15. Perdiendo horas

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Viernes, 10 de agosto de 2018

Los que se fueron a caminar se pararon a una hora y veinte minutos del hotel donde había una cueva en una de las montañas. Parecía como si tiempos atrás viviera alguien allí porque el espacio estaba dividido en bloques de piedra bien definidos y había un banco de piedra en una pared.

La luz del sol casi no llegaba ahí dentro y se quedaron cerca de la entrada para beber agua y comer alguna bolsa de patatas o fruta para recuperar energías. Desde esa zona había un acantilado cerca que se podían ver unas vistas preciosas de unas montañas lejanas. El hotel no estaba en el punto de mira, pero sabían perfectamente dónde estaban.

—Podemos ir allí —dijo Zac apuntando a otro acantilado que estaba al lado de donde estaban, pero que para pasar allí tenían que cruzar por un camino estrecho pegado a la pared de la montaña, era más fácil caerse que lograrlo.

—Ni de broma voy —le dijo su hermana que estaba harta de las ideas de su hermano.

—Podríamos intentarlo —intervino su primo Santi.

—Yo no lo intentaré de ninguna manera —Cristina prefería lugares seguros.

—Si queréis, podemos dar toda la vuelta de la montaña y acabaremos en ese sitio —les dijo Marius que estaba comiendo una bolsa de patatas bugles 3D 's que después se lo guardó en la mochila que llevaba.

—Yo estoy cansada ya —se quejó Cloe —. Mejor volvamos.

—Son las diez y media. Tenemos tiempo para caminar más —dijo Camila.

—Genial, pues vamos —dijo Zac contento y los chicos empezaron a ir rápido por donde habían venido.

Por el otro lado, Cloe, Alba, Gabriela y Teresa estaban cansadas y preferían volver al hotel, pero no lo hicieron porque no conocían el camino. A las demás les daba igual seguir o no. Igualmente no tenían nada importante que hacer.

Era un poco triste ver que hace tres años estaba todo verde y lleno de árboles cuando ahora parecía un poco muerto con latas y plástico por el suelo. Cada vez venía más gente a caminar por esos territorios y cada vez más gente no respetaba nada de la naturaleza.

Juan odiaba ese ambiente, sin embargo, hace tiempo que intenta aguantar su mal temperamento y nadie del hotel, a parte de su familia y pocos amigos, sabían cómo era en realidad. Los demás lo veían como una persona buena, graciosa y muy feliz.

El camino era largo. Hace veinte minutos estaban al lado del acantilado y ahora les faltaba casi media hora para acabar de dar la vuelta esquivando las ramas de por medio e intentar no caer ya que el suelo era muy rocoso para caminar bien.

Los que iban delante eran Zac, Santi, Yoel y Lucas, los chicos Bru, que en vez de caminar, iban corriendo hasta que los otros los perdieron de vista sin enterarse por haber estado hablando y escuchando música con el altavoz.

Elisa, Sara y Valentina fueron las primeras en darse cuenta que habían desaparecido de su perspectiva y mientras, Juan estaba intentando hablar con Gabriela.

—¿Seguro que estás bien? —Juan se preocupaba por ella —. Estás muy rara estos días.

—Sí, tranqui. Estoy cansada de caminar —de lo que estaba cansada Gabriela es que Juan la persiguiera por todos sitios y preguntándole lo mismo, aunque tenía ganas de estar con él.

—¿No te hicieron nada esos cabrones?

—No —estaba harta de la misma pregunta.

—Vale, lo que tú digas —Juan sabía que estaba ocultando algo —, pero no vuelvas a estar sola por esos sitios.

Hotel RubiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora