07. Nuria y Gina

44 13 29
                                    

Miércoles, 8 de agosto de 2018

Nuria, una de las nuevas empleadas ya había tenido algún que otro error en su trabajo.

—Nuria. A las once y media quiero hablar contigo —le dijo la gobernanta a las nueve de la mañana cuando estaba sirviendo a los huéspedes. Ella asintió.

Nico, el camarero más joven que quería saber de todo como casi todos los del hotel, no pudo evitar escuchar eso.

Eran las diez cuando Nuria se fue a la cocina a llenar una jarra de zumo de naranja y Nico aprovechó para hablar con ella y de paso rellenar otra jarra de zumo de manzana.

—Convéncela para que no te despidan. Solo has durado tres días —se rio. Era raro, apenas se conocían y Nico quería que se quedase.

—Disculpa, pero no necesito tus consejos. Si me despiden lo entenderé —dijo ella una vez rellenada la jarra y ahora estaba de camino de vuelta hacia el comedor.

—Como quieras, pero ya te avisé sobre ellos y no te fue muy bien, ¿verdad? —ni idea de cómo Nico se enteró de lo de ayer, pero como se ha mencionado, en ese hotel se saben cosas sin haberse pronunciado ni una palabra.

—Eso fue un error mío —los dos iban de camino al comedor —. No volverá a pasar y esos niños no se van a meter conmigo ni yo con ellos, lo tengo bastante claro.

—Jugaron contigo —sonrió —no es tu trabajo saber sus habitaciones. Lo hicieron conmigo el año pasado —y gracias a eso, ahora él no tenía que preguntar por sus habitaciones, es más, se adelantó a ellos y se aprendió a qué habitación se iban a alojar este año antes de sus llegadas. Antes de que Nuria dijese algo más, Nico se fue a servir a una mesa.

Las once y media estaba a punto de llegar, eran las once y veinticuatro cuando Nuria vio a Lucas y a Zac que estaban saliendo de la cocina.

—Oye, no está permitido la entrada de los huéspedes y menos de niños.

—Perdona vieja —le dijo Zac riéndose. Nuria recordó lo que le dijo a Nico y decidió no decir nada más. Entró en la cocina, la recorrió entera para salir por la otra puerta que estaba en la otra esquina de donde había venido y se encontró a la gobernanta, de pie, en el comedor donde se come a la hora de comer y de cenar.

—Te lo voy a decir muy claro —empezó a hablar la gobernanta mientras que Nuria caminaba hacia ella —. Ya has tenido más que un error en este hotel y no te lo podemos permitir, ni aquí ni en ningún sitio en el que trabajes —para Nuria estaba claro, la iban a despedir.

—La verdad que lo siento mucho, pero es...

—No he terminado —le interrumpió —. Acabamos de recibir una quinta estrella que ni merecemos porque no tenemos empleados suficientes y ahora tenemos que soportar a novatos como tú. No te podemos despedir, pero ni un error más —hizo una pausa.

—Vale.

—Espera. Lo siento pero te tendremos que bajar el sueldo y solo te ocuparás de la barra del bar y de poner las mesas. ¿Entendido? —y después de esas palabras la gobernanta se fue.

—Entendido —Nuria no sabía si alegrarse o sentirse mal. No estaba fuera del trabajo, pero digamos que no tenía el suficiente dinero para ella ni para su madre, y ahora que le habían rebajado el sueldo se sentía perdida y tampoco podía renunciar de ese trabajo porque encontrar otro sitio de camarera en estas épocas estaba casi imposible. Estaba en un callejón sin salida, pero tuvo que ceder.

Hacia las doce empezó a poner las mesas y de mientras, vio que había alguna cara nueva. Efectivamente habían contratado alguno más, pero como había dicho la gobernanta, no era suficiente para el hotel.

Hotel RubiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora