capítulo sesenta y cinco.

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Mateo.

—¿Tan novio y sin bonito? —preguntó el castaño a los gritos por los parlantes al cien que sonaban de fondo. Yo solté una débil carcajada y levanté mi cabeza para mirarlo.

Él pidió en la barra lo que quería para tomar y una vez pagó, volvió su atención a mí.

—No te vayas a divertir mucho, eu, ojo. —me advirtió irónico al verme sentado en la barra con una botella de Smirnoff en la mano. Parecía un borracho de mierda, ya me había tomado como tres chupitos de vodka puro y ya llevaba unos cuantos vasos de lo mismo mezclado con energizante.

El alcohol en sangre me hacía ver algo atontado y realmente lo estaba, porque todo a mi alrededor parecía estar girando.

Y llegamos hace dos horas, me puse en pedo en tan solo dos horas.

—Voy al baño y después voy a bailar, estoy muy en pedo. —dije con mi voz un poco extraña mientras me bajaba de mi asiento cómo podía, ya que tenía un poco de altura y con mi corta estatura mis pies se elevaban del piso.

En el intento, casi me rompo la boca contra el piso, pero bajé bien.

Mi amigo asintió contento al pensar en que me había despertado animadamente y se retiró con Valentín para dejarme solo. Yo caminé como pude hacia el baño, tratando de no chocarme con todo el tumulto de gente que me asfixiaba y haciendo mi mayor esfuerzo para no marearme con la cantidad de luces coloridas que había.

Llegué al baño sano y salvo y al ver una inmensidad haciendo fila para entrar resoplé cansado y me apoyé en un rincón a esperar. Ladeé mi cabeza hacia atrás y al apoyarla en la pared, exhalé profundo para tratar de desaparecer de la vida de mierda que llevaba.

Descubrí que efectivamente ni el vodka más puro podría arrancarme de la cabeza a Akira, ni mucho menos todo el alcohol consumido, el cual parecía haberme hecho peor porque todo el tiempo se me viene ella a la cabeza para destruirme un poquito más.

Abrí mis ojos al oír una conocida carcajada y enseguida fruncí mi ceño confuso buscando aquélla hermosa melodía. Parecía estar volviéndome loco, pero no, no lo estaba...o al menos eso pensaba.

Busqué con mi mirada a la protagonista de tan lindo sonido y efectivamente allí estaba. Allí estaba ella, bailando y riendo con su amigo Paulo...y bastante linda vestida.

De joda y a las carcajas, con la persona que más inseguridades me trajo y de la que yo siempre desconfié, al parecer con razón.

Mis ojos comenzaban a picar un poco y yo enseguida los refregué con mis nudillos para evitar llorar. Me dolía pensar el corto tiempo que tardó en reemplazarme, y la cabeza ya comenzaba a poner cientos de pensamientos para autodestruirme.

Pude ver como ella al sentir mi mirada clavada en la suya al instante se giró para mirarme, y al notar mi presencia quedó estática en su lugar, como si se hubiese encontrado a un fantasma.

Sus ojos se cristalizaron en un segundo, y aquéllos movimientos inconscientes que sus pies hacían siguiendo el ritmo de la canción se frenaron.

Paulo enseguida chequeó que era lo que la había dejado tan estática, y en cuanto me vió a mi parado al lado del baño le habló en su oído.

Deseaba tener la capacidad de tener oido biónico en aquél momento.

Mi vista se desvió a su cuerpo; su top negro ajustado al cuerpo y aquél shortcito que lucía su cintura me hacían caer de nuevo en sus encantos, y me moría de ganas por probar sus labios. Los cuales, detalle no menor, se veían bastante rosados y húmedos debido a lo que estaba consumiendo.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora