capítulo cuarenta y cinco.

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Akira

—Al fin bajaste. —dijo mi progenitora apenas pise el último escalón.

"Si, pero no a hablar con vos" me hubiese encantado responderle, pero no.

Rodé mis ojos e ignorando por completo su presencia, me dirigí hacia la cocina dispuesta a prepararme una botella de agua antes de salir de casa.

—¿Estuviste llorando? —preguntó observandome desde el living, yo suspiré hondo y negué con mi cabeza mientras cargaba agua del bidón.

¿Cómo puedo mentirle a ella si es de las personas que más me conoce? Además de Mateo, mi mamá me conoce tanto que no puedo ocultarle nada.

—Sentate, hablemos. —pidió en un tono sereno, bastante tranquila a diferencia de aquél bochornoso día en la casa de Mateo. Desde ahí que no la veo, ni que hablo con ella ya que a mi suerte pude esquivarla bastante hasta ayer que tuve que volver porque no iba a quedarme como idiota esperando a Mateo mientras él estaba con otra mina.

Yo tragué saliva y no respondí nada. Realmente no tenía ganas de hablar con ella, no tenía ganas de hablar con nadie y menos de Mateo.

La persona por la cual estuve llorando toda la noche por imbécil.

Agarré mi botella ya cargada y comencé a caminar a las apuradas hacia la puerta con la intensión de dirigirme hacia la plaza, pero en cuanto puse mi mano sobre la manija, me di cuenta que no podía estar un segundo más peleada con mi mamá.

Soy una maricona.

Me desvié de la salida y me di la vuelta para sentarme junto a ella, quien estaba tomando mates mientras miraba el noticiero bastante concentrada.

—¿Seguís enojada? —preguntó sin sacar su vista del televisor, yo alcé una ceja indignada.

—¿Sos joda? —me limité a contestar mientras le robaba una galletita del paquete que estaba comiendo, ella soltó un hondo suspiro y conectó miradas conmigo— Ni perdón me pediste por el quilombo que me armaste en la casa de Juliana, ¿cómo no voy a seguir enojada? —justifiqué con mi ceño fruncido y ya bastante enojada.

—Está bien, perdoname, no te tendría que haber gritado así. —admitió culpable, y a ella al igual que yo le cuesta horrores admitir que estuvo mal, me sorprende que lo haya hecho con tanta facilidad— Pero sigo pensando que estuviste mal, Kiki, ¿cómo van a andar así adelante de los chicos? —preguntó y yo rodé los ojos cansada.

—Tengo veinte años ya, y encima no estábamos haciendo nada, sabíamos que estaban los chicos ahí. —contesté para luego darle un sorbo largo a mi bebida, pero esta nego con su cabeza.

—Ya sé que tenes veinte años, no me molesta que anden a los besos o que se encierren en la pieza a hacer sus cosas...—dijo tranquila y yo abrí mis ojos de par en para llevar una galletita a mi boca con tanta agilidad que casi me ahogo— Lo que molestó a mí fue que hayan estado asi adelante de los chicos, nada más. —concluyó cebandose un mate, pero antes de que me permita responderle ella volvió a hablar— Igual quiero saber que onda con Mateo...¿no eran amigos ustedes? —preguntó con una cara pícara alzando sus cejas de manera divertida, yo solo rodé los ojos y solté una pequeña risa. Sabía por donde venía la mano.

—No quiero hablar de Mateo. —contesté esta vez soltando un hondo suspiro, ella asintió comprensiva con su cabeza y le dió un sorbo a su mate— Somos amigos, pero...que se yo, nos sacamos las ganas. —expliqué un poco confusa, simplemente para que no me ande preguntando cuando andemos a los besos delante de ella, aunque dudo que eso suceda.

—¿Y por qué estuviste llorando?¿Estás bien? —preguntó algo apenada, mientras posaba una de sus manos sobre la mía para dejar una pequeña caricia.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora