Akira
Solté una fuerte puteada y refregué mi cara con ambas manos frustrada aún sentada en el inodoro al ver la mancha enorme que tenía en la tanga.
Me vino, me vino un sábado estando fuera de mi casa y sin una sola toallita de emergencia; genial.
Suspiré hondo y la primera que se me ocurrió hacer fue utilizar papel higiénico como protector al menos hasta que consiga una toallita.
Me lavé las manos con el peor de los humores y sin ni siquiera animarme a salir del baño, llamé al morocho.
—¡Mateo, vení, rápido! —pedí en un grito, y al instante pude oír los pasos acelerados acercándose a la puerta, entonces apenas lo escuché llegar a la puerta la abrí permitiéndome tenerlo de frente.
—¿Qué paso? —preguntó apenas preocupado, yo resoplé cansada y refregué mi cara con ambas manos antes de hablar.
—Me vino. —contesté mordiendo con fuerza mi labio inferior. Es increíble la furia que me generan estás cosas. Detesto menstruar y detesto que las mujeres menstruemos, es como si la vida nos odiara.
Al menos agradezco no sufrir cólicos; pequeños privilegios que la vida regala solo a algunas mujeres.
—¿Y? —preguntó confuso, aunque también desinteresado. Como si yo lo hubiese llamado solamente para avisarle que estoy menstruando.
—¡Que no tengo nada, Mateo! —contesté alterada, me molestaba que no me entendiera, y a veces admito que no me controlo cuando me enojo.
—Bueno, ¿querés que vaya a comprarte toallitas? —preguntó alzando ambas cejas, yo rápidamente me negué.
—Tampones, no toallitas. —corregí y él abrió sus ojos como platos— ¿Querés que nos metamos a la pileta juntos o no? —pregunté alzando una ceja, esté asintió con su cabeza arrepentido.
—Bueno, pero yo no entiendo mucho, llevo el celu y vos me guiás porque nunca compré esa verga. —propuso rascando su nuca algo inseguro, yo le agradecí dejando un pequeño beso en su mejilla y asentí con mi cabeza sin problema alguno— En un ratito vengo, estate atenta al celu, porfa. —pidió dejando un pico en mis labios, yo sonreí y una vez que se retiró, yo camine la poca distancia que tenía hacia la habitación en la que dormimos.
—Kiki, ¿nos metemos a la pileta? —pidió el menor apareciendo justo antes de que lograra entrar, yo apreté con fuerza mis ojos y me di la vuelta para tenerlo de frente— No me quiero meter solo, no se nadar y es muy profunda. —dijo algo avergonzado, y yo mordí mi labio inferior culpable antes de que dé mi respuesta.
—Perdón Emi, no puedo ahora, cuando llegue tu hermano nos metemos, ¿dale? —propuse revolviendo su pelo, y él con su short y la pelota para jugar en el agua ya lista debajo de su brazo asintió con su cabeza y se giró para volverse a la habitación de su papá.
Quedé como una ortiva, ¿pero cómo le explico a un nene que si me meto al agua la dejo como el mar rojo? No, lo traumo.
Sentí como de a poquito me seguía bajando entonces rápidamente me metí a la pieza y me encerré allí dispuesta a apurar al morocho, pero en cuanto sentí mi celular vibrar rápidamente abrí WhatsApp para hablar con él.
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Akira; trueno.
Romans"Siempre imaginé que algo especial tenías, tu nombre encaja perfectamente con vos. Sos luz, y llegaste justo para iluminarme en la oscuridad donde yo estaba metido" Esta novela habla de temas sensibles y delicados que pueden ser ofensivos al lector...