estuviera en la cárcel le escribiría. Con suerte estaría despierto.

Debe dormir. Cuenta ovejas, hace respiraciones, mueve la almohada de lado, para sentir más frescor, se pone en diferentes posiciones, abraza al gato. Nada.

La mirada se le desvía a sus gavetas. Puede que allí haya algo que solucione su problema. Abre la gaveta y se encuentra con sus medicamentos. Por increíble que parezca no hay ninguna pastilla para el sueño. Pero hay una caja casi vacía de Tazodona. Solo sabe que tiene un efecto algo sedante. Tiene claro que jugar con sus pastillas no es muy sano. Pero también sabe que los límites de su cuerpo son superiores a los de cualquiera. Es fuerte, no tanto como para poder dormir, pero ella cree que lo es.

Saca la pastilla y esta a punto de metérsela en la boca. Se muerde el labio inferior y se sienta en la silla de su escritorio, apretándose los laterales de la cabeza con las yemas de los dedos. Sólo queda una pastilla y no sabe lo que puede tardar en actuar, necesita dormir ya. Repiquetean sus uñas contra la mesa, su gato ronca a pata suelta. Rebusca entre los cajones hasta encontrar un plástico con un puñado de hojas, las saca y deja en el mismo lugar. Mete la diminuta pastilla en el plástico y con la culata del cuenco de sus bolígrafos la comienza a aplastar con consciencia.

Su mente retrocede a otros años. A las salidas de discoteca, al sentimiento de unas manos entrelazadas, supuestamente amorosas. Recuerda el ritmo de la música, el eco de los baños. A Dabi besando su clavícula, tomándola de la cintura. Da un golpe tan fuerte que la mesa se raya un poco. Bufa mientras echa el contenido en la mesa. Toma una regla y comienza a picar el polvo.

La primera vez que probó algo parecido, Dabi había estado de un humor de perros y ella había tenido un pésimo día en el laboratorio. Meterse una pastilla por la boca o hacerlo por la nariz no tenía mucha diferencia a sus ojos. Akane en esa época ya había tenido de todo en el cuerpo. Gracias al laboratorio, sus drogas experimentales por vía intravenosa, las diversas pastillas potenciados y sus inaguantables experimentos. Respirar polvo le sonaba mucho más tranquilo que todo lo anterior.

Fue increíble.

Dabi no le parecía tan controlador y el laboratorio no era tan jodido. El mundo era más feliz. Al final de cuentas, dejaba de sentir después de unas inhaladas.

Lo que Akane parecía renegarse a recordar era estar tumbada en el suelo, sin poder moverse para llegar al baño o a la cocina. No quería ni pensar en el día que se encontró a Yuri boca abajo sobre la cama de su departamento. El incidente se repitió otras veces.

Pero este caso es especial. O eso se repite ella. Alinea el producto y se recoge el pelo. Pega la barbilla a la mesa, podría dar un soplo y volver a la cama a revolverse entre las sabanas. En vez de eso, se levanta, pasa el rostro encima de la ralla, con uno de los orificios de su nariz tapada por su dedo. Esnifa.

Una vez hecho, vuelve a la cama.

Esto no se va ha repetir

Se promete a sí misma.

Viviendo con mi Sensei. 【SHOTA AIZAWA × OC】「PARTE I.」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora