capítulo tres.

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Mateo

—Tenés que ser fuerte Mateo. —murmuró el castaño mientras sobaba mi espalda. ¿Cómo podía hacerlo?¿Cómo podía ser fuerte si acababa de despedirme de mi novia? Si lo único que me quedaba era dejarle un ramo de flores, más precisamente de girasoles, a ella le encantaban y siempre que cumplía años me dedicaba de sus más hermosas sonrisas cada vez que llegaba a su casa con un ramo de esas.

¿Cómo se supera una situación así? Se me hace imposible, no me imagino una vida sin sus cálidos abrazos o sus sonrisas cada vez que le decía cuánto la amaba... Su contagiosa risa cada vez que hacíamos nuestras absurdas peleas de cosquillas y siempre, de alguna u otra forma terminábamos ambos tirados en la cama con lágrimas en los ojos de tanto reírnos... Sus caricias en mi espalda cada vez que dormíamos juntos o sus "te amo" que siempre me repetía antes de despedirse de mí. Pero esta vez no lo hizo, esta vez no me avisó que se iría para siempre, esta vez no me despidió con un "te amo", esta vez soy yo el que se despide de ella con lágrimas en los ojos.

—No puedo Dani. —sollocé mientras miraba el paisaje por la ventanilla del remis que nos llevaba hacia el hospital, otra vez. Nuestro amigo seguía sin despertar y lo único que necesitábamos ambos era llegar a aquél lugar y que nos digan que todo había pasado y que el ojiazul despertara, para así al menos solucionar un cinco por ciento todo lo que me sucedía.

Una vez que el auto estacionó en la puerta del hospital, mi amigo pagó y yo salí con pesadez con miedo al entrar. Todo me recordaba a la peor noticia que me podían haber dado, todo me recordaba al momento en el que me sentía tan débil que mis piernas hasta se desvanecían dejándome de rodillas llorando y deseando volver a tener a mi novia conmigo, cuando sentía ese vacío enorme en el pecho que solo ella podía llenar, cuando sentía que toda mi vida se había ido con ella.

—¿Nada? —preguntó apenado el castaño a los padres de Valentín, quienes estaban sentados en sala de espera con sus ojeras inmensas y los ojos llorosos. Estos negaron con su cabeza— Va a estar bien, Maia. —trató de animar a su madre con una débil sonrisa, no entiendo de dónde saca tanta fuerza para ser tan positivo y alentador, yo no puedo.

—No quiero estar acá Dani. —dije con los ojos llorosos a mi amigo. Cada rincón del hospital...sus largos pasillos...todo me recordaba a aquél momento y sentía que ese nudo en la garganta que se me había formado había vuelto con más intensidad.

—No te preocupes, salí afuera. Hablo con ellos y nos vamos. —respondió el castaño sobando mi espalda para calmarme. Le dediqué una minúscula sonrisa y obedeciendo sus palabras, salí a la calle para sentarme en el mismo cantero otra vez, mientras probablemente me quede abrazando a mis piernas y llorando sin consuelo.

Necesitaba fumar, salir un poco de la mierda en la que estoy viviendo y despejar un poco la cabeza y así dejar de llorar un minuto, quería sentarme en aquél cantero sin recordarla a ella, sin volver a sentir esa presión en el pecho al tener en mi cabeza a mi novia, pero todos mis planes fueron cancelados cuando vi al famoso cantero ocupado.

Fruncí el ceño desde la puerta del hospital para ver de quién se trataba, pero no lograba reconocer a la persona si ésta tenía su rostro tapado con sus rodillas. Solo notaba que era una mujer, y que por el estado en el que se mostraba, no estaba en su mejor momento.

—¿Eu, estás bien? —pregunté acercándome a pasos lentos hacia ella. Su pelo que apenas dejaba verse sobresaliendo de su capucha, y su forma de vestir me sonaban conocidas. La desconocida levantó su cabeza al oír mi voz, y allí pude reconocer de quién se trataba— Akira... —nombré con pena al verla con sus ojos llenos de lágrimas, al instante recordé lo que me había dicho de su progenitora en este mismo lugar la primera vez que intercambiamos palabras— ¿Qué pasó?¿Tu mamá? —pregunté con preocupación mientras me sentaba a su lado y sobaba su espalda. Ésta tapó su cara con ambas manos y sollozó algunas veces más hasta lograr calmarse un poco y así poder hablar con normalidad.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora