capítulo final.

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Mateo.

"Quedate en mi cora' que aún muerto va a seguir latiendo" escribí y apoyé la lapicera sobre la hoja con los ojos bastante humedecidos.

Limpié la lágrima que había estado cayendo mientras finalizaba aquélla oración y prendí mi celular para ver la hora.

02:32 am.

Tenía algunos mensajes de Valentín que decidí ignorar y apagué mi celular nuevamente.

Busqué mi encendedor entre los papeles y prendí el porro que tenía ya armado haciendo fila.

Tenía tres armados, ya iba por el segundo.

Lo prendí y luego de que se encendiera, le di la primer calada.

Cerré mis ojos relajado al tragar el humo y lo solté acompañado de un profundo suspiro.

El primero me estaba pegando, pero el insomnio seguía presente.

Y ella también, en mi cabeza.

Tomé la hoja que estaba utilizando y releí lo escrito.

Debido a la pelea con mis amigos, me había servido bastante para descargar lo que sentía en el pecho.

Después de todo, era lo único que me quedaba. Un papel y una lapicera, porque el humo del porro era la unica compañía que tenía.

Ya no tenía a nadie, y cómo duele.

Mordisqueé el interior de mi mejilla y volví a dejarlo en el escritorio.

No quería llorar, no otra vez.

Sentí tres golpes en la puerta de mi habitación y me di la vuelta algo confuso.

—Hijo, ¿puedo pasar? —escuché del otro lado a mi progenitor.

—Pasá. —contesté y volví a mi postura anterior.

Le di una segunda calada a mi porro y recosté mi cabeza sobre el respaldo de la silla con mis ojos cerrados.

Sentí sus pasos acercarse hacia a mí y como se sentaba en la punta de la cama, la cual estaba a mi lado.

—Pasame, dale. —pidió y yo sin ni siquiera abrir mis ojos le entregué el porro que tenía en mis manos.

Solté el humo que contenía en mis pulmones y abrí mis ojos, ya me picaban demasiado.

—Contame que te pasa, yo te escucho. —dijo con calma él y le dió la primer calada al porro. Enseguida volvió a pasármelo, probablemente esa sea la única seca que va a fumar.

Varias veces hemos fumado juntos, pero cuando venimos a visitarlo el trata de no fumar ya que Emi es chiquito y lo que menos quiere es darle ese ejemplo, y menos que le sienta el fuerte olor a marihuana que el humo te deja en la ropa.

—Que se yo, la extraño. —contesté alzando mis hombros.

A él le conté todo lo sucedido apenas llegué, porque la cara de matado que tenía no podía desimularla frente suyo.

—¿Después de lo que te hizo, Mateo? —preguntó soltando un suspiro, como si yo fuese un terco.

Pero no podía controlar lo que sentía.

—Estoy cansado de esto, pa, no quiero vivir más así. —resoplé harto y refregué mi cara con ambas manos. Él me sacó el porro de los dedos—Hace una semana pasó todo esto, hace una semana me siento raro, hace una semana me peleé con los únicos amigos que me quedaban y hace una semana dejé atras el Mateo de mierda que era para ser este que ni siquiera sabe que chota quiere hacer con su vida. —solté con un poco de furia pero tratando de no demostrarlo.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora