26. Juan

31 9 22
                                    

Domingo, 12 de agosto de 2018

—Mi padre se acostó con una de la calle y me tuvieron. Él quería hacerse cargo de mí, pero mi madre se enteró de que él ya tenía una familia y no quiso saber nada más de mi padre, así que se cambió de ciudad. Por lo que sé, mi padre me dejó de buscar y como quería a esa mujer de la calle, la dejó en paz, sin embargo, mi madre murió cuando tenía cuatro años. No sé muy bien de qué, nunca lo supe. Después de estar dos días en casa de un poli y tres años en un orfanato, mi padre me encontró, pero este ya no podía cuidar de mí porque la cabrona de su esposa no me quería —Juan le estaba contando lo que sabía de su vida a su prima María esa mañana después de una semana estaban empezando a ser amigos —. Esa cabrona quería mucho a mi padre, así que nunca se divorció con él, pero si te digo la verdad, la razón es el dinero y a mí me quería lejos. Por suerte, mi padre conocía a Hugo, el padre adoptivo que tengo ahora. Al pasar otros cuatro años más en ese infierno, Hugo y Lara me adoptaron. Menos mal que al menos me dejó con una familia rica, no podría soportar a alguien pobre —esas palabras le dolieron a María.

—Vaya, creo que tu padre en realidad te quería —comentó María en un tono bajo porque se sentía insegura al hablar.

—Sí, si ya sabes que en el testamento me había dejado una casa para mí solito, pero esa hija de puta la quiere para ella. Ojalá la hubiese dejado, pero estaba cegado de amor, los dos lo estaban. ¡Qué cabrones!

—¿Pero por qué no puedes soportar a alguien pobre? —preguntó María lo más seguro que pudo —. Tampoco es que sean mala gente —Juan la miró y se rio.

—Perdón, es que no sabes lo que es pasar hambre y la comida de ese orfanato era horrible. No me podían haber enviado a un orfanato peor. Encima te tratan fatal —su expresión cambió a sentir miedo —. Bueno, ahora cuéntame tu vida —Juan se sorprendió de su historia, no se lo había imaginado nunca —. Al parecer tenemos bastantes similitudes.

—¿No queréis jugar? —intervino Gabriela que estaba jugando a tenis y los vio a los dos sentados cerca. Su familia pudo conseguir reservar esa mañana la pista de tenis antes que la familia Varela, pero ellos tampoco es que estuviesen enojados, las hijas se quedaron jugando a basquet y los chicos estaban haciendo el tonto en la piscina.

—Yo no sé jugar —respondió María. La cara de Gabriela a María no era muy amigable que digamos.

—A ver, puedes aprender con nosotros —le dijo Juan.

—Pero tampoco quiero.

—Juan, juega tú conmigo —dijo Gabriela —. Si no quiere, no quiere —Juan se levantó de la silla. María no dijo nada.

—Vale, está bien —dijo él y entró a la pista de tenis que de ahí salía Elisa que tenía calor y estaba sudada.

—Buenos días, María —saludó cuando vio a María ahí sentada sola —¿No juegas?

—No sé y no quiero.

—Vale, bueno me voy a duchar, hasta luego —Elisa se dirigió al ascensor donde encontró a Alba en el vestíbulo —Buenos días, no sabía que hoy os habíais levantado temprano vosotras.

—Bueno, mis hermanas siguen durmiendo y yo no podía dormir más. Me voy a la piscina ahora. ¿Vienes? —dijo Alba. Elisa se lo pensó por un momento.

—Acabo de jugar con Gabriela a tenis y prefiero una ducha, pero puede que venga a tomar el sol.

—Vaya que habéis sido vosotros quienes nos han cogido nuestra hora —comentó Alba y se rio —. Es broma, tampoco hemos querido jugar hoy —Elisa también rio.

Hotel RubiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora