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Akira
—Mirá que hice las compras y tenemos un montonazo de comida, eh. —soltó el rubio emocionado como si fuese un nene mientras me guiaba hacia su cocina para buscar algo de comida, ya que estoy molestándolo desde que nos levantamos de la siesta para que me cocine.
—¿Te va un tuco? Tengo arroz y salsa de tomate. —propuso metiendo su mano en la alacena dispuesto a sacar dichos ingredientes, pero se frenó al ver que yo negaba con mi cabeza.
—Algo rápido porfa, tengo mucha hambre. —pedí llevando ambas manos a mi panza, hambrienta. Él soltó una pequeña risita y asintió con su cabeza, guardando los elementos donde estaban y esta vez abriendo la heladera para ver qué podríamos almorzar.
—¿Panchos?¿Hamburguesas?¿Nuggets?¿Milanesas?...—comenzó a proponer, pero antes de que siguiera preguntando hablé interrumpiendolo.
—Panchos. —contesté con seguridad, él obedeciendo a mi pedido saco un paquete de doce sin abrir de los tantos paquetes cerrados que había y de la alacena saco algunos panes de pancho.
¿De dónde saca tanta plata para tener esa cantidad de comida?
—¿Che qué onda con vos?¿Andás metido en la droga que tenés tanto morfi? —pregunté de manera divertida, apoyándome en el borde de la mesada mientras observaba como el ponía el agua a hervir, pero en cuanto oyó mi pregunta frenó sus movimientos para quedar inmóvil en su lugar.
De un momento a otro su semblante cambió a uno más preocupado, y tragó en seco aún estático.
¿Qué mierda?
—Paulo, ¿me estás jodiendo? —solté abriendo mis ojos como platos y parándome firme en mi lugar con algo de preocupación.
—Te lo puedo explicar, pero primero dejame hablar. —pidió tragando saliva nervioso, para luego dejar la olla en el fuego y acercarse a mí algo desesperado— No digas nada, ¿si? por favor. —pidió asustado mientras posaba ambas manos en mi cintura, y yo realmente no podía creer que tratando de hacerme la graciosa terminé descubriendo lo que tan bien me ocultaba el rubio.
—¡Vendés droga, Paulo, la puta madre, ¿qué me querés explicar? —solté alterada, y él rápidamente llevó su mano a mi boca para evitar que siguiera hablando y soltó una carcajada tan fuerte que retumbó la cocina.
¿Qué es tan gracioso?
—Dios, Kiki, ¿cómo voy a vender drogas, boluda? —preguntó entre risas, mientras llevaba sus manos a la panza sin poder parar de reírse. Y mi semblante cambió a uno completamente serio.
—Sos un boludo, de verdad. —bufé cruzada de brazos con mi peor cara, y él al darse cuenta que me había ofendido de un momento a otro se le fue el ataque de risa.
—Perdoname chiquita, era una joda, no te enojes. —pidió arqueando su labio inferior con pena, mientras levantaba mi cabeza para que lo mirara.
Lo quiero comer a besos.
—Laburo Kiki, con eso me sustento así de piola. —contestó con una leve sonrisita para despreocuparme, y yo abrí grande mis ojos al oír su respuesta.
—¡¿Trabajás?! —pregunté sorprendida, como si me hubiese dicho algo de otro planeta, pero pensar que el solamente me lleva dos años y que a mí me sigue manteniendo mi mamá me hace sentir una inútil.
—Hace bastante hablamos boluda, ¿recién ahora te enterás? —preguntó soltando una insignificante risita, yo asentí con mi cabeza aún boquiabierta.
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Akira; trueno.
Roman d'amour"Siempre imaginé que algo especial tenías, tu nombre encaja perfectamente con vos. Sos luz, y llegaste justo para iluminarme en la oscuridad donde yo estaba metido" Esta novela habla de temas sensibles y delicados que pueden ser ofensivos al lector...