49. Ricardo Varela

25 5 13
                                    

Viernes, 16 de agosto de 2018

La conversación entre las cuatro hermanas Varela y sus padres seguía en curso y honestamente. Esa no era la verdad, pero era lo suficientemente creíble para que no supieran la verdad.

—Cariño, no te preocupes que te prometo que no vas a morir pronto —le dijo su madre intentando calmarla, pero su esposo la miró diciendo que eso era mentira.

—Estás mintiendo —Valentina también lo tenía claro —. Lo que no me gusta es que sé que no me lo ibais a decir si no fuera porque os hemos escuchado —en eso tenía razón y ambos padres les costaba admitirlo.

—Además que algo no cuadra —añadió su Cristina. A pesar de tener discusiones con su hermana gemela, estaba más de su lado que de sus padres —. Si tan solo es una enfermedad, ¿por qué decís que Vale es un puto proyecto?

—¿Qué? —reaccionó Alba que se estaba perdiendo en la conversación y Cloe también iba un poco perdida.

—Bueno chicas —el padre era bueno en pensar las cosas rápido —. Como ya hemos dicho, lo que tiene Valentina es algo desconocido, así que la familia y un laboratorio estamos en secreto desarrollando una cura por si le pasa a alguien más. Y lo siento —hizo una pausa —, sé que no he dicho las palabras adecuadas y siempre te querré, pero estaba demasiado furioso por los resultados —Valentina no se creía la mitad de lo que decía.

—No te creo —se fue de la habitación, Alba la siguió, por ahora, era la hermana que más confiaba.

—Igualmente tenemos que ir a comer pronto —dijo el padre como si no le afectase mucho —. No les voy a decir nada más porque seguramente no me queréis escuchar más, pero si quieren comer, estaremos todos en la misma mesa.

—Y por cierto —intervino su madre antes de que Cristina también se fuese con Cloe —, no lo saben ni vuestros tíos ni vuestros abuelos, es algo muy interno que queríamos llevar a cabo para que no afectase tanto.

—Pues yo creo que ha sido al revés —comentó Cristina abriendo la puerta y marcharse de ahí.

Los dos padres estaban decepcionados, no por la reacción de sus hijas ni porque les dijeron la mitad, sino porque no querían que los hubiesen escuchado en primer lugar.

—Mierda —dijo Ricardo acercándose a una ventana de la habitación.

—¿Ahora qué haremos si se puede saber? —Claudia, su esposa, parecía estar realmente preocupada por sus hijas.

—Nada —miró a su esposa —. Tú no hagas nada, hablaré con ella – caminó hacia Claudia —. Me encargo yo, solo sigamos diciendo lo mismo —, y después caminó hacia el exterior de la habitación.

La hora de comer fue muy incómoda por todas partes. Por la parte de Adrián y Jaime con esa mujer que desde nunca le habían considerado como una nueva madre y que la miraban mal o se les caían "sin querer" el agua encima suyo al intentar poner un poco en sus vasos. Claro, como pesaba bastante para Jaime, se le resbaló de las manos. Y el aceite también.

Valentina no quería hablar con nadie, obviamente. Solo miraba al plato o a su móvil. Al igual que sus tres hermanas. Sus padres parecían estar tranquilos ahora.

Pobres abuelos que no entendían nada, pero seguían hablando de sus cosas con los adultos para intentar pasar bien ese tiempo.

Acto seguido, esa mujer misteriosa llamó a Ricardo. Él se fue directamente a su habitación, donde nadie más a pesar de Claudia, podía entrar.

—Creías que no tendría espías por ahí —claramente sabía lo que pasó esa mañana con sus hijas —. No sé cuándo empecé a trabajar con gente mala como tú. Pero mala quiero decir que no sabe gestionar bien las cosas.

Hotel RubiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora