57. Suposiciones

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Sábado, 17 de agosto de 2018

Nueve de la mañana y Gina no pudo dormir mucho esa noche. Se suponía que tenía que hablar con su padre, pero le daba miedo. No tenía el valor suficiente para hablar esas cosas. Ni siquiera sabía por dónde empezar. Sin embargo, tampoco lo tenía que hacer físicamente.

El día anterior decidió dejar su móvil grabando mientras se estaba cargando y así levantaría menos sospechas. Así que lo primero que hizo al despertarse, fue ir a por su móvil aprovechando que su padre se había levantado antes y ahora estaba ella sola en la habitación.

Gina paró la grabación y se fue al baño con la ropa que usaría ese día para escuchar lo que había estado haciendo su padre y de paso vestirse. No puso el volumen muy alto por si de repente su padre volvía, era un poco arriesgado ya que el baño estaba lejos de la puerta de entrada y no podría escuchar muy bien si alguien entraba o no.

«Sí, sí...» Después de veinte minutos sin escuchar nada, adelantó el audio hasta escuchar que su padre empezaba a hablar «Os juro que no había nada, fuimos dos veces... » Gina oía periodos en los que su padre no decía nada, supongo que sería que estaba hablando en teléfono. «Ya, pues lo siento pero será que alguien más lo tiene».

Notó que el tono de voz de su padre calmado iba cambiando, tendrá que ser que la persona del otro lado le estuviera dando órdenes. «¿Pero por dónde? Hay un asesino y la policía está por todas partes». Al menos concluyó que su padre no era el asesino, aunque tampoco se quedó muy aliviada porque seguía sin entender en qué estaba metido.

«No se puede hacer nada con estas condicio...». Parecía como si la otra persona le cortase sus frases «Pero no estamos hablando minoritario, ya llevan cuatro personas muertas, o creo que cinco, ya no sé. Y después arrestaron a una, pero resulta que no es culpable».

En estos momentos, Gina se acabó de vestir y estaba por peinarse el pelo hasta que esa conversación empezaba a dar un giro extraño. «¿Cómo?¿Cómo sabes que solo son camareros?». Hubo un silencio. «Entiendo, pero yo no lo veo tan fácil». Otro silencio. «Nos cortarán la línea si hablamos con Miller».

Los periodos en silencio iban siguiendo entre cada frase: «¿entonces, cuándo?», «pero si esa es la hora de cenar», «no tengo más excusas, desde hace unos días mi hija no me para preguntar sobre este trabajo o por qué estoy raro, ayer me lo volvió a preguntar y temo que lo volverá a hacer». «¿Qué? No, no, tranquila, no es ningún peligro para esto».

Al menos se dio cuenta que estaba hablando con una mujer: «¡Eh!» Su padre echó un grito: «¡A mis hijas no las involucremos en esto, no van a saber nada ni tú les vas a hacer nada!». No sabía si eso era de ser un buen padre o no.

Seguía hablando. «De acuerdo, me iré al baño cuando estemos esperando al postre», «es la única hora menos sospechosa, mis hijas normalmente no piden postres e igualmente, siempre acaban antes», «¿no has hablado con Raúl?». ¿Raúl? Raúl, es verdad, el novio de su hermana, tenía que vigilarlo antes de que hiciese algo malo.

Desde un principio, a Gina no le había caído muy bien ese hombre, y ahora que ocultan cosas, aún menos. «Sí, voy marchando». Gina pareció escuchar a su padre caminar rápido para salir de ahí, aún tenía muchas incertidumbres, pero se quedó con tres personas más, una tal Miller, una mujer que parece que maneje los cables y Raúl.

Obviamente Gina conocía a Raúl, de la mujer no tenía ni idea, podía ser cualquiera, pero el nombre de Miller, pareció haberlo escuchado alguna vez, pero no por donde vivía, sino por este mismo hotel y sin embargo, no tenía ni idea de quién podría ser, pero de ahí no se escapaba.

Gina se acercó a su móvil para adelantar más ese audio, desde las cinco de la tarde que grababa y esa noche se quedó con su hermana en la terraza expresamente para que su padre pudiera sentir que estaría seguro hablando ahí.

Hotel RubiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora