Capítulo LXX: El aullido del lobo.

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—De acuerdo. —Sarah nos dirigió una mirada imperturbable a todos. Inclusive había un mapa diseñado por el club de dibujo sobre la superficie—. Mandy acompañará a Aileen, Zayn y Maggie a la biblioteca —dijo, apuntando al lugar en el plano. Mandy era la colaboradora circunstancial del bibliotecario—. Harry, Gemma y Warren estarán contactando a toda la prensa posible mientras Liam y Niall distraerán al decano con ayuda del club de magia para que Lisa y yo entremos a la oficina. Louis y David vigilarán de todas formas los alrededores, en caso de que alguien más decida entrar. Preston Fish llegará a las nueve horas así que el resto —Dentro del cual estaban involucrados Paz y Patrick—, se encargará de hacer la jugarreta.

—Eres buena planificando.

—No sería nada sin mi creadora del juego. —Cerró la mano en mi dirección, por lo que choqué mi puño con el suyo, riendo. Le había señalado los factores necesarios y ella se había tomado la tarea de organizarlos.

Louis juntó sus manos en torno a su boca, aullando en memoria a los Lobos de Melbourne. Le acompañamos, creando el aullido más alto en la historia de Melbourne antes de ponernos con las manos a la obra.

Era otro día y todos estábamos vestidos con ropa habitual. Al terminar Harry su declaración ayer, nos dimos cuenta de que el raciocinio no estaba en el vocabulario de las bestias y nos retiramos de la zona como un montón de caballos. Para el desconcierto de Dolores Umbridge con género alterado, el lugar quedó tan vacío como la cabeza de Donad Trump en cuestión de segundos.

Pero teníamos un nuevo plan.

La biblioteca estaba desértica cuando entramos, factiblemente porque el año estaba empezando apenas y eran pocos los interesados en sus calificaciones, o porque la mitad del alumnado estaba suspendido en este momento. El bibliotecario nos envió una ojeada floja cruzando el escritorio, a lo que agaché la cabeza en reconocimiento y arrancamos a dispersarnos entre los angostos pasillos del edificio.

Mandy comunicó, señalando con su dedo. —Voy a buscar en el área de computadoras. —Se disipó ágilmente por donde manifestó.

Tragué seco al recordar la última vez que estuve en este lugar. Cuando mis ojos pararon momentáneamente en el pequeño cartel que rezaba «Clase N» mi ritmo cardíaco enloqueció y sentí un hormigueo impertinente en el estómago. Decidí ignorarlo, comenzando a deslizar mi mirada por encima de los diferentes títulos que identificaban cada libro. Tomé el reglamento de Melbourne y otro llamado «Inicios de Melbourne: Paso a Paso para una Academia Grandiosa», prosiguiendo con la búsqueda mientras mi cabeza imaginaba el escenario como una proyección cinematográfica: los cuatros desplazándonos de forma acelerada al tiempo en que una canción popular durante mis días de primaria sonaba de fondo.

Estaba pensando en «The Great Escape» de Boys like Girls.

Me horroricé al considerar que Maggie estaba leyendo mi mente cuando la observé tocando una guitarra imaginaria en el pasillo contiguo, susurrando la letra de la canción que tenía en mi cabeza mientras escrudiñaba el lomo de los libros con especial esmero. La canción había estado sonando perseverantemente en nuestra alcoba gracias a mi golpe de nostalgia, por lo que ahora las tres —y posiblemente Paz y las chicas del otro cuarto— la tenían pegada como una lapa sin misericordia. Con una sonrisa de medio lado, seguí la letra en voz alta entre tanto hacía un baile ridiculo.

Maggs carcajeó, pillándome a través del espacio entre unos cuantos libros.

Deposité la gran pila de libros sobre una mesa, comenzando a devorarlos —metafóricamente— hasta que arrugué las cejas en una expresión de colmada irritación. Era la quinta vez que tenía que leer «James Melbourne fue un soñador, nacido en Jefferson City el 20 de Abril de 1917» porque mi cabeza dejaba de enfocarse después de «soñador» y empezaba a moldear insólitas nubes de «Harry Styles. Harry Styles. Harry Styles» que me daban ganas de apuñalar al libro con un tenedor, si tuviese uno conmigo.

Dating WhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora