capítulo cuarenta y cuatro.

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Akira

Refregué mis ojos para así tratar de despegarlos y me estiré en la cama aún dormida sin poder despertarme del todo.

Miré hacia a mi costado para observar a Mateo pero él ya no se encontraba ahí...Mateo no estaba.

Suspiré hondo y refregué mi cara con ambas manos frustrada, sigo sin entender que mierda pasa con nosotros.

Me senté en la cama y me quedé un buen rato mirando a mi zapatilla, tratando de caer a Tierra y despertarme de una buena vez.

Escuché la puerta abrirse y sacudí mi cabeza asustada, pero al ver al morocho entrando en silencio pensando en que yo dormía suspiré aliviada.

—Perdón, ya me voy. —murmuró mientras pasaba a pasos acelerados hasta llegar a su placard. Y yo no podía creer lo que mis ojos veían.

Había salido de bañarse, tenía su torso desnudo un poco mojado y un toallón en la cintura.

Tragué en seco y mordí fuerte mi labio interior para contenerme. No quería tentarme, no era el momento.

—¿Cómo te sentís? —preguntó mientras buscaba un short deportivo de su placard, justo aquéllos deportivos que usa para estar de entrecasa. Yo fruncí mi ceño confusa, no entendía por que me lo preguntaba— Digo...después del ataque que tuviste ayer, ¿estás bien?¿pudiste descansar? —preguntó al notar el silencio que se formó luego de su pregunta, yo asentí con mi cabeza en modo de respuesta— Me alegro. —agregó esbozando una leve sonrisa a boca cerrada, para luego agarrar su ropa y dirigirse hacia la salida, pero no podía permitir que se vaya dejándome a mí con la duda que no me permitió dormir con normalidad en toda la noche.

—¿Seguís enojado? —me animé a preguntar, y al verlo frenar sus pasos para luego darse la vuelta y así conectar miradas conmigo me intimidó de tal manera que me dieron ganas de escapar corriendo.

—¿Yo te dije que estaba enojado? —preguntó alzando una ceja, y yo tragué saliva intimidada.

Odio, odio cuando se pone así de serio cada vez que peleamos, porque me siento tan débil frente a el que hasta me cuesta mirarlo a la cara.

—B-bueno, n-no, pero...—empecé a titubear nerviosa, pero al darme cuenta que ni siquiera podía hablar con normalidad suspiré hondo— Ya sabés a lo que me refiero. —concluí obvia.

—Ya está, Akira, dijiste que estabas arrepentida y dijiste que ibas a hablar con Paulo. —determinó bastante tranquilo a mí parecer, y por dentro yo ya estaba saltando de felicidad.

Estaba todo bien, Mateo iba a volver a ser ese Mateo de siempre tan lleno de amor conmigo y al menos algo se arreglaría entre todas mis cagadas.

¿O no?

No, algo anda mal...

Estaba todo bien...así, de un día para otro.

¿Realmente estaba todo bien?

—¿De verdad me estás diciendo? —pregunté con miedo, éste asintió con su cabeza y levantó sus hombros indiferente.

—Dios, Mateo, te amo tanto. —solté aliviada esta vez levantandome de la cama para colgarme a su cuello en un fuerte abrazo, y sentir su brazo rodear mi cintura para consentirlo me alivió el triple. Realmente estaba todo bien— Hoy voy a hablar con Paulo, voy a cortar todo, te lo prometo. —aseguré mirándolo a los ojos aunque él no lo estuviese haciendo, entonces tomé su cara con ambas de mis manos y luego de bajar un poco su rostro para que me mirara, fui directo a su boca para besarlo.

Akira; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora