17. El pueblo

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Viernes, 10 de agosto de 2018

Nico quedó exhausto después de que tuviera que servir más mesas de lo normal. Al menos la gobernanta le dijo que no hacía falta que se ocupase del bar y se quedó en su habitación un rato. Los chicos que habían vuelto de la montaña también estaban cansadísimos y después de comer decidieron irse a la piscina excepto las cuatro hermanas que prefirieron quedarse en su habitación durmiendo.

Sara no se quedó mucho rato en la piscina, se bañó durante diez minutos y después se fue a duchar y se quedó en la sala del mirador para seguir leyendo el libro de Stephen King, Joyland. Un poco más tarde que se fuera Sara, Marius decidió ir al pueblo como lo había pensado esa mañana. Aún tenía a más conocidos ahí que no había saludado y ya casi llevaba una semana.

—Veo que vas empezando a salir de la habitación —cuando Marius entró vio a su padre vistiéndose.

—Sí hijo, creo que es mejor que es hora que me distraiga con otras cosas —se estaba poniendo sus zapatos. Marius se acercó a él porque quería coger cosas del armario y él estaba ahí.

—¿Como quedar con otra mujer? —aún no se había quitado la imagen de esa camarera con él. Alejandro lo miró con cara desprevenida —. O sea, haz lo que quieras si no estás con mamá, pero ¿por qué ella? Si es la más borde de todas —su padre se rio.

—Te estás equivocando, yo no quiero ninguna relación con nadie. Mejor no pensar en eso —se levantó de la cama en la que estaba. Marius se quedó plantado a él.

—Te conozco papá. Te gusta ir detrás de más de una mujer.

—Bueno, en eso coincidimos ¿no? —sonrió, le dio dos toques a su hombro y se marchó por la puerta antes de que Marius pensara otra cosa por decir —. Nos vemos luego.

Marius se duchó y se cambió rápido para estar abajo en menos de media hora. El reloj del vestíbulo del hotel marcaba las seis de la tarde. El tiempo pasaba rápido para Marius y algo en su mente se quedó con ganas de hablar con una nueva persona, como Ágata. Justo en la terraza se encontró con Adrián, Jaime y Juan jugando con el móvil y tomando algunas bebidas.

—¿A dónde vas? —le preguntó Juan que vio a Marius con zapatos. En el hotel casi todo el día se iba con chanclas excepto para jugar a fútbol o para ir a cenar.

—Al pueblo.

—Siempre vas al pueblo —intervino Adrián —¿qué hay ahí?

—Pues amigos y también los ayudo con sus tareas. Hay que ser solidarios a veces.

—Algún día nos invitas, ¿no? —le preguntó Juan.

—Claro, pero hoy no —no quería que le arruinaran sus planes.

—Obvio, estoy reventado —mientras hablaban, en la lejanía volvían los mismos coches de policía que en la mañana —. Vaya, mirad quién ha vuelto.

—Como nos cierren ahora el hotel por culpa de algún imbécil lo encuentro yo —Marius no quería que nada le estropease las únicas dos semanas del año en que tenía unas vacaciones decentes. El resto del año se la pasaba trabajando en la empresa de la familia y además que iba a la universidad para estudiar ADE.

—Dicen que lo encontraron en un lago, no entiendo por qué siguen aquí —dijo Lucas que vino desde su derecha. No hubo respuesta para eso. Marius se despidió y caminó hacia el aparcamiento.

Mientras iba abrió la puerta de su coche, vio a Ada con los ojos llorosos yendo a hablar con Paula, la inspectora. Él no le dio importancia porque no le incumbía.

—¿Puedo hablar contigo un momento, por favor? —le dijo Ada.

—Oh mujer, deberías estar mejor en casa. No te preocupes que nosotros nos encargamos.

Hotel RubiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora