Akira; trueno.

capítulo treinta.

Akira

Suspiré hondo mientras la película de fondo se reproducía y aunque mi vista estaba fija en el televisor, mi mente estaba completamente concentrada en otra parte.

Hace apenas unos días me tocó consolar a Mateo con sus problemas y sus inseguridades, y ahora es a él quien le toca consolarme a mí con algo que me viene dando vueltas en la cabeza y por claras razones él aún no sabe.

Ahora que la relación con Mateo volvió a ser la misma que antes puedo decir que estoy más tranquila, las cosas no cambiaron para nada y seguimos teniendonos la misma confianza que siempre tuvimos, pero ahora que todo está bien no puedo parar de pensar en que todos esos sentimientos encontrados hacia el morocho aún seguían intactos y no lograba manejarlos.

¿Qué se hace en esta situación?

Yo no podría alejarme de él, no otra vez. Pero tampoco soporto tenerlo cerca sabiendo cuanto me hace confundir, me siento la peor persona.

—¿Estás bien? —preguntó algo desconfiado mi amigo, probablemente al darse cuenta que ni siquiera estaba prestando atención a la película.

Yo sacudí mi cabeza para reaccionar y esfumar aquélla cantidad de pensamientos que pasaban por mi mente, y una vez que logré conectar miradas con él, asentí con mi cabeza.

—No te creo. —contestó dudoso, a veces me juega bastante en contra que el morocho me conozca tanto. Él puso en pausa a la película y con su semblante serio de concentró en mi rostro— Sabés que podés confiar en mí, ¿no? —preguntó alzando ambas cejas, yo asentí con mi cabeza— Desde que llegaste estás media perdida, si tenés algún mambo me lo podés decir y lo podemos solucionar juntos chiquita, sabés que acá estoy, igual no te voy a obligar a que me cuentes. —avisó dejando un pequeño beso en mi frente, para luego ponerle play a la película y dar por terminado el tema.

—Un pibe. —solté y tragué saliva al darme cuenta de lo que había dicho. El morocho quedó un poco tildado porque probablemente no se imaginaba mi respuesta, aunque aún así después de eso volvió a pausar la película para prestarme atención a mí.

—¿Qué pasó? —preguntó algo apenado, aunque se notaba también la rigidez con la que me miraba al oír mis palabras. Rigidez al pensar que un pibe me había dejado en ese estado, lo conozco.

—Me gusta mucho, Mateo. —confesé bajando mi vista hacia los hilos de mi short que utilizaba como pijama para dormir, mientras él no sacaba su vista de mi rostro un segundo.

—¿Entonces? —preguntó algo confuso. Era bastante extraño para él que le esté contando algo que se supone que tiene que ser una linda noticia, con mi peor cara.

—Él no siente lo mismo, es eso. —contesté fingiendo desinterés, pero realmente me dolía que no sea correspondido.

—¿Cómo sabés que no siente lo mismo? —preguntó alzando ambas, yo solté una sarcástica y corta risa al aire, esta vez levantando mi cabeza para mirarlo.

—Porque no boludo, es obvio que no. —contesté y soné bastante enojada por la manera en la que lo dije, pero molestaba que él no se de cuenta de quien estaba hablando realmente.

—Sos hermosa, por dentro y por fuera. No existe posibilidad alguna de que un wachin desaproveche la oportunidad de estar con una mina como vos al lado. —dijo seguro y al instante sentí mis mejillas coloradas, pocas veces sucede pero últimamente Mateo lo logra bastante— ¡Te pusiste rojita, tonta! —soltó divertido mientras reía, y yo quería ocultarme en quince frazadas con tal de que no me viera— Sos preciosa. —halagó una vez que volvió a ponerse serio, mientras yo estaba estática en mi lugar sin omitir ningún tipo de sonido con tal de que dejara de reírse. Al oír aquél comentario mordí fuerte mi labio inferior para evitar sonreír como boba, no quería ser tan evidente— Muy preciosa. —corrigió esta vez acercándose a mi rostro. Corrió algunos mechones de pelos que caían sobre mi rostro y pareciendo inspeccionarme, se quedó algunos segundos analizando mis ojos para luego comenzar a dejar algunos besos en varias zonas de mi cara.