18. Interrogados

32 11 18
                                    

Viernes, 10 de agosto de 2018

Paula, los tres policías que iban con ella, la gobernanta, Ada y Nico se fueron directos al tercer piso al escuchar las palabras de Nico.

Los otros huéspedes los miraron asustados al ver que la policía estaba ahí y eso significaba que algo malo pasó. La gobernanta le dijo rápido a los recepcionistas que calmasen a los huéspedes y que era mejor para ellos quedarse en el vestíbulo o en otras zonas que no fueran las habitaciones.

—Yo aquí no veo nada —dijo la gobernanta. Normal que después de que tardasen dos días alguien se hubiera deshecho de la alfombra.

—Te lo prometo, que estaba aquí cuando fui a dormir.

—¿Cuándo fue eso? —mientras Paula le iba cuestionando, Saud cogió una linterna para ver que no se escapaba ninguna prueba. Los otros policías iban mirando por el pasillo.

—Hace dos noches —Nico tenía la sensación que se estaba incriminando a él mismo —. Iba hacia mi habitación y vi que la puerta del armario estaba entre abierta.

—Y por eso decidiste que la mejor idea era ver lo que había dentro —dijo Paula —. ¿No podrías haber avisado antes?

—Sí, pero pensé que no era un problema tan grande, tampoco es que hubiera un charco... —Nico se estaba dando cuenta que sus argumentos no tenían sentido.

—Ya ¿y qué más recuerdas?¿a quién viste? —fue en ese momento que no sabía si mencionar a Camila o no, pero ahora que no habían grabaciones de las cámaras no había ninguna prueba de que ella estuviese ahí y él sabía que Camila mentía muy bien.

—Si te refieres por aquí, a nadie —definitivamente parecía él el sospechoso. Pensó otra vez si contarles que Camila estuvo aquí para borrar las grabaciones, pero tendría que contarles también la movida que tuvo él con la familia de Lola y no le favorecería en nada.

—Disculpe inspectora, el chico tiene razón —intervino Saud que puso toda su cabeza dentro del armario —. Aquí huele a sangre —la familia adoptiva de Saud llevaba un restaurante muy famoso de Madrid y desde pequeño ha sabido distinguir todas las olores que huele, incluso las más desgraciadas. No le tomó mucho tiempo saber cómo olía la sangre por muy pequeño que fuese una sola gota.

—Si la encontró dos noches como dijo el chico han tenido mucho tiempo para moverla —dijo la inspectora y miró a Nico —. Bien, tenemos que cerrar toda esta zona y que no entre nadie más.

—Perdona inspectora, pero es que aquí hay las habitaciones de empleados —intervino la gobernanta.

—Pues mejor, así no desalojas a ningún huésped. Deberías darle una charla a todos y que las personas que estuvieron antes del miércoles no se vayan. Me gustaría hablar con cada uno de ellos —a la gobernanta no le gustaba esa idea, pero tampoco tenía mejor opción.

—Vale, pero mañana se van a tener que ir unos y hay otros que vienen, estamos en un hotel, no puedo obligarles a que se queden más días sin pagar.

—Mira gobernanta, veo que no lo has entendido. Hay un cadáver que resulta ser uno de tus empleados y encima ha habido sangre aquí. No me cabe duda de que el crimen se haya podido realizar aquí y después llevarlo a veinte minutos al lago de un pueblo. Dada esa información puede ser que el culpable no lo hizo adrede, sino se lo hubiera planteado mejor y haber llevado a Gil a otro sitio, pero un crimen es un crimen, y mi trabajo es encarcelar al culpable —la gobernanta no tenía ninguna palabra en contra de esas —. ¿De acuerdo? —ella asintió —. Venga, pues todos a bajo, si quieres ya me encargo yo de la charla. Y tú, mejor vete a casa —se dirigió a Ada —. Enserio, no estás en condiciones para esto.

Hotel RubiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora