Capítulo XXXVIII: Anti Kit-Cat Clock.

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Toc.

Toc.

Toc.

Mi ceño se frunció, moviendo la manta hasta mi cabeza mientras giraba en la cama con la mera esperanza de hacer que el sonido desaparezca.

Toc.

Toc.

Solté un gruñido, apoyándome con el codo en la cama mientras giraba la cabeza hacia mi espalda, notando cómo mi rubia amiga estaba clavando en la pared con un martillo más grande que su mano al son de una canción alegremente popular tarareada por su boca.

Me tiré por completo en la cama, resoplando con mi vista al techo.

―Es sábado.

Toc.

Toc.

Toc.

―Un nuevo día, una nueva vida, Pukie. ¡El sol está brillando!

Ugh.

Odiaba particularmente a las personas exclamativas durante los fines de semana.

―Es sábado, Sarah. ―Me quejé, sentándome con mi vergonzosa manta de Cinnamoroll extendida sobre las piernas mientras mi cabello competía contra Bellatrix Lestrange.

Un gruñido se escuchó seguido del movimiento del colchón, cuando una voz gutural dio paso a mis oídos y temí que mi amiga estuviese poseída por Pazuzu―: ¡Cállense aquí, estoy tratando dormir! ―Maggie habló en la cama de abajo, posiblemente con deseos de arrancarle la cabeza al cuerpo que estaba apoyado sobre la alborozada cama individual mientras refunfuñaba como una vieja amargada.

―Son unas aguafiestas ―Allá arriba escucharon mis plegarias cuando Gallagher dejó el martillo sobre la mesa de noche, pegando un bote hasta el suelo mientras sonreía como el pequeño ser rebosante de felicidad que era―. ¡Si Frodo pudo llevar el anillo hasta Mordor, ustedes pueden sacar sus sudorosos traseros de la cama! Debemos ir a comprar vestidos para el baile y si queremos tener un provechoso día es mejor que salgamos justo ahora a Rodeo Drive. Ni siquiera sé cómo pude permitir que faltara una semana para salir a comprar; todas las tiendas deben estar vacías para el día de hoy.

―Y un cuerno que iré a Beverly Hills.

Sarah gimoteó.

―¡Dios! ¿Qué eres? ¿Un comunista?

Rodé los ojos.

―Estaríamos de mejor humor si no nos hubieses hecho permanecer despiertas hasta las cinco de la mañana para escuchar tu historia con James en el club y hacer que Pukie relate cómo le fue con Harry ―La moribunda voz de Maggs volvió a escucharse, un poco amortiguada por su boca presuntamente contra la almohada, cuando pareció alzar la cabeza al hablar con más claridad―. ¿Siquiera duermes, mujer?

―¡Por supuesto que lo hago, cariño! ―Rió divertida la rubia, como si la simple pregunta fuese el mejor chiste de Little Johnny jamás escrito―. Horas de sueño equivale a siglos de belleza, siempre debes recordarlo. ―Caminó distraída hacia la cama, subiendo de nuevo con un reloj de gato en sus manos al instante en que salté rendida hasta el suelo, moviéndome rumbo a mi clóset mientras bostezaba.

Sarah Gallagher siempre lograba espabilarme, y lo odiaba.

―¿Un reloj Kit-Cat? Pensé que la bandera pegada a la pared representaba nuestro patriotismo. Aparentemente nunca se puede tener suficiente de América. ―Alcé las cejas sarcástica, atando mi cabello en un moño mientras Sarah reía.

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