Capítulo LIII: La nueva Julia Child.

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Si prestaba atención, mis oídos podrían atender al aire acondicionado ventilando en mi habitación suavemente, o la música que reproducía mi hermano en su pieza a un volumen moderado, e incluso el retumbo de la batidora de mamá en el primer piso. Todos esos sonidos, triturando el silencio que sosteníamos Harry Styles y yo justo ahora.

Las palabras habían salido de mi boca sin control.

«Yo también tengo Dating Who.»

Quería abofetearme por tan inusual arrebato. Sus ojos figuraban estar examinándome con especial atención, y aún cuando no podía descifrar su semblante, él parecía inmerso en lo que sea que percibía en el mío. Podía deducir que oficialmente Ofelia me había comido la lengua, o en su equivoco, que mi lengua había sido infamemente arrancada de mi boca como en ese episodio de American Horror Story, porque aún cuando fue cómplice en ese disparo de palabras, no parecía estar resuelta a soltar otro par que me saque de la incomodidad.

―¡Aileen! ―Mamá decidió tomar al toro por los cuernos, haciendo que voltee la cabeza hasta la puerta―. ¿Puedes ayudarme con el almuerzo? Tu padre debe venir en cualquier momento del trabajo y yo aún tengo que terminar los dulces. ¡Harry se puede quedar a comer, si desea!

Mamá acaba de soltar al toro y lanzarlo justo a mi dirección. Demonios.

―¡Estoy segura de que Harry...!

―¡Sería un honor! ―exclamó de regreso el rizado, incitando a que lo observe con la ceja alzada, cuando él se encogió de hombros con una pequeña mueca deleitada―. Estaba probando el sistema de comunicación que tienen en esta casa.

Viré los ojos, riendo sarcástica―: Ja, ja, qué risa. Seguro has intentado el método Tarzán antes y vienes a decir que lo conoces por mi familia. ―Murmuré, desempolvando mis pantalones de la inmundicia que pude haber adquirido en el suelo. No lo creía pues, mi madre era una maniática de la limpieza, pero siempre era mejor prevenir que lamentar.

O al menos eso decía Sarah cada vez que metía dos rímeles en su bolso.

―Puedo ayudarte. ―Sugirió mientras bajábamos los escalones, con otro de los gnomos azules en mi vanguardia apenas terminó de hablar. Mi frente se arrugó―. No es por alardear, pero soy bastante bueno cocinando.

―No te preocupes. Seguro mi madre me mutilará los brazos si permito que el invitado ayude a cocinar.

¡Escuché eso!

―¡Qué bueno! ―Prorrumpí en respuesta, escuchando una risa en seguida.

Cuando entré mi madre me escudriñó, con una magdalena en la mano y una manga en la otra, dejando de decorar mientras estudiaba mi rostro―: ¿Todo bien? ―preguntó, seguramente insinuando el hecho de que mis ojos estaban rojizos e hinchados, y Harry entró dramaticalmente a la casa con una gata desamparada en brazos hace unos minutos. Aclaré la garganta, asintiendo ligeramente con una diminuta sonrisa.

―Estaba practicando para mi audición de Glee. ―Pretendí bromear.

―Dejando a la pobre Ofelia abandonada. ―Colocó su mano en su cadera, observándome irónicamente como yo observé a Harry: con una ceja alzada.

―Lo siento, ¿de acuerdo? No volveré a dejarla sola. ―Apreté los dientes con una mueca de remordimiendo, aproximándome a la puerta para atrapar un delantal y disponerme a preparar el almuerzo. Por un segundo, giré para inspeccionar a Harry al tiempo en que enlazaba la cosa azulada a mi espalda, y le envié una mirada emponzoñada cuando noté la expresión que se gastaba. Tan segura como que mi nombre es Aileen Parker, supe que diría uno de sus comentarios desvergonzados si tan solo mi madre no estuviese presente. Así que el chico tenía un filtro, vaya, qué novedad―. Puedes sentarte en el banco, Harry.

Dating WhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora