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Akira
Sentí como el colchón a mi lado se hundía provocando despertarme, ya que al parecer el cuerpo de quien sería Mateo estaba a punto de levantarse de la cama.
Di vuelta mi cabeza para verificar si lo que yo pensaba era lo correcto y... sí, efectivamente estaba calzandose listo para salir de la habitación.
—¿Te vas? —pregunté confusa aún sin lograr despertar mi cerebro.
—Estás en mi casa Akira, no en la tuya. —aclaró algo rígido mientras terminaba de atarse los cordones. Simplemente sabía que él estaba durmiendo conmigo por levantarme a mitad de la noche corriendo al baño a vomitar, pero no sabía el detalle de que me encontraba en su casa, porque como todavía tenía la borrachera encima ni siquiera me di cuenta que el baño al que corrí era al de mi amigo.
—Me duele mucho la cabeza. —me quejé apretando mi cabeza con ambas de mis manos, sentía que se me iba a explotar.
—Bajá y te doy una pastilla. —contestó no solo de manera seca y fría, sino también pareciendo estar enojado.
¿Qué le pasaba?
Aún así decidí quedarme con la duda. Una vez que el terminó de calzarse caminó hacia la puerta dejándome sola y sin ni siquiera omitir una sola palabra.
Largué un hondo suspiro y con algo de pesadez me senté en el borde de la cama. Refregué mis ojos con mis nudillos para tratar de despegarlos y luego de algunos segundos en los que entré en una especie de trance por el sueño que cargaba, decidí levantarme.
Me puse las ojotas Nike de Mateo que se encontraban en una esquina de la habitación con total confianza e inevitablemente por el reflejo del espejo se mostraba la facha que tenía, irónicamente hablando.
Con las ojotas Nike, la remera de la NBA amarilla que pasaba mis muslos y mi medio metro era una mini Mateo, literalmente un pibe.
Me hice un improvisado rodete en la cabeza con la colita que llevaba en mi muñeca y finalmente bajé, claro después de desviarme hacia el baño y estar allí algunos minutos terminando de arreglarme el pelo y cambiarme mi ropa, excepto la remera de Mateo.
—Buen día. —saludé al único presente que se encontraba en la cocina: Mateo.
—Hola. —contestó seco por enésima vez en el día,y eso que recién me despertaba— Ibuprofeno y agua. —señaló la mesada con su mirada, donde allí se encontraban dichos elementos preparados.
—¿Qué te pasa? —me animé a preguntar mientras me dirigía hacia la mesada para tragar aquélla pastilla y bajarla con unos cuantos litros de agua, pero en todos esos segundos que tarde él ni siquiera se esforzó por responderme— Te pregunté que te pasa. —repetí alzando ambas cejas, él estaba concentrado en la pantalla de su celular aún un poquito dormido pero aún así con su peor cara.
—Nada Akira, ¿qué me va a pasar? —contestó alzando apenas la voz y tratándome de la peor manera posible.
—Si te levantaste con el culo dado vuelta no te la agarres conmigo, pelotudo, andate a cagar entonces. —solté igual de enojada que él, pero simplemente porque detesto arrancar de esa manera el día.
Lo dejé solo en la cocina y me dirigí hacia el living, aunque era poca la distancia me senté en el sillón con el celular para al menos así evitarlo, hasta que vuelva a mi casa.
Saqué el aparato de mi bolsillo y rápidamente entre al chat de mi mamá quien se supone que estaría trabajando y apreté el botón verde para comenzar a grabar un audio.
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Akira; trueno.
Romance"Siempre imaginé que algo especial tenías, tu nombre encaja perfectamente con vos. Sos luz, y llegaste justo para iluminarme en la oscuridad donde yo estaba metido" Esta novela habla de temas sensibles y delicados que pueden ser ofensivos al lector...