capítulo treinta y nueve.

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Akira

—Hablamos con el médico...

—¿Y?¿Qué pasó? —pregunté nerviosa, al pensar en su contestación mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas pero al instante Dani las frenó con su respuesta.

—Lo trajeron a tiempo, lo pudieron salvar. —informó tan alegre que de la emoción se lanzó a mi cuerpo en un fuerte abrazo.

—¡Dios, Dani, qué bueno! —solté con tanta felicidad que sentía que no cabía en mi pecho.

—Gracias por bancarte estar acá acompañándonos, sos de fierro. —sonrió amable el castaño, y yo le devolví el gesto con la misma alegría para luego dejar un beso en su mejilla. Realmente no había nada que agradecer.

—¿Paulo?¿No lo viste? —pregunté algo confusa al ver que faltaba el rubio, pero él al instante asintió con su cabeza.

—Tenía que laburar, se fue hace un rato.

—¿Mateo?¿Ya sabe esto?¿Donde está? —pregunté emocionada como si fuese una infante, buscando a mi amigo por detrás de su espalda y en los costados del pasillo, pero no lo encontraba.

—Ya sabe, está afuera, andá. —contestó sin borrar la sonrisa, yo asentí con mi cabeza y me alejé del castaño a pasos acelerados para dirigirme a la salida. No sin antes saludar a los padres de Valentín quienes estaban llorando del alivio que sentían; eso era el llanto que tanto me preocupó.

Me paré en la puerta y busqué con la mirada al morocho, pero no se encontraba entre aquéllas personas que habitualmente salen a fumar o a hacer alguna llamada.

Algo confusa me dirigí hacia el famoso cantero, pensando que quizás allí estaría buscando un poco de silencio o un lugar para fumar, pero tampoco se encontraba.

Ya preocupada saqué mi celular del bolsillo dispuesta a hablarle, pero su voz por detrás de mi espalda la reconocí al instante.

—Acá estoy, no hace falta que me llames. —adivinó pareciendo haberme leído la memoria. Me di la vuelta para poder verlo y al hacerlo, puede encontrarme a un Mateo con sus ojos llorosos y algo rojos, pero no era del llanto; el olor a marihuana que tenía se le sentía a kilómetros de distancia.

—¿Dónde estabas? —pregunté confusa, éste como si estuviese ignorando mi presencia se sentó en el cantero recostando su cabeza en el tronco del árbol.

—En la plaza, necesitaba estar solo. —murmuró sacando de su bolsillo un papelillo, y al ver sus intenciones rápidamente me acerqué para sacárselo de la mano. Él frunció su ceño confuso, yo me senté a su lado.

—Dejá de fumar, ya está. —determiné firme con mi voz rígida, y su vista fue directamente hacia a mi boca.

Detesto que lo haga.

—Me saca de toda esta mierda, Kira, ¿qué querés que haga? Me siento para el orto, de alguna manera tengo que distraer el bocho. —justificó y sus ojos de a poco se cristalizaban.

—Pero Valen está bien, ¿por qué todavía seguís así? Tenés que estar contento, chiquito. —sobé su espalda para tratar de consolarlo, pero éste negó con su cabeza como si estuviese diciendo algo falso.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora