31. Gabriela

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Lunes, 13 de agosto de 2018

Era evidente lo que le pasaba a Gabriela, pero como nadie se fijaba en ella, nadie lo notaba. Después de cansarse de jugar al billar, se fue con Cloe y Alba que estaban en la piscina con su familia y más tarde su abuelo la llamó para ir a comer porque tenía hambre.

La mesa de su familia era redonda y podía ver la cara de todos, especialmente la de María que estaba a tres sitios a la izquierda de ella. En medio de ese sitio estaban Elisa y Juan.

—Pásame el aceite porfa —le dijo su hermano que estaba a su lado y le daba pereza estirar el brazo. Gabriela se lo dio y después vio que María la estaba mirando. Ella también la miró y hubo unos instantes de incomodidad entre esas dos.

Era como si estuvieran haciendo un concurso de miradas, pero María no podía aguantar más porque estaba nerviosa y cada vez se sentía más incómoda y asustada. María acabó apartando la vista y tragó un buen trozo de la carne que tenía en el plato. Los adultos no se dieron cuenta de la situación. Estaban riendo y contándose historias como siempre.

—Cariño, cuéntale a tu tía a dónde irás este año —le dijo su abuela que estaba a su lado derecho y que le hacía ilusión que su nieta fuese aceptada a irse a estudiar a Inglaterra.

Ya había hecho los 15 ese año, pero como era tan lista, le avanzaron un curso después de hacer cuarto de primaria, así que se saltó quinto de primaria y también era una de las más listas de su clase actual.

Ahora sus padres habían decidido que se iría a Oxford, cosa que ella no quería porque quería pasar más tiempo con sus hermanos, mejor dicho, con su hermano.

Después de contar los futuros planes que le habían planificado sus padres, terminaron de comer rápido y se fue al mirador a esperar a que los otros acabasen y mientras, estaba mirando una serie de Netflix en su móvil.

—Dime cuándo se van esos, no podemos esperar más tiempo —oyó la voz de la inspectora que entraba en la sala acompañado de un hombre de origen africano que aún no había visto.

—¿No lo sé, a finales de esta semana? —le contestó el otro —. ¿No crees que te estás obsesionando con ella? —Paula no contestó porque notó que una mirada la estaba acechando desde uno de los sofás. Era Gabriela, quien no entendía muy bien de lo que hablaban, pero seguía escuchando. Ese momento que pasó con María pasó con Paula, pero la distancia era más lejos, aún así, Paula también se sintió incómoda —. ¿Paula?

—Mejor vámonos —dijo ella finalmente —. Hay niños por aquí y no los podemos asustar más de lo que ya están —los dos se fueron y más tarde entró Camila que había dejado cargando su ordenador en un rincón ya que para tener luz y electricidad en la habitación se necesitaba poner la llave en una ranura dentro de esta. Así que no tuvo más remedio que cargarlo por algún sitio del hotel que no fuesen en las habitaciones. Se acercó a Gabriela.

—¿Con quién te has enfadado tú para que estés sola? —le preguntó Camila que al ver tantas peleas entre todos fue lo único que se le vino por la cabeza. Gabriela paró la serie que estaba viendo.

—Con nadie —respondió ella. Camila no dijo nada por unos segundos y la otra la miró raro —¿Qué pasa? —Camila seguía sin decir nada hasta que se sentó a su lado y abrió la tapa de su ordenador.

—Eres buena con la mirada —Gabriela no entendía lo que decía —. Me recuerdas un poco a mi madre.

—¿Y?

—Nada, que asustas, a veces. ¿Nunca te has preguntado por qué casi nadie te habla? —a Gabriela le sorprendió. Nunca había sabido que se mostraba así delante de la gente —. Pero tranqui, ya te he dicho que no eres como mi madre, así que a mí no me asustas —de mientras puso su contraseña en su ordenador ya que la huella dactilar le falló bastantes veces.

Hotel RubiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora