capítulo seis.

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Mateo

Me prendí un porro y tratando de no hacer mucho ruido, subí a la terraza aprovechando las estrellas que se veían en el cielo iluminado por las luces que mi barrio tenía.

Necesitaba estar solo y respirar un poco de aire puro, subir a la terraza al menos para sentirme un poquitio más cerca del cielo y sentir cerquita mío a la persona que perdí hace dos semanas exactamente. Hoy se cumplen dos semanas.

Le di la primer calada a mi porro al mismo tiempo que elevaba mis piernas en el borde del balcón. Mientras desprendía el humo de lo que estaba fumando sentía una lágrima recorrer mi mejilla, la cual a los pocos segundos se secó con el frío soplo del viento que impactaba en mi rostro.

Aquél dolor en el pecho que sentía cuando me enteré del accidente se hizo nuevamente presente al recordarla a ella, en la cantidad de recuerdos hermosos que se llevó y que ahora no los puedo revivir en mi cabeza sin llorar. Aunque no estaba triste, simplemente me sentía vacío. No tenía ganas de llorar pero tampoco podía decir que todo estaba bien, porque mi cabeza era un caos.

Entendí que ella está bien, sea donde sea que esté ella está bien y yo no tendría que ponerme mal, pero sabiendo que hace dos semanas sucedió todo me dan ganas de que bajara un ratito para estar conmigo, solamente un ratito más.

Le di otra calada a mi porro y tiré mi espalda hacia atrás para así quedar con una mejor vista.

—Te extraño. —murmuré por lo bajo mientras miraba hacia arriba, como si mi novia fuese una de esas cientos de estrellas que mis ojos veían, o como si ella podría escucharme. Sentí una segunda lágrima acompañada de una tercera que se hicieron presentes apenas hablé, pero no quería llorar, no quería ponerme mal así que rápidamente volví a limpiarlas.

Quedé algunos minutos así, recostado en mi terraza mientras el humo y el viento eran lo único que me acompañaban en el dolor, viento frío como si todo estuviera acorde a mi estado de ánimo.

Abrí mis ojos asustado al oír el tono de llamada proveniente de mi celular, me senté de un susto pero al instante atendí la llamada al ver el contacto de Dani en éste.

¿Dani? —hablé un poco preocupado mientras sorbía mi nariz, es raro que mis amigos llamaran y después de la última llamada que me dió Daniel, quedé bastante asustado.

Mateo, en diez caemos a tu casa, estamos con Valen. —avisó mientras de fondo se escuchaba el ruido de los autos pasar y algunos perros ladrando— Vamos a la plaza y tomamos algo tranqui, ya compramos, fuimos al chino. —avisó como para darme a entender que no había chance de que me negara.

No vengan Dani, no tengo ganas. —contesté desanimado, pero él chasqueó su lengua apenado al oír mi tono de voz.

Ya sabemos porque estas así, por eso no queremos que estés solo ahí wachin. —soltó insistente mientras aún se oía como seguían sus pasos hacia mi casa— Y nosotros también estamos para atrás, pero los tres estamos en la misma y no nos vamos a dejar tirados. —acotó logrando que yo asintiera. ¿Quién mejor que ellos para entender lo que a mí me sucedía?

Está bien, avisame cuando están y bajo. —pedí antes de cortar la llamada, pero la voz de mi amigo me lo impidió.

Estamos en la esquina, bajá.

Ahí voy. —dije por última vez para finalmente cortar la llamada.

Tiré lo último del porro que me quedaba y juntando un poquito de ganas decidí bajar, donde ya dentro de casa me encontré a mi progenitora viendo su novela antes de irse a acostar, algo de todos los días.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora