99. Juego aturado

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Martes, 20 de agosto de 2018

—Tengo una idea —no dijo nada en todo el trayecto desde el pueblo hacia el hotel.

—Así que nunca vamos a ir a comisaría, ¿eh? —soltó Saud con mala lengua.

—Ya tengo todo el equipo de investigación al tanto de estos archivos y ellos me van a proporcionar los resultados, pero ya sabes que yo también tengo mis respuestas.

—Inspectora, ¿por qué hay tanta policía? —al parecer la gobernanta se asustó al ver la cola de coches de policías que iban viniendo, algo que ni Saud se dio cuenta, estaba tan metido pensando en lo que pasó en el pueblo que no se enteró de las llamadas de Paula o de sus mensajes.

—Señora Rubí, meta todos en el comedor, donde todo comenzó —le ordenó ella sin contestarle su pregunta. La gobernanta no se movió —. Vamos a hacerlo bien a partir de ahora, vamos a acabar donde empezó todo —sonrió y miró el reloj del bar que estaba a dos metros de ella. No se había percatado de lo mucho que tardó en acabar de leerlo todo y asimilarlo todo —. Así que ya pueden estar todos comiendo que deben mentalizarse bien.

—Son las dos y cuarto, la mayoría de familias ya están comiendo en el comedor —comentó la gobernanta.

—¿La mayoría? —se empezó a acercar al comedor pequeño. Después de lo de ayer, el comedor grande había quedado clausurado —. Necesito a todos —quería ser muy exigente.

—Entiendo —la gobernanta empezó a hablar con los empleados intentando que todos fueran a ahí y buscar a quien fuese que estuviera en su habitación.

Y ellos no fueron la única ayuda. Con tanta policía, fueron ellos quien empezaron a ir por los pasillos a ver si faltaba alguien. Hasta Saud estuvo buscando a huéspedes hasta que se paró en esas escaleras de emergencia del fondo del pasillos del primer piso.

—¿Sangre? —el olfato de Saud nunca fallaba, pero no veía rastro de ninguna gota de sangre y tampoco tenía a nadie más cerca de él para que lo pudiese escuchar —. ¡Ey! —y se acercó a esa persona —. ¿Puedes abrir esta puerta? —miró el número, 114. Le sonaba mucho haber escuchado ese número en otro momento.

—Lo siento, ningún camarero tiene una llave maestra sin permiso—contestó Nuria —. Y yo no tengo el permiso.

—Saud, ya están todos, bajemos rápido —y la inspectora intervino en la escena con un paso más rápido de lo normal, pero sin dejar a Saud hablar.

Saud, poco convencido, siguió a la inspectora hacia el comedor.

—Vaya, vaya —todos estaban ahí, algunos seguían comiendo porque tan solo iban por el segundo plato —Paula miró al hora, las 14:35 —. No me gusta este sitio —iba a empezar a hablar, pero por alguna extraña circunstancia, quiso esperar.

«Autopsia de Lila definitiva hecha» empezó a recibir mensajes del forense, le estaban llegando todas la pruebas ya. Tal vez fue por eso que estaba esperando, pero seguía queriendo estar en otro sitio.

—¿Qué pasa Paula? —le susurró Saud.

—Ya verás —miró a los huéspedes que no le habían quitado la mirada de encima —. Policía, llévenlo todos al otro comedor —la gobernanta se empezó a alterar.

—¿Cómo? —se acercó a ella deprisa.

—¿Pero no me has escuchado antes? Acabemos todo donde empezó todo —después se dirigió a Saud —. Y que nadie se intente escapar.

—¿Pero nos tomas por prisioneros o qué? —gritó Rosa con despecho.

—Pues sí —le calló la boca —. Venga andando, queréis saber la verdad, ¿no?

Hotel RubiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora