Domingo, 5 de agosto de 2018
Eran las once de una mañana de verano cuando Alejandro Rudi estaba recibiendo las llaves de su habitación en la recepción del hotel que más le gustaba desde que empezó a venir cuando era pequeño. En ese entonces el hotel tenía 3 estrellas, pero ahora, ese hotel tan encantador había obtenido su quinta estrella dos meses antes de su llegada y, claramente, durante los años, el hotel se había ido reformando hasta parecer todo nuevo y moderno.
Junto al señor Rudi, se encontraba su único hijo, Marius, alegre con la típica sonrisa que atrae a todo el mundo. Tampoco es que hubiese sido muy conocido de las escuelas que había asistido, pero se mantenía en forma, su cara era muy simétrica y era muy inteligente, y aunque pareciera que tuviera dieciséis, estaba a punto de hacer 20.
—Sí tranquila mamá que lo tengo todo bajo control —dijo Marius por teléfono.
Alejada de la mesa de recepción se encontraba Camila. Al contrario que Marius no mostraba ninguna alegría en la cara aunque lo sintiese por dentro. Es más, parecía que no tuviese ninguna expresión en la cara mientras recibía y enviaba mensajes a sus amigas.
En realidad, su cara inexpresiva era normal por su pasado. Sin embargo, ahora ella tenia otros pensamientos en su cabeza. Los tres estaban esperando a que pudiesen ir a su habitación.
La situación se les alargó. Hubo un silencio incómodo en esa sala. Eran familia, pero no actuaban como una. No se miraban entre ellos, estaban metidos en sus cosas. Alejandro mirando las fotos viejas del hotel que ya había visto mil veces, y los dos adolescentes con el móvil en la mano mirando lo que fuese que podían mirar.
—Su habitación ya está lista, señor —dijo Antonio, un botones que ayudó a llevar todas sus maletas en el ascensor mientras que la familia subía las escaleras reparadas del año pasado, unas escaleras de madera clara y amplia con dos paredes de vidrio al lado.
Los Rudi era una de las familias que iba cada verano en ese hotel y que reservaban siempre la misma habitación, la 114, una habitación al fondo del pasillo y que al lado tenía una salida de emergencia la cual los chicos siempre solían salir por las noches. Esa habitación era probablemente una de las más grandes del hotel, o sino, parecía más espaciosa.
A Alejandro le encantaba el baño de burbujas, al igual que su exmujer, pero ya no formaba parte de esa familia, así que era mejor olvidarla. Camila caminó hacia una cama alejada de las otras dos y encontró encima un paquete de chocolatinas y una tarjeta de bienvenida.
—Yo también quiero chocolate —le dijo su primo cuando vio la caja.
—Cómete los tuyos.
—A mi no me han puesto nada —claro, todos eran más amables con Camila después de haber perdido a sus padres y a su hermana mayor en un terrible accidente del que ella sobrevivió —. Sé que no te gusta el chocolate blanco, dame esos por lo menos.
—Cógelos.
—Bueno chicos —intervino Alejandro por detrás —, deshaced maletas y haced lo que sea que queráis y en media hora os veo en el comedor —no es que su relación con los chicos era fría, pero tampoco se llevaban amistosamente. Después de esas palabras, Alejandro se fue para saludar a otros huéspedes que conocía. Mientras, Camila y Marius se quedaron en la habitación deshaciendo maletas y esperando la llegada de los demás.
Curioso, lo primero que vio Marius a la entrada del comedor fue esa mujer tan repelente y borde que odiaba tanto. ¿Qué hacía trabajando otra vez aquí?
Por el otro lado del país, en la zona alta de Barcelona, concretamente, vivía una familia de seis que estaban haciendo maletas a última hora para irse al hotel Rubini ese mismo día. Se puede ver que era una familia de la misma sangre. Claudia y Ricardo eran los padres y tenían cuatro hijas las cuales todas se parecían.
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Hotel Rubini
Mystery / ThrillerUn grupo de jóvenes que se hospedan en un hotel donde se sentían como en casa hasta que un verano lo altera todo. *A veces el vocabulario puede ser un poco ofensivo CREADA EL 20/4/2020 REGISTRADA EN SAFE CREATIVE NO AL PLAGIO, GRACIAS