capítulo veintiséis.

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Mateo

Toqué el timbre de la casa y refregué mis ojos algo nervioso, no sabía si era lo correcto caer sin previo aviso o si le molestaría, pero realmente lo necesitaba.

Escuché sus pasos acercandose hacia la puerta y una tonta sonrisa se plasmó en mi rostro, sonrisa que se borró al abrirse la puerta y ver su reacción.

—¿Qué hacés acá? No te pedí que vengas, ¿no? —habló algo asustada la castaña, como si estuviese frente a un muerto viviente o un fantasma.

—No, perdón, te quería ver. —suspiré apenado mientras revolvía mi pelo— ¿Estabas ocupada? —pregunté con mi ceño fruncido algo confusa, se la notaba nerviosa y a cada rato miraba detrás de su espalda con preocupación.

—Están mis viejos Mateo. —murmuró abriendo grande sus ojos, yo lo miré el doble de desentendido que antes.

—¿Qué tiene, Agus? Vine a estar un toque con vos, te necesito boluda, no vine a coger. —expliqué casi en susurro por miedo mientras me acercaba a su cuerpo a lentos pasos.

Pasé ambas de mis manos por detrás de su cintura y planté un pequeño beso en sus labios, en el cual ella le dió paso a mi lengua y así lo profundizamos un poco más, aunque no dejaba de ser tranquilo y suave...me encantaba.

—No hagas ruido. —pidió tratando de recobrar el aire apenas separándose unos centímetros. Yo asentí con mi cabeza esbozando una minúscula sonrisa a boca cerrada para luego depositar un pico en su boca y así obedecerle.

Me tomó de la muñeca y cerró la puerta con cuidado, no era la primera vez que entraba a su casa pero sí la primera vez haciéndolo como si fuese un ladrón: tratando de que nadie me descubra.

Nos dirigimos hacia su habitación sigilosamente y una vez que entramos, liberé el aire que contenía en mis pulmones.

—Ahora sí. —dijo con una sonrisa mientras trababa la puerta con llave. Se acercó lentamente hacia a mí sin borrar aquélla pícara sonrisa y de un empujón que me tomó bastante por sorpresa me tiró a su cama, quedando yo boca arriba mientras la veía acercarse.

—Yo también te extrañé. —dijo guiñandome su ojo irónica mientras pasaba una de sus piernas por el costado de mi cintura para quedar encima de mí.

No era mi intensión hacer nada, mi principal objetivo no era visitarla para un polvo, pero tenerla encima mío con su provocativa sonrisa que tanto me envolvía se me hacía casi imposible no caer en sus juegos.

—¿Y si repetimos lo de ayer? —propuso completamente excitada mientras bajaba hasta mi rostro con lentitud. Pensando que iba a besarme cerré mis ojos y abrí apenas mis labios para prepararme, pero sonreí al sentir su lengua recorrer parte de mi cuello, donde también aprovechaba para succionar y en cuanto a sus manos, tocarme a su gusto por debajo de la remera.

Con su cintura se movía de adelante hacia atrás y llevó ambas de mis manos a su culo para darme el control de tocarla como yo quisiera, pero era tanto el placer que sentía en el momento al tener sus labios pegados a mi piel que lo único que me salió hacer fue atacar sus labios con desesperación.

Mis manos ya se metían por debajo de su remera y acariciaba con mi pulgar su espalda de arriba hacia abajo, mientras mi boca comenzaba a bajar hasta su cuello para dejar suaves mordidas y movimientos con mi lengua que la llenaban de placer.

—Agus... —murmuré separando mi boca para mirarla, pero ella hizo oídos sordos y con toda la excitación que cargaba atacó mis labios en un desesperado y lujuriso beso sin dejarme hablar.

Sus manos ya bajaban hasta el borde de mi remera con la intensión de sacármela por completo, pero decidí frenarla en la mitad del trabajo.

—Agus pará, no vine a esto, no tengo ganas. —determiné soltando un hondo suspiro. Ella frunció su ceño confusa y a la vez ofendida al oír lo que yo le decía.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora