Capítulo LX: Víspera de cumpleaños.

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―¿Alguien se orinó en tus cereales?

Alcé la vista, comprimiendo los labios en una sonrisa. Aaron se estaba quedando en casa durante el fin de semana para pasar tiempo conmigo antes de mi cumpleaños. Debido a la intrusión de la señorita Myers, debía dormir en el sofá de la sala hasta que el resto de la familia Parker llegara de las diferentes ciudades.

Eché un cucharón desganado a mi Lucky Charms. ―Un poco triste, en realidad.

―¿Cuál es el motivo? ―Mi hermano, molestamente, volvió a tomar del pico de la leche en el frigorífico y cerró la puerta con el cuerpo.

Otra arremetida en el cuenco y suspiré, apoyando el peso de mi cabeza con mi mano en la mejilla. ―Extraño a mis amigos.

Me miró, con una mueca. ―Sé que no es lo mismo, Crysta, pero siempre tienes a Skype como una opción. ―Me tomó desprevenida cuando plantó un beso en la coronilla de mi cabello, abrazándome de medio lado. Después esbozó una sonrisa, despeinando el punto que acababa de besar―. Es a los cuarenta que te llegan las crisis existenciales. Todo estará bien. Tengo que irme a buscar a Lauren en el aeropuerto, pero prometo regresar pronto.

―Nos vemos. ―Lo despedí.

Aún no estaba al tanto sobre mi encuentro con Arya, o eso suponía cuando su cruda exaltación brillaba en ausencia. Moví mis pies hasta el fregadero, tarareando el tema principal de Veronica Mars. Era mi castigo. Lavar los trastes, quiero decir. Mamá sabía nuestros talones de Aquiles y conocía al dedillo mi aborrecimiento hacia el arte limpia-mugres de vajillas, por lo que debía dejar impecable cada loza sucia que residía luego de las tres comidas.

―Cuidado prendes en fuego el plato, también.

No cometí el error de voltear, resoplando con burla. ―¿No debería estar como, uh, en busca de empleos? ―interrogué.

El perfume patéticamente costoso ahogó el aire natural de la cocina, entrecerrando mis ojos ante la densidad del aroma. Sus tintineantes pulseras resonaron al chocar entre ellas, seguramente colocándose en forma de jarra, y podía sentir su mirada acuchillando mi espalda frenéticamente. ―Insolente. ―Soltó un sonido de indignación. Teatralmente contemplé al techo con una expresión de «aleluya» cuando escuché sus pisadas rumbo a la entrada principal, abandonando la casa hasta las ocho de la noche.

Me encerré en mi habitación durante una parte del día. Tenía Netflix en la laptop, ganas de ver una película empalagosa ―No me quites a mi novio― y una cabeza que no paraba de cantar «We Used to be Friends» cada cinco segundos. Mis dedos se movieron por su cuenta, abriendo otra pestaña en el navegador.

Estaba ingresando a Dating Who.

Aparte de mis amigos, también añoraba las conversaciones con Hardcox. Un aguijonazo de culpabilidad me chocaba cada vez que observaba el libro prestado sobre el escritorio, pero no veía momento apropiado para leerlo mientras pasaba tiempo con mi querida y adorada familia. En mi defensa, mi vida había estado bastante movida durante las últimas semanas y apenas podía recobrarme esta mañana paseándome con mi bata de pijama por todo el lugar con tranquilidad. Afortunadamente, no era indispensable asistir a los juicios contra el dueño del edificio, pero ayer tuve que declarar en la comisaría bajo el consentimiento de que podrían usar mi grabación como prueba contra el demandado. Mi coartada era inegable.

          "LadyLigeia: ¿Estás ahí?"

Arrugué la frente. Podía hacerlo mejor que eso.

          »Quiero decir, toc toc... O como sea."

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