capítulo sesenta.

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Akira.

Sentíamos paz, estábamos tranquilos. Y...no, no era por la vista hermosa que teníamos del cielo, ni por el hermoso silencio que se sentía, donde solo se oía el sonido de los grillos y las pitadas del porro que Mateo consumía para amoldarse a la relajación que se sentía en el ambiente.

El cielo estrellado acompañaba a la luminosa luna llena que parecía verse más cerca de lo normal, quizás por las alturas en la que nos encontramos, porque a mi novio le fascina acostarse en la terraza a ver las estrellas.

—Que linda 'ta la nochecita...—habló por primera vez en mucho tiempo, con sus ojos entreabiertos y algo achinados—¿Te acordás cuando subimos juntos a la terraza? Yo estaba con un montón de mambos y mientras nos quemábamos uno vos ahí estabas a la par escuchándome. —recordó y yo realmente no podía creer como él se acordaba de aquél momento, ya que ni siquiera yo lo hacía.

—Mi vida, sí que me acuerdo. —solté enternecida, formando un exagerado puchero en mis labios.

Él aún seguía mal por su novia, y me repetía cientos de veces que nunca iba a poder superar aquél dolor.

—Ahora vengo a llorar por otros motivos, pero al menos ya no lloro por esos mambos. —sonrió orgulloso, pero la primera parte de su oración me descolocó un poco, entonces enseguida me senté en mi lugar provocando que éste me mirara confuso.

—¿Qué cosas te ponen mal ahora? Pensé que no era necesario ya venir acá cuando estabas mal. —murmuré apenada, realmente me parte en cientos de trocitos pensar en que él aún sigue con los pensamientos que le queman la cabeza todo el tiempo, me desespera no saberlo y así no poder ayudarlo.

—Acostate amor, dale. —pidió restándole importancia para luego soltar el humo que en sus pulmones contenía.

—Dale, hablemos, contame. —pedí sentándome como indiecito para poder oírlo. Él cerró sus ojos, suspiró hondo y tiró la colilla del porro que quedaba.

Al parecer no quería hablar de eso, pero sabiendo lo terca que soy se le iba a hacer imposible no contármelo, y otra no le quedaba.

—Ando con muchas inseguridades últimamente...—comenzó a hablar mientras se sentaba en su lugar al igual que yo—y...cuando me tratás mal o las veces que te dije que me hiciste mierda, para tratar de despejarme un poco venía para acá. —confesó cabizbajo, jugando con los cordones de sus zapatillas. Yo tragué saliva y mordisqueé mi labio inferior.

Mateo sufría por mi culpa, y eso para mí era el peor baldazo de agua fría posible.

—P-pero i-igual no tenés la culpa, ey, yo soy un sensible de mierda que le afecta todo y...—comenzó a hablar de manera tan ligera que tuvo que frenar de golpe cuando se vió interrumpido por mí.

—Te estoy haciendo mierda. —asumí con mi cabeza gacha, y mis ojos ya comenzaban a picar un poco—Perdoname por eso, de verdad. —musité mordisqueando el interior de mi mejilla.

—N-no, Kira, no digas eso. —titubeó nervioso, y esa es una de sus claras señales que me indican el nerviosismo que le da confesarme ciertas cosas. Él sabe que yo tengo razón, y le da pudor confesarlo para no hacerme sentir mal.

—A veces no me controlo, digo cosas de las que después me arrepiento pero te juro que hoy en día sos lo más importante que tengo, amor, y no te quiero perder por pelotuda. —musité refregando mis ojos con la yema de mis dedos al sentir aquéllas lágrimas amenazando escaparse, él chasqueó su lengua y enseguida me atrajo a su pecho para abrazarme.

—No me pidas perdón, amor, ya lo hablamos esto...—murmuró mientras él sobaba mi espalda y hacía caricias en mi pelo con su mano libre. Yo cerré mis ojos al sentir sus suaves movimientos sobre mi cabellera—Me dijiste que lo ibas a cambiar, y yo te dije que voy a estar con vos para ayudarte. —agregó y una débil y esperanzadora sonrisa se formó en mi rostro.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora