capítulo cincuenta y ocho.

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Mateo.

—No puede pasar amor, no nos puede pasar esto. —solté asustado mientras mis piernas titubeaban y mis manos se frotaban en mi rostro repetidamente.

Ella cabizbaja a mi lado con sus piernas cruzadas como indiecito jugaba con sus dedos nerviosa, con sus ojos apenas cristalizados.

—¿De cuánto es el atraso? —pregunté girando mi vista para mirarla, aunque se me hacía imposible conectar miradas con ella si la suya estaba agachada.

—Cuatro. Cuatro días. —contestó y yo mordisqueé mi labio inferior nervioso. Mi labio ya se encontraba bastante lastimado por lo mismo, y es que desde que pasó todo esto me la paso con los nervios y el miedo de que a ella no le llegara la regla.

—Vamos a comprar un test, te voy a comprar uno. —determiné con mi voz un poco temblorosa, y ella enseguida levantó su cabeza para mirarme asustada.

—No, por favor, todavía no. —murmuró y sus ojos de un segundo a otro se aguaron, amenazando escaparse aquéllas lagrimas que tanto se contenía— No quiero, Mateo, no estoy preparada. —soltó y un mar de lágrimas empezó a empapar su rostro como si fuesen dos cataratas. Ella tapó su rostro con ambas manos para llorar sin que yo la viera y pude notar como sus manos temblaban un poco.

—Amor, nos tenemos que sacar la duda cuanto antes. —murmuré acariciando su muslo, pero ella por segunda vez negó con su cabeza. Y mis ojos se cristalizaron al verla tan mal, realmente ambos sentíamos el mismo terror—Yo lo compro, y lo tenemos guardado para cuando estés preparada, ¿sí? —murmuré destapando su rostro para así tratar de encontrar su mirada, la cual se encontraba inundada en lágrimas.

Ella algo insegura asintió con su cabeza, y mientras mordisqueaba el interior de su mejilla nerviosa yo ayudaba a limpiar aquéllas lágrimas con mis pulgares.

—Va a estar todo bien, mi amor, quedate tranquila. —traté de calmarla mientras la atraía a mi pecho en un abrazo. Así dejé varios besos en su cabeza al mismo tiempo que mis manos dejaban suaves caricias en su espalda y su pelo.

—Mi mamá sin laburo y yo con riesgo de embarazo, nos cago la vida a las dos. —asumió con su voz mocosa sin filtros y yo tragué en seco.

—Nadie te puede obligar a ser madre si no querés, quedate tranquila. —la calmé abrazándola con fuerza, recostando mi cabeza sobre la suya mientras ella aferrada a mi pecho no me soltaba un solo segundo.

—¿Vos sabés lo que es tener que pasar por un aborto, Mateo? Voy a sufrir como una hija de puta, y no solo físicamente; voy a sentir tanta culpa que la cabeza va a terminar haciéndome mierda. —murmuró y pude sentir como por segunda vez comenzó a llorar. Y con su pecho junto al mío también sentía las fuertes palpitaciones de su pecho, y cuanto temblaban sus manos.

—Vamos a buscar el hospital más seguro para que todo salga bien y yo te prometo que con un profesional lo vamos a poder superar, amor, va a ser duro pero somos muy fuertes. —aseguré sobando su espalda, y mi remera ya se encontraba bastante humedecida debido a su llanto.

Y yo sentía terror al prometerle tal cosa. Aunque estoy dispuesto a mover cielo y tierra para que elijamos lo mas seguro con tal de que todo salga bien, cargo con el terror de lo que podría llegar a pasar.

Al menos agradezco que en nuestro país el aborto sea ley, y que no tengamos que utilizar la clandestinidad poniendo en riesgo su vida, eso me calmaba un poco.

Nunca pense en eso, nunca imaginé tener que elegir aquélla opcion como una desición y realmente me asustaba saber por lo que ella tendría que pasar, pero lo único que deseo en estos momentos es que todo sea una falsa alarma y que le llegue la regla en estos días.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora