capítulo cincuenta y seis.

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Mateo.

Abrí la puerta de la manera más sigilosa y cuidadosa posible con tal de no despertar a nadie, y una vez que entré, metí mis llaves en uno de los bolsillos de mi pantalón para así no perderla.

Al chequear que toda la casa estaba a oscuras y que los presentes se encontraban ya durmiendo, de puntitas de pie subí hacia mi habitación con tal de que ningún escalón rechinara.

Al llegar, me desvié hacia el baño a cepillarme los dientes. Saqué mi cepillo del vaso, abrí el agua de la canilla, y en cuanto observé mi rostro en el espejo, solté un hondo suspiro.

Mis ojos lo delataban todo; mi mini pelea con la morocha, la charla con mis amigos, el llanto en aquélla conversación, y el porro consumido para distraerme con los pibes.

A ellos les cuento todo, y ahora que me puse de novio con Akira obviamente también les cuento cada cosa que me sucede con ella, como lo vivido hoy a la mañana.

Mis inseguridades van en aumento, y el triple al pensar en que no soy lo suficiente para mi novia, o que al menos ella no sabe valorarme como su compañero de vida.

Lo sucedido hoy realmente me afectó, simplemente porque siento que ella no valora mis intensiones y me desespera no saber que hacer para que ella se sienta bien conmigo.

La acompaño en todo, la ayudo, la amo como ella se merece que la amen, soy lo más transparente y demostrativo con ella para que nunca llegué a dudar de eso, y aún así siento que no le estoy entregando lo suficiente.

No soy lo suficiente para ella, y siendo la persona que más amo en esta vida realmente me duele.

Hoy no la vi en todo el día despues de lo que pasó. Yo al final cambié por completo los planes y fui solo a ver a mi papá apenas salí de casa para después pasar la tarde con mis amigos y así despejarme.

A Akira nunca le conté lo charlado con mi papá, y tampoco hablamos en todo el día. Ella simplemente me dijo que me esperaría a que yo volviera para así hablar tranquilos y dormir juntos, pero siendo las once de la noche dudo mucho que ella se encuentre despierta.

Metí mis manos debajo de la presión del agua y así empapé mi rostro a salpicones para tratar de mejorar mi aspecto. También cepillé mis dientes y por último sequé mi cara con la toalla de manos que se encontraba colgada a mi lado.

Una vez que terminé, salí del baño y en cortos pasos llegué a mi habitación.

Coloqué una de mis manos en la manija y suspiré hondo para tomar las fuerzas suficientes para entrar. Luego de unos cortos segundos, abrí la puerta permitiendo tener en mi campo de visión a mi novia recostada en mi cama, con sus rostro descansando en sus manos y la carita angelical que tan enamorado me tiene.

Tragué saliva nervioso y cerré la puerta poniendo mi mayor esfuerzo para no hacer ruido.

Caminé hacia la cama y me senté en el borde, me saqué las zapatillas con ayuda de los talones y finalmente me acosté a su lado dándole la espalda.

—¿Amor?—escuché en un murmuro, con su voz de dormida y podía asegurar que con su ceño fruncido algo perdida, ya que así sonaba su voz; al parecer estaba dormida y algo atontada.

—Soy yo, dormí. —contesté seco, sin ni siquiera darme la vuelta con tal de esquivar su rostro.

Acto seguido sentí como ella se estiró en su lugar y se sentó con la espalda apoyada en el respaldo de la cama.

—¿Podemos hablar un rato? —preguntó por lo bajo, yo exhalé profundo y quedé estático en mi lugar, sin nisquiera responder a su pregunta— Por favor, Mateo. —pidió en un murmuro, y a mí no me quedó otra que sentarme en mi lugar con pesadez y apoyado en la cabecera de la cama; mirarla.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora