capítulo veintiocho.

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Akira

—No quiero entrar. —bufé con pesadez al rubio en la puerta de la casa de Mateo, él soltó una pequeña tierna risita y acunó mi cara con ambas de sus manos para que lo mirara.

—Va a estar todo bien. —determinó con seguridad y me regaló una pequeña sonrisita, no pude evitar devolverle el gesto con tan hermosa vista.

—Te voy a besar. —avisé bajando mi vista hacia sus labios, pero antes de que me de el pié a hacerlo una tímida risita escapó de su boca. ¿Cómo puede ser que el mismo pibe que cancherea y me chamuya como un profesional es el mismo que se pone tímido cuando lo encaro? No sé, pero realmente me encanta.

Una vez que nuestras miradas se conectaron pasé ambas de mis manos por detrás de su nuca. Él al sentir ese simple acto cerró sus ojos y abrió apenas sus labios para darme lugar a hacer lo que tanto estaba deseando, y no lo dudé un segundo.

Era un beso tranquilo, las calles estaban en completo silencio y con total ausencia mientras los únicos presentes se besaban como si del último se tratase, porque puedo jurar que los besos del rubio son de los más pasionales que existen.

Nos separamos por falta de aire y él se encargó de dejar un último pico en mis labios en modo de despedida, claro también dedicándome aquéllas sonrisas que tanto me encantan.

—¿Podés entrar conmigo? —pedí arqueando mi labio inferior con mi mejor cara de víctima, pero él se negó por milésima vez en el día.

—Sabés que con tal de que vos no la pases mal soy capaz de acompañarte, pero es algo íntimo y yo mucha relación con Mateo y su familia no tengo. —explicó con tranquilidad, y yo asentí algo apenada.

Él en realidad me explicó que es amigo de Dani, y varias veces se cruzaron con Mateo en los cumpleaños o en joda y por eso pegaron buena onda, en sí no nos amigos. Eso me sirve bastante para no sentir tanta culpa a la hora de besarlo, pero en estos momentos desearía que sean amigos de toda la vida con tal de que no me deje sola.

—Entrá y si estás incómoda me hablás, ¿si? No te olvides. —pidió por última vez y yo asentí con mi cabeza— Te quiero. —musitó con ternura y yo simplemente sonreí algo forzada, solamente porque aún me cuesta decirle a él esas cosas...no sé.

Para finalmente despedirnos él unió nuestros labios en un tierno beso, al parecer yo no era la única que no quería que se vaya: él tampoco quería irse.

Nuestras lenguas volvieron a conectarse por segunda vez pero antes de que el beso avanzara a más intensidad, algo nos interrumpió...

Oí un carraspeo de garganta forzado al lado nuestro y de un ágil movimiento nos separamos. Giramos juntos nuestra mirada hacia aquél particular sonido y en ese momento deseé que la tierra me tragara cuando vi al morocho parado frente a ambos.

A mí ni siquiera me miró, pero a Paulo no le sacó su seria mirada un segundo.

—¿Todo bien? —preguntó al rubio con su serio semblante, tanto que hasta llegaba a intimidarme. ¿Desde cuándo Mateo se volvió tan frío y serio?

—Todo bien. —contestó él algo nervioso, se notaba por como rascaba su nuca.

—Andá yendo, gracias por acompañarme. —rompí yo el tenso clima que se había formado, mientras dejaba un beso en la mejilla del rubio para despedirlo. Él asintió regalándome una pequeña sonrisa a boca cerrada y casi escapándose de la situación; se fue.

Quedamos solos, aquél Mateo rígido que tanto desconocía y yo quedamos solos, y con tanta incomodidad que me daban ganas de llorar.

¿Desde cuándo las cosas son así?¿Desde cuando no puedo estar un segundo cerca del morocho sin que me den ganas de escaparme corriendo por incómodo clima que se forma?¿Desde cuándo nos volvimos tan distantes? ¿Cuándo cambiaron tanto las cosas?

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora