Cubrí mis manos en los bolsillos de mi pantalón.
Mis pasos se sentían como un saludo a un viejo amigo, identificando a varias personas del personal académico junto a rostros conocidos del último año. La habitación de la mayor de los Styles estaba a la otra ala del edificio, a la derecha del vestíbulo y en el tercer piso de Northside. Arreglé mi gorra octagonal en mi cabeza, aferrándome del cinto de mi bolso mensajero donde tenía el dispositivo encomendado como si se me fuese la vida en eso, canturreando en voz baja una canción de Tiffany ―fruncí el ceño al darme cuenta que era «I Think We're Alone Now»―, cuando me situé frente a la puerta indicada y me desalenté.
«Es solo Gemma, no el abominable monstruo de las nieves.»
―¡Pase! ―Pude escuchar el grito de la aludida una vez me armé de valor.
Giré el pomo y me chocó una expresión turulata como el pensamiento. No por el hecho de que estaba admirando a una versión femenina de Aquel que no debe ser nombrado ―Harry. Joder―, más bien porque la muchacha estaba rodando de la silla de oficina con cuatro dedos dentro de su boca, formando una extraña «A» con la unión de ambas manos al tiempo en que podía percibir una hilera de saliva corriéndose por su barbilla.
Nunca pensé que vería a la perfecta hijastra de Robin Twist en esta situación.
Sacó sus dedos en un santiamén al reparar en mi persona, riendo abochornada. ―Pensé que era mi hermano. Lo siento mucho. ―Se justificó, provocando que ría en voz baja. Más por educación que por otra cosa, porque saber que el castaño estaba en camino me aguijoneaba los puntos débiles como si estuviese encerrada en una cámara de gas. La muchacha, ahora con el pelo morado desteñido con azul, volteó un segundo para detener la reproducción de un video en la computadora, «Cómo silbar con tus dedos», antes de encararme nuevamente―. Lo sé. Claramente tengo mucho tiempo libre ahora, pero juro ser una persona productiva cuando no estoy en Youtube.
―Tienes... ―No pude contenerme. Señalé mi mentón y ella se adelantó en frotar la baba con la manga de su suéter, mordiéndose el labio inferior en signo de nada más que vergüenza. Esta vez sí reí genuinamente―. Tranquila. Honestamente, sería más embarazoso trabajar en un centro comercial disfrazado de Gumby que aprender a silbar dramáticamente con tutoriales en línea.
Conseguí hacerla reír, bromeando. ―Debe ser más vergonzoso ser Pokey.
Gozamos de contacto visual amistoso hasta que me percaté de su soledad. Quise saber si tenía alguna compañera de cuarto ―por las vistas, no parecía ser el caso―, y mordazmente me pregunté si su familia había comprado la habitación como casi toda la ciudad de Tallahassee, pero decidí no perder tiempo en esos detalles cuando le tendí el cargador sin más impedimentos y aclaré mi garganta para llamar mi propia atención. El afiche de 12 hombres en pugna estaba hechizándome. ―Tu madre me pidió el favor de traerte esto.
―Lo sé. ―Se levantó de la silla, aceptando el objeto con una sonrisa agradecida. Me aborrecí por tener pensamientos ponzoñosos contra ella―. De verdad lo siento.
―No te preocupes. Cuando vives con mi hermano sabes que no puede haber nada peor, ni siquiera el comercial de UroClub.
Su angelical risa me pescó desprevenida, atestiguándose de limpiar su mano con el pantalón antes de ubicarla en mi hombro, e incluso entonces, se cercioró de no hacer contacto directo con sus dedos. La acción me hizo reír en el interior, pero en realidad estaba un poco desconcertada por tanta escrupulosidad. ―Te quiero agradecer.
―De verdad no es gran problema. Tu cargador estuvo a salvo durante el viaje, te lo puedo asegurar. ―Apreté los labios, ambicionando simpatizar, pero su cara me descolocó extraordinariamente cuando negó con la cabeza dispuesta a desmentir mi suposición. Estaba a punto de explicarse a sí misma pero un toque interrumpió en la puerta. La sangre drenó mi rostro y solo pude carraspear, sonriendo forzadamente. Volvió a abrir su boca pero el impedimento insistió, por lo que cerré la tapa de mi bolso y me encogí de hombros―. Mis amigos están esperando por mí, así que será mejor que me vaya. Es bueno tenerte de vuelta, Gemma.
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Dating Who
FanfictionAileen Parker estaba al tanto de que frases como «su toque me electrizaba» no tenía nada que ver con sentimientos apasionados, más que simple física y química. No pecaba de ignorancia sobre las mariposas que tantos adolescentes juraban sentir en sus...