76. Sospechas

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Domingo, 18 de agosto de 2018

—No me lo creo, qué fuerte —Nerea estaba muy preocupada —. ¿Y por qué no vamos con ellos? Deben estar pasándolo mal, me siento horrible escondiéndome aquí.

—Cariño, cariño, por favor —Ramón tampoco sabía cómo actuar en una situación como este —. No podemos caer como ellos, podemos ayudarles, pero me parece que si nos metemos en medio acabaremos sufriendo.

—A este paso nadie saldrá de aquí —seguía dando vueltas por la habitación —. ¿Y los chicos?¿Dónde están?

—Por favor, tranquilízate, están en su cuarto —casi, estaban en su balcón.

—Ay dios mío —puso sus manos sobre su cara —. No puedo, no aguanto más aquí.

—Yo tampoco.

—¿Y tu querido hermano no te dijo nada? —ahora Nerea estaba intentando asimilar si Ramón realmente estaba desligado de su familia corrupta o no.

—Oh, no, Eso sí que no. Llevamos años sin verle, ahora no lo vamos a ver más.

—No quería decir eso —se sentó en el sillón —. ¿No te dijo nada sobre su trabajo en algún momento? Porque no me parece casualidad que esté vinculado aquí, Y tu dices que nosotros no tenemos nada que ver con esto —ahora estaba pensando con razón.

—Cariño, te juro que no tengo ni idea de lo que tramaba Lucas, créeme. Si hemos seguido yendo aquí es porque tú y los chicos queríais venir.

—Ya, pero ¿cuándo fue la primera vez que vinimos?

—No lo sé, hace mucho tiempo, y con Lucas.

—Con Lucas, eh —suspiró mientras miraba al suelo —. Necesitamos ayuda, no quiero que mis hijos sigan aquí un minuto más.

—¿Quieres escaparte?

—¿No está claro? Una pobre chica ha muerto. Ay, sigo sin creerlo —sentía mucha pena —. No dudes en que irán a por los nuestros.

—¿Perdona?¿Qué tienen que ver ellos? Nada, no saben nada, ni nosotros tampoco, pero estoy de acuerdo en salir de aquí.

—No jodas, mamá, ahora no —parece ser que Yoel prefería quedarse para entender todo lo que estaba pasando.

A saber cómo acabaron ahí... Pero antes de entender cómo acabaron ahí, hay que hablar de Zac. Resulta que esa persona que la habían encerrado en su habitación estaba mirando por el balcón, impaciente y con una cuerda que colgaba del balcón de arriba la cual tocaba el suelo de su balcón. No entendía por qué sus primos tardaban tanto, pero al menos no había nadie cerca, de momento.

—Mierda —no duró mucho hasta que vio a Claudia gritando por el césped. Sin embargo, parece que esa madre no estaba prestando atención a la gigantesca cuerda que colgaba entre los balcones.

—Valentina, por favor, volved todas a la habitación, no se trata de lo que está pasando contigo, ahora no es momento de hablar de ello, por favor —y la madre seguía insistiendo.

Pero lo que no iba hacer Valentina era hacerle caso, no podía seguir confiando en unos padres que le habían ocultado toda su vida. ¿Que tiene una enfermedad dicen? Y además que ni siquiera saben lo que es, era algo sospechoso desde su punto de vista.

—Elisa ha muerto y lo único que queréis es encerrarnos, ¿pero tú estás bien? —Valentina estaba muy enfadada con ella —. Que la conocíamos desde que era un bebé, al menos tú la conocías desde que nació, ¿verdad? A saber cómo debe estar su familia.

—No, no, Valentina, no se trata de eso...

—¡Que me dejes en paz, joder! —y empezó a llorar caminando hacia la piscina.

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