Capítulo XXXV: Entrenamiento personal.

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  • Dedicado a a las mujeres, por ser tan badass.
                                    

Es un trabajo.

El viento acuna las hojas, las aves planean, el sol esclarece a la vida y yo pateo bolas con la destreza de mi hermano aquella noche en que fue a su primera fiesta de secundaria e intentaba meter la llave en la puerta venteando a alcohol.

Apesto, claramente apesto.

―¡Tienes que ser la pelota, Parker! ―Berreó por enésima vez la profesora, extraviando la paciencia―. Debes chutar como una mujer, no como un bebé que tiene miedo de romperse una uña. ¡Es sencillo! ―¡No tenía miedo de romperme nada! Naturalmente mi coordinación no era sobresaliente; algo que Perkins parecía no captar―. ¿¡Creen que esto es lo que quería hacer con mi vida!? ¡¿Enseñarle a mocosos?! ―Comenzaba a irse por el camino de la nostalgia hacia su época de oro. Nunca era lindo cuando eso sucedía―. Planeaba tener una casa blanca con un jardín hermoso. Un esposo que me amara y tres hijos con notas excepcionales ―Todos nos observamos en silencio, conmigo parada torpemente en frente de la portería donde Harry aguardaba con paciencia como el jugador estrella que por desgracia es―. ¡Sé que hablan a mis espaldas! Dicen que estoy gorda y que no tengo derecho a reclamarles nada, ¡pero no es gordura! ¿Está bien? Desde hace tres años no me viene el periodo y así es como me afecta. ¡Otro intento, Parker! ―Rigió sus ojos de halcón goteantes hacia mí, antes de soplar iracundamente el silbato. Me encogí en mi propio cuerpo, cerrando los ojos antes de marchar hasta la delantera de la pelota y darle una patada.

Atizó un metro lejos de la portería.

―¡Siguiente! ―Perkins desclavó un gruñido, negando con la cabeza al anotar en su libreta un par de palabras poco estilizadas y daba otro soplido al pito. Sabía lo que había escrito; precisaba práctica antes de la prueba si no quería que mi nota excepcional se viese menoscabada.

Me moví a un lado, un poco relajada de desertar la escena del crimen al tiempo en que atendía a Maloney instruyendo al año anterior en la cancha lateral, con alumnos brincando neumáticos como un montón de orangutanes. Escuchándolo gritar como si fuese el Anticristo, no era mejor que mi profesora actual, pero definitivamente no era peor; me pescaba saber que en el fondo lo evocaba. Aun cuando me sacaba de quicio su vestimenta fachosa, me hacía sentir ese buen dicho de «nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde».

―¿Apestando mucho?

Mis ojos maniobraron hacia la voz, cuando me encontré a un pelirrojo peculiarmente acentuado por la irradiación del sol. Lancé una carcajada, propinándole un pequeño golpe mientras negaba con la cabeza―: A veces se me olvida que tú eres un año menor que yo. Por supuesto, tienes clase con Maloney a esta hora ―Viré los ojos, sintiendo a Patrick acomodarse a mi lado junto al asqueroso aire de Malibú como compañía―. Sé que intentas estar al tanto de cómo reaccionaron mis amigas anoche cuando les conté del fiasco que resultó mi cita con Jace, individualmente una con cabello rubio. También está la suma de poder burlarte de mí por la manera tan espantosa en la que aporreé ese balón frente a mis compañeros de clase y los tuyos.

―Es fantástico cuánto me has conocido en estos meses, Parker.

Me encogí de hombros, sonriendo soberbia―: Soy una caja de maravillas, Welles.

Pat me echó un vistazo exageradamente boquiabierto, tocándome el rostro cual enfermero―: Es increíble. Pude escuchar a Harry Styles saliendo de tu boca hace unos segundos ―Su comentario hurtó mi sonrisa, impulsando que le observe recelosa. No había sido lindo tener que resistir con el rizado en frente de mí por cinco minutos; anhelé magullar su rostro con el balón durante un periodo, ingenuamente ni con todas las ganas conseguía hacer que terminara dentro del rectángulo―. Deja la amargura, fea. Solo intento empujarte un poco hacia la persona que me vomitó su cena; una bomba nuclear como tú solo puede ser manejada por un chicle delicioso como él ―Me guiñó el ojo, ciñendo confianzudamente sus brazos sobre mis hombros mientras yo concordaba con la comparación del chicle. Tan pegajoso y molesto―. ¿Qué te dijo Sargento Cupido respecto a Wood?

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