capítulo cincuenta y tres.

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Akira.

—¿Ya estás lista, amor?¿Vamos? —preguntó el morocho golpeando la puerta de mi habitación. Yo con mis ojos cristalizados y mi vista en el espejo negué en mi cabeza, aunque él no me estuviese viendo.

—No, Dios, hoy no es mi día. —bufé entristecida para luego tapar mi cara con ambas manos tratando de no llorar.

—¿Puedo pasar? —preguntó preocupado, yo le di el permiso y él enseguida abrió la puerta— ¿Qué pasa, chiquita? —consultó formando un triste puchero en sus labios mientras se acercaba a pasos ligeros hacia a mí, y apenas me vio así me abrazó fuerte por la cintura y comenzó a dejar muchos besos en mi cuello, sin ni siquiera saber que me sucedía.

—Estoy horrible, nada me queda bien y en unas horas es mi cumpleaños, ¿entendés? no me puede pasar esto. —solté y mis ojos comenzaron a aguarse.

—Pero no, amor, sos hermosa ¿qué decís? —habló acunando mi cara con ambas de sus manos para así mirarme con algo de preocupación. Él ya estaba preparado y listo para irnos mientras que yo seguía con la misma ropa porque no me gustaba ninguno de los outfits armados como opciones.

Me salió un nuevo grano, mis pelos se inflaron debido a la humedad y mis labios estaban hiper secos por la época que estamos transitando.

Todo, pero todo mal.

—¿Qué te querías poner? Mostrame, yo te ayudo a elegir que ponerte. —propuso positivo mientras buscaba con su mirada la ropa, yo me limité a señalar con mi cabeza hacia mi escritorio donde allí se encontraban las prendas, y él enseguida se levantó a chequearlas.

—Uf, con esto rompes. —opinó eligiendo un short engomado negro y un top blanco— Te los ponés con unos zapatitos blancos y vas a estar re linda, bebé. —agregó mientras me entregaba las prendas y yo negaba con mi cabeza insegura— O sino querés mostrar mucho te podés poner unos jeans facheritos esos moms y una remera grande, pero igual ya te dije que estás en todo tu derecho de vestirte como vos quieras y te sientas cómoda. —habló probablemente al recordar lo sucedido la última vez que salimos de joda juntos; terminé siendo acosada verbalmente por un grupo de desagradables y con un flaco que me quiso llevar al baño a toda costa.

—No es eso, es que ponga lo que me ponga me queda para el orto. —contesté resoplando molesta mientras refregaba mi cara con ambas manos.

—Probate esto, ¿si? me mostrás y yo te tiro la posta, si no queda piola no te la voy a andar careteando. —aseguró estirándome el outfit armado, y lo único que me convenció fue su sinceridad.

Y, además...¿qué mejor que la opinión de la persona que más enamorada me tiene?

Con algo de miedo recibí lo que me entregaba, él sonrió victorioso para luego taparse los ojos y así permitirme cambiarme; yo me tomé unos cortos segundos ya que no quería tenerlo mucho tiempo así.

—No, me queda horrible. —determiné mordiendo mi labio inferior con bronca, y por segunda vez; mis ojos se cristalizaron.

Me quedaba horrible, y no era el outfit armado por el morocho, sino yo, que definitivamente no era día para andar haciéndome la linda.

Un silencio extraño se formó en la habitación, y mientras yo seguía mirándome con disgusto en el espejo aún me daba terror girarme a mírarlo.

Sentí su cuerpo levantarse de la cama y como sus pasos se acercaban a mí, entonces tragué en seco y me di la vuelta para verlo.

Una tonta sonrisa de oreja a oreja se plasmaba en su rostro, y sin decir palabra alguna me miró de arriba a abajo mientras mordía su labio inferior.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora