Capítulo LXIII: Mantequilla derretida.

11.6K 996 834
                                    

―¿Te comiste a un hombre, Señor Penny?

Un sollozo fue opacado por la risotada estridente, cuando Bill El Vil cruzó sus brazos como matón de película y yo observé la escena, con el ceño fruncido. Mis ojos descendieron hasta la pequeña chica de pómulos regordetes y rizos rojizos, empequeñecida entre sus propios brazos como víctima de la situación.

No podía ignorarlo. ―¿No les vas a decir algo, Neny? ―Miré a mi mejor amiga, sintiéndome horrendamente enfurecida por la falta de autoestima que le generaba el muchacho de poco coeficiente intelectual.

Penny negó con la cabeza gacha cuando Billiam robó su sándwich de atún y me mandó una sonrisa frígida, registrándome con un porte que desde luego debía acojonarme. No voy a mentir, lo hacía, pero la adrenalina se activaba en mi organismo cuando olía la tiranía frente a mis narices, más cuando era contra alguien cercano.

Me erguí con los mofletes inflados, doblando los brazos con una mirada dura.

―Devuélvele su sándwich ―ordené.

Otra carcajada rugió, sintiéndome como una infausta sanguijuela cuando engrandeció la mirada altiva sobre mi existencia: ―¡¿Lo escuchan, amigos?! ¡Ella en realidad espera que se lo regrese! ―Compartió con sus amigos, los descerebrados―. Entiendo que acompañada de semejante voz te sientas protegida por un hombre, Parker, pero puedo apostar que tu amiguita sigue teniendo la fuerza de una niñita. De cualquier manera, tienes suerte de que despertara alegre esta mañana, porque te concederé proseguir con tu camino si te largas en este instante. ―Estaba tirando un comentario sexista como si fuese el clima de Florida, y la sangre me hervía tan fuerte que Penny se forzó a dar la cara para estudiar mi expresión. Pude oírla murmurando que lo deje, pero no iba a consentir que este patán nos humillara frente a nosotros mismos.

Fui la gemela de Hermione Granger cuando abrí la boca sabiondamente y arrugué la frente tal como una anciana testaruda a punto de presionar los botones críticos. ―Realmente siento que esa sea la enseñanza que te imparten en tu casa, pero el hecho de que tus padres no tengan tiempo para hacerte la lonchera no es motivo de que debas robar la comida de los demás estudiantes. ―En efecto, toqué un punto sensible que no debí explorar, porque su actitud se desfiguró en una aniquiladora máquina de la muerte y mi mente estaba gritando internamente en alerta.

Algún día aprendería a pensar antes de hablar, pero no sería este día.

Ser la Defensora de la Justicia tenía sus desventajas, porque ensanchó su figura amenazadoramente y de la noche a la mañana me consideré un ser insignificante, mucho peor que un gusano de tierra. El amargo sabor de su falso interés me heló las entrañas, comparándome con un indefenso ratón tras las garras de un gato al segundo en que sus nudillos tronaron peligrosamente y la determinación centelleó en su semblante. El mío, pálido hasta la muerte, contrarrestaba su firmeza en el sonido de mis huesos cómicamente tiritando como un chihuahua.

Tragué seco. ¿Estaba a punto de golpearme?

―E-es broma, chicos... No hay pr-problema. Pueden ir-irse.

El tartamudeo de Penny fue inútil. Bill El Vil sonrió de medio lado con su cuello produciendo el espeluznante sonido exprimidor de seguridad, cuando uno de los descerebrados ojeó al niño de ocho años a la espera de una respuesta. Todo el patio había enmudecido, sin perder de vista la escena al momento en que su puño se elevó en cámara lenta y yo cerré mis ojos a la expectativa del golpe.

«No tienes miedo, Aileen, no lo tienes. Es por Penny.»

Pude haber ideado un plan. La profesora decía que era bastante inteligente para mi edad, y no habría tenido problemas en maquinar un plan en pocos segundos, pero lo único sensato que llegaba a mi cabeza era correr con todas mis ganas o gritar rezando por un milagro, y en la primera opción estaba segura de que me alcanzaría en un santiamén mientras la segunda resultaba ser un riesgo en caso de que ningún mayor escuchara mis súplicas de sufrimiento.

Dating WhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora